10 cosas que aprendimos en nuestro viaje
4 de agosto de 201510 días, 4 países, 14 héroes del clima, un viaje en carretera increíble. Viajamos de Berlín a París utilizando todo tipo de medios de transporte no contaminantes y calculando nuestra huella de carbono.
Pero eso no fue todo lo que hicimos. Durante el viaje nos subimos a una antigua excavadora de carbón y a un árbol de 16 metros de altura . También montamos en barco y pescamos plástico por los canales de Ámsterdam. Vimos una turbina de viento desde su interior y una mina de carbón desde la cima. Nos reunimos con Greenpeace, el ministro de Medio Ambiente alemán y un delegado francés de la COP21, la próxima Conferencia sobre Cambio Climático, que tendrá lugar a finales de año en París. También pudimos conocer a "héroes" europeos que luchan por la protección ecológica.
Nuestra misión era mostrar ciudadanos normales de toda Europa luchando de forma creativa, y a menudo valiente, contra el cambio climático. Nos hemos encontrado con ejemplos muy diversos: desde quienes han decidido ocupar un bosque, para evitar que sea talado, con el fin de construir una mina de lignito hasta quienes han demandado al gobierno belga por no reducir lo suficiente sus emisiones de carbono.
Aquí les mostramos 10 lecciones que aprendimos en el camino.
1. El autobús es la opción más ecológica para recorrer largas distancias
Durante el viaje, recorrimos 1.594 kilómetros (casi 1.000 millas) utilizando diferentes tipos de transporte ecológico bajo en carbono. Viajamos en coches eléctricos, en coches compartidos, en tren y en autobús. Además, viajamos en bicicleta , caminamos, navegamos en un barco solar y disfrutamos mucho en un bicitaxi.
Se podría pensar que las bicicletas y los barcos solares son la mejor opción de viajar con la conciencia tranquila, ya que no emiten CO2. Sin embargo, no son especialmente prácticos para viajes largos. Cuando se trata de distancias largas el autobús es la mejor opción, ya que las emisiones de CO2 se dividen entre un mayor número de personas.
Un paseo en autobús público produce menos de la mitad de CO2 que un viaje en tren. La peor opción desde el punto de vista medioambiental es volar. Los viajeros que vuelan emiten cinco veces más CO2 por persona, que quienes optan por el autobús.
2. Es posible cambiar las cosas desde abajo
El cambio climático puede parecer un tema complejo y abstracto, que está mejor en manos de los políticos. Creemos que no podemos hacer nada al respecto y que ya lo resolverán los Gobiernos. Pensamos que no nos va a afectar, pero nada de eso es cierto. El calentamiento global nos afecta a todos y es responsabilidad nuestra pasar a la acción para cambiar las cosas. Es posible hacer cambios fuera de la arena política. No son necesarios grandes presupuestos ni mecanismos estatales. Todos podemos hacer algo para proteger al planeta.
"Cualquier ciudadano, también en un pequeño pueblo, puede contribuir de forma positiva a favor del clima", dice Jean Francois Julliard (en la foto), director ejecutivo de Greenpeace Francia. El ecologista cree que la solución al cambio climático está en el pueblo y no en la política o conferencias sobre el clima, como la COP21.
Ya existen grupos de personas, que han decidido no esperar a las soluciones del Gobierno. Es gente normal. Algunos están trabajando en la reducción de residuos mediante el reciclaje de plástico, en la redistribución de la comida sobrante o en la venta de alimentos libres de embalaje. Otros están creando el transporte bajo en carbono o están invirtiendo en energías renovables.
3. Algunas personas están dispuestas a ir a la cárcel por el planeta
¿Se arriesgaría a ir a la cárcel para proteger el clima? En Alemania, un grupo de activistas está dispuesto a violar la ley – e incluso a ir a la cárcel – para salvar Hambacher Forst, un bosque de 12.000 años de antigüedad.
La compañía eléctrica alemana, RWE, ha comprado el bosque con el fin de expandir la mayor mina de lignito del país, Tagebau Hambach. Para ello, planea eliminar parte del antiguo bosque. Ya ha talado grandes zonas boscosas y trasladado a pueblos enteros para impulsar sus actividades mineras.
Los activistas están decididos a mantener alejadas las excavadoras. Con ese fin, han dejado su vida normal y se han instalado en el bosque. Han construido casas de madera en los árboles centenarios para dormir y evitar así su tala.
Algunos de ellos se cuelan regularmente en la explotación minera a cielo abierto, encadenándose a las excavadoras para interrumpir las operaciones durante al menos unas horas. No es del todo legal, pero están dispuestos a asumir el riesgo.
"Tengo que hacer lo que considero correcto. Simplemente no puedo sentarme de brazos cruzados y no hacer nada mientras talan nuestro bosque", explica uno de los activistas.
4. Los ciudadanos pueden demandar a su propio gobierno si este incumple sus promesas climáticas
¿Sabía que es posible emprender acciones legales para combatir el calentamiento global? Algunos ciudadanos europeos ya lo han puesto en práctica. Por ejemplo, Ignace Schop, quien demandó al gobierno belga por no hacer lo suficiente para combatir el cambio climático.
Junto con un grupo de artistas, cineastas e incluso estrellas del rock, Schops redactó una carta abierta al gobierno, pidiendo la reducción de las emisiones de CO2 de un 25 a un 40% en 2020 y a un 87% para el año 2050. El gobierno no quiso participar en esta petición y el grupo tomó acciones legales.
El caso Schop todavía está en curso pero confía en una victoria. Después de todo, no es la primera vez que los ciudadanos han demandado a su gobierno por no actuar contra el cambio climático y han ganado. En Holanda, un tribunal ordenó al gobierno reducir las emisiones de gases de efecto invernadero estatales en al menos un 25% en 2020, después de que una organización demandara con éxito al gobierno holandés en nombre de 900 ciudadanos.
Por lo tanto, si usted planea hacer lo mismo en su país, siga los consejos de Schop: “encontrar a un grupo creativo de personas conocidas que ayuden a promover la conciencia de la causa; elaborar una petición para recabar el apoyo ciudadano; e iniciar una campaña de crowdfunding para cubrir los costes legales”.
5. Los residuos pueden ser un tesoro
Para la gran mayoría, los residuos son algo sin valor que se acaba desechando. Esto no es así para algunos de los héroes del clima que conocimos en nuestro viaje. Nos mostraron que es posible hacer algo útil con la basura, en lugar de simplemente deshacerse de ella.
Para Marius Smit, por ejemplo, el plástico es un recurso que podemos utilizar para crear cosas increíbles. De este modo, un día decidió convertirse en el primer pescador de plástico del mundo. Marius navega por los hermosos canales de Ámsterdam y pesca las botellas de plástico, que se va encontrado por el camino. Recolecta las botellas de plástico desechadas para construir barcos diseñados especialmente. De esta manera, Marius ayuda a mantener los canales libres de basura y a proteger el clima mediante la reducción de los residuos de plástico. También está ayudando a la gente a entender que el plástico es demasiado valioso como para ser desechado.
6. La protección del clima puede ser deliciosa
Luana Carretto también está tratando de cambiar la actitud de la gente cuando se trata de residuos. Y es que no soporta ver cómo se desechan diariamente toneladas de comida. Por ello, recoge alimentos de supermercados holandeses, que serían descartados al final del día – como por ejemplo, verduras deformadas, frutas de colores extraños o especialidades estacionales como las galletas de Navidad, que se tiran una vez que termina la temporada.
Luana y otros 35 voluntarios recogen 350 kilogramos de alimento cada semana. Y eso en un solo barrio de Ámsterdam. Luana dona parte de la comida a organizaciones caritativas. El resto se procesa bajo el lema "pruébelo antes de tirarlo" y se reparte gratis en diversos mercados de alimentos, o se cocina y se sirve en comidas, que se organizan para los vecinos. Su reacción a la comida desperdiciada dice mucho: ¡Está deliciosa!
La holandesa quiere ayudar a la gente a entender qué impacto tienen nuestros hábitos de consumo en el medio ambiente. "Piense en la cantidad de energía y recursos que utilizamos en la producción de alimentos. Los transportamos en avión por medio mundo para luego tirarlos a la basura", critica. "Es ridículo, no hacemos un uso razonable de nuestros recursos. Es una falta de respeto hacia todas las personas que pasan hambre cada día y hacia nuestro planeta. Me parece inaceptable", afirma.
Así que la próxima vez que vayamos a tirar comida, que creamos que está mala, la probaremos antes.
7. Los excrementos humanos se pueden utilizar como fertilizante
Cada día millones de personas en todo el mundo desechamos, literalmente, lo que podría ser uno de nuestros recursos más valiosos para el cultivo de alimentos: nuestras propias heces. Cuando se tratan de forma adecuada, los excrementos humanos contienen valiosas bacterias, que pueden servir de fertilizante para el suelo. Conocimos a una comunidad en Ámsterdam que hace precisamente esto.
De Ceuvel es un espacio de trabajo cooperativo (del inglés, coworking) para creativos con 15 oficinas, cada una de ellas equipada con un inodoro de compostaje. Una vez que se llena el inodoro, los inquilinos transportan el contenido a un contenedor de compostaje mayor, donde se prepara para ser utilizado después. Si la calidad es buena, se utiliza para cultivar alimentos en el invernadero.
"Después, nos comemos la comida que ha sido fertilizada con nuestras propias heces. Y cuando volvemos al baño, cerramos el círculo", explica Guus van der Ven, responsable de que la comunidad opere de manera sostenible utilizando tecnologías verdes.
8. Una mina de carbón se puede convertir en un festival verde
Durante décadas, Gräfenhainichen, en el estado alemán de Sajonia-Anhalt, fue una región minera del carbón, pero en los últimos años se ha convertido en un festival verde. En Ferropolis – o la ciudad del acero – aficionados a la música ya pueden bailar delante de excavadoras de acero enormes, que se elevan sobre los escenarios del festival como dinosaurios de un tiempo pasado.
Y eso no es lo único interesante. Thies Schröder, director general de Ferropolis, ha desarrollado un concepto para organizar el festival de la forma más ecológica posible.
La electricidad proviene casi exclusivamente de la energía solar, que no es una tarea fácil si se piensa en la cantidad de electricidad necesaria para la luz y el sonido, que se consumen en un festival. Asimismo, se anima a los hasta 25.000 visitantes del festival a que viajen en tren, y no en coche. También hay un "camping verde" y se ofrece comida vegetariana y regional.
9. En Alemania es muy difícil viajar con un coche eléctrico
Si piensa que es fácil viajar en coche eléctrico por Alemania, se equivoca. Alemania es un país que ama a sus coches. Por desgracia, esto no se cumple con los vehículos que funcionan con electricidad. Tuvimos que aprender esta lección por las malas.
Nuestra primera lección: alquilar un coche eléctrico en Alemania es toda una odisea. Casi ninguna compañía de alquiler de coches ofrece estos vehículos y los que lo hacen tienen una lista de espera interminable. Es necesario reservar por lo menos con un mes de antelación. Una vez se consigue el coche, no son posibles los viajes sólo de ida. Es necesario devolver siempre el coche al punto de partida, donde fue alquilado.
Nuestra segunda lección: la mayoría de los coches eléctricos solo son capaces de recorrer una distancia de 40 - 60 kilómetros antes de que se agote la batería. Y eso es un problema, ya que la batería tarda unas ocho horas en cargarse completamente y no es precisamente fácil encontrar un punto de carga en el viaje.
Y eso nos lleva a nuestra tercera lección: la infraestructura de recarga para coches eléctricos es muy pobre en Alemania. Como ejemplo, solo hay 190 estaciones de recarga electrónica de automóviles en Berlín por 3,5 millones de habitantes. París cuenta con 1.286. De modo que a no ser que viva en una planta baja o posea un cable de extensión muy largo, tiene un problema importante.
10. No hay procedimientos legales contra los estafadores del acuerdo climático
La Vigésimo Primera Conferencia sobre el Clima de las Naciones Unidas, COP21 , tendrá lugar a finales de 2015 en París. Se trata nada menos que de negociar un nuevo tratado para regular las emisiones de gases de efecto invernadero para salvar el planeta antes de que sea demasiado tarde. La esperanza es que los 196 Estados Miembros de las Naciones Unidas firmen un acuerdo sobre el cambio climático jurídicamente vinculante y universal.
Pero por si no fuera lo suficientemente complicado conseguir que todas las naciones del mundo lleguen a un acuerdo común sobre el clima, no existen refuerzos legales para garantizar que los firmantes cumplan sus promesas.
"No tenemos policías ni sanciones internacionales ni cascos verdes para castigar a estos países. No hay ningún tribunal internacional para el medio ambiente", explica el delegado francés de la COP21, Philippe Lacoste.
Según Lacoste, los países perderían su credibilidad si no se adhieren al tratado. "Las naciones están moralmente obligadas a cumplir las promesas hechas", dice. Ya veremos si eso funciona. En el peor de los casos, nosotros, los ciudadanos, tenemos la posibilidad de demandar a nuestros propios gobiernos.