65 años de liberación de Campo de Concentración de Buchenwald
10 de abril de 2010A sólo 20 minutos de Weimar, donde vivieron artistas como Goethe, Schiller o Bach, su hermoso entorno natural ofrece un fuerte contraste con su dura historia. "Si estos árboles pudieran hablar", dijo una vez el ex prisionero de Buchenwald y Premio Nobel de la Paz Elie Wiesel, mientras acompañaba en su visita al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, en 2009.
Actualmente, las 170 hectáreas donde estaba emplazado el centro albergan un enorme espacio conmemorativo que no sólo sirve para recordar que seres humanos estuvieron encerrados en "las condiciones más inimaginables", como dijo el propio Obama. También busca mantener encendidas las alarmas para evitar el resurgimiento de grupos de extrema derecha cercanos al nacionalsocialismo.
Delincuentes de extrema derecha de visita obligada
Para ello, se realizan visitas guiadas con jóvenes de extrema derecha que cumplen condena por delitos relacionados con la xenofobia. "Nuestras celdas son mejores que éstas", es el comentario más común de los jóvenes presos que visitan el campo, según cuenta una guía que trabaja allí.
El objetivo de esta iniciativa es que al visitar el campo desde la perspectiva de un prisionero, los jóvenes puedan reflexionar sobre la historia y las implicaciones de la violencia política y racial.
Buchenwald comenzó a construirse en 1936 y a funcionar como campo de detenciones en 1937, dos años antes del comienzo de la guerra. Se concibió como el principal destino para los presos políticos alemanes del régimen nazi, algo que se mantendría en gran parte hasta el fin de la guerra. A diferencia de campos de exterminio como Auschwitz, el objetivo perseguido en Buchenwald era la "reeducación" de los más de 250.000 prisioneros que por allí pasaron.
56 mil vidas cegadas allí
A pesar de esto, en los ocho años que transcurrieron desde su apertura hasta su liberación en 1945, 56.000 personas perdieron allí la vida, principalmente por asesinatos individuales y abusos por parte de los oficiales de las SS, las Schutzstaffeln o el "escuadrón de defensa" del Partido Nazi, muchas veces integrado por jóvenes que apenas se superaban los 20 años de edad. Otras causas de la muerte fueron las enfermedades y, sobre todo en los últimos años, ejecuciones sumarias de los prisioneros de guerra soviéticos.
Los prisioneros, trasladados y mantenidos en las peores condiciones, no recibían atención médica alguna. Según órdenes del director del campo, el coronel Karl Otto Koch, en Buchenwald no había enfermos, sólo "trabajadores" e "inhabilitados", cuyo destino final terminaba siendo siempre la fosa común o el crematorio.
Celdas ínfimas, centros de tortura y hornos crematorios
Buchenwald estaba lejos de ser una cárcel común. La inscripción que corona la entrada, "Jedem das Seine" o "A cada uno lo suyo", que sólo puede ser vista desde el interior, funcionaba como una macabra reafirmación de las atrocidades cometidas. Celdas ínfimas, centros de tortura y hornos crematorios son sólo parte de una lista prácticamente inabarcable.
Muchas de ellas son relatadas por el español Jorge Semprún en su libro "El largo viaje". El ex ministro de cultura de Felipe González fue llevado a Buchenwald luego de ser apresado en París, donde era parte de la resistencia. En su libro relata, entre otras cosas, la matanza de un grupo de niños, de entre ocho y 14 años, mientras entraban a las instalaciones. Además de Semprún y Wiesel, por allí pasaron otras figuras como el escritor húngaro premio Nobel de Literatura Imre Kertész.
dpa
Editor: José Ospina-Valencia