Abyss, el submarino que podría resolver el misterio del MH370
Según Robin Beaman, de la Universidad australiana James Cook, la zona en donde cayó el Boeing 777 es una de las menos conocidas del mundo. Solo se sabe que allí el suelo se compone de una inmensa cadena de volcanes submarinos. Por lo que para localizar cualquier resto del avión será necesario cartografiar el fondo del mar en tercera dimensión con la ayuda de naves con sondas acústicas.
Solo hay tres naves en el mundo que pueden asumir esa misión, que parece aún imposible. Una de ellas se llama Abyss, y pertenece a GEOMAR, el Instituto de Investigaciones Marinas de la Sociedad científica Helmholtz, con sede en la ciudad alemana de Kiel, en el Mar del Norte.
Otros dos robots de este tipo se encuentran en el Instituto Oceanográfico Woods Hole, de Boston, en Estados Unidos. Dotados con “inteligencia de enjambre“, las naves pueden interactuar autónomamente para así lograr una meta común: descender hasta los 6.000 metros de profundidad cartografiando terrenos e identificando seres y objetos hasta del tamaño de una caja de zapatos. Una tarea que las naves están listas a repetir en la búsqueda del MH370 en el Mar Índico, según el director de GEOMAR, Peter Herzig.
La caja “negra” es color naranja
El nombre Abyss viene de la mitología griega y hace referencia a las “profundidades sin fondo“, justo el medio para el que fue concebido este robot autónomo, que logró localizar y recuperar la caja negra del avión de Air France caído en 2009 al Océano Atlántico. Una compleja operación que implicó cartografiar unos 2.000 kilómetros cuadrados de suelo marino hasta que el 4 de abril de 2011 fueron encontrados restos humanos y la caja negra, que en realidad es naranja y en doble versión, por lo menos en los modernos aviones de pasajeros.
Para Peter Herzig, la primera lección aprendida fue la de que la operación solo puede tener éxito si los científicos cuentan con suficientes informaciones del lugar del accidente. "Si hubiéramos recibido planos confiables habríamos podido encontrar los restos del avión mucho más rápido. Aunque es sorprendente que el área hubiera podido ser definida tan bien“, concluye el científico.
Como los murciélagos
El Abyss se orienta con la ayuda de equipos sonares que escanean el entorno desde el frente y cada uno de los lados para obtener imágenes en 3D. Una técnica que en el aire es utilizada de forma similar por los murciélagos, por ejemplo. El sistema sonar de navegación (acrónimo de Sound Navigation And Ranging) funciona como un radar que en cambio de emitir señales radioelectrónicas de localización envía y recibe impulsos sonoros.
Como en el caso de Abyss no se trata de submarinos manejados a control remoto, sino de robots autónomos, durante las jornadas de sumersión los científicos solo pueden enviarles comandos en caso de emergencia. Algo que ha sucedido muy pocas veces, según Herzig, quien dice además, que “Abyss es una nave de alta confiabilidad que ha sido empleada en muchas operaciones. Aunque nunca podemos garantizar al cien por ciento que siempre regresará de las profundidades del mar”.
La inteligencia de estos robots submarinos les permite coordinar las rutas y complementarse. Con una velocidad de 3,5 nudos o 5 kilómetros por hora Abyss puede recorrer unos 100 kilómetros diarios. El robot navega a 25 ó 50 metros del suelo marino.
A la búsqueda de nuevas materias primas
A su paso, el robot sonar escanea una franja hasta de 100 metros de ancha, dependiendo de la topografía. Luego de terminada la jornada, Abyss regresa a la superficie y envía una señal de localización al barco que sirve de base. Allí, los científicos leen los datos, revisan sus baterías y lo mandan a una nueva exploración. "Abyss no solo puede reconocer la topografía de los suelos marinos sino también estimar la densidad de los materiales encontrados, sobre todo rocas, sedimentos, metales o plásticos“, agrega el director de GEOMAR, para quien el significado de una exploración submarina va más allá del rescate de una caja negra para esclarecer las causas de un accidente aéreo. La búsqueda y análisis de nuevas materias primas también son parte de sus misiones.
Hoy, los 2.000 kilómetros cuadrados del Atlántico en donde cayó el avión de Air France son el territorio marino mejor medido del mundo. Para Peter Herzig, “una ganancia para las ciencias“.