Aceite de palma: controvertida materia prima
24 de abril de 2012Las Pavas es una hacienda colombiana situada a unos 300 kilómetros al norte de Bogotá. En 2009, sus cabañas fueron derribadas y la policía desalojó el asentamiento. Las imágenes llegaron a la opinión pública alemana a través de las noticias en los medios de comunicación. Apenas algunos troncos talados sobresaliendo del suelo fue todo lo que les quedó al medio millar de habitantes de la hacienda. Aquí habían cultivado cacao y yuca. Tras el desalojo, se fueron a vivir a la aldea más próxima.
La historia de Las Pavas es complicada. Tras más de diez años de vivir allí y de cultivar las tierras, los campesinos reclamaron el derecho a ser considerados propietarios. Pero poco tiempo después, la compañía colombiana Daabon adquirió las 1.100 hectáreas de superficie para cultivar palma aceitera. A ello siguió un largo litigio judicial.
Felipe Guerrero, responsable de cultivo sostenible en Daabon, asegura que su empresa no ha cometido injusticia alguna. "Sabemos que tenemos una gran responsabilidad ante la población local. Nuestra meta es cooperar con la gente", afirma Guerrero.
Atención internacional
El caso "Las Pavas" levantó un gran revuelo a nivel internacional, también entre los clientes europeos de Daabon. El fabricante de cosméticos británico The Body Shop puso fin a sus relaciones comerciales con la empresa colombiana. Daabon acabó vendiendo los terrenos en 2011.
El fabricante alemán de productos de alimentación natural Alnatura, por su parte, envió a un experto a Colombia. El agrónomo Karl Müller-Sämann responsabiliza también del conflicto a las autoridades colombianas. "No habrá una solución definitiva solamente a través de la vía judicial", escribe Müller-Sämann en su informe.
"La población local apenas se beneficia"
El de Las Pavas, sin embargo, es tan sólo uno de los muchos ejemplos de conflictos entre compañías productoras de aceite de palma y la población local. La organización alemana de ayuda al desarrollo "Brot für die Welt" ("Pan para el mundo") ha analizado la situación en Sumatra del Norte, en Indonesia, en un estudio reciente.
"La mayoría de las veces, la población local no conoce sus derechos. Los habitantes deberían ser informados sobre los planes de las compañías aceiteras y participar en la toma de decisiones de forma libre y siendo informados de forma previa", reclama Karen Neumeyer, de "Brot für die Welt". A menudo, los campesinos acaban trabajando en malas condiciones en las nuevas plantaciones. "Con frecuencia, ni siquiera perciben el salario mínimo ni están asegurados. La población local no saca beneficio alguno de la demanda global de aceite de palma", asegura Neumeyer.
Aceite de palma: barato y versátil
Las compañías productoras se expanden gracias a la creciente demanda. Es el caso, por ejemplo, de la indonesia Sinar Mas o de Wilmar, de Singapur. En 2010, la producción mundial de aceite de palma ascendió a 50 millones de toneladas, el doble de lo registrado 15 años antes. Los dos grandes países productores son Indonesia y Malasia, responsables del 90% del aceite de palma que se elabora en todo el mundo.
El aceite de palma es popular porque es más barato que otros aceites vegetales. El fruto de la palma aceitera, además, es muy versátil: se trata de una materia prima que se encuentra en la mitad de los productos que podemos adquirir en cualquier supermercado europeo. Su empleo como combustible, en cambio, sigue siendo reducido. Apenas se destina un 5% de la producción global de aceite de palma. Una cifra que, sin embargo, va a aumentar. La Unión Europea pretende cubrir el 10% de su consumo de carburante con biocombustibles en el horizonte de 2020. El aceite de palma debe contribuir a ello.
Un problema para el clima
En los países productores, la elevada demanda supone también un problema para la naturaleza. Grandes superficies de selva tropical desaparecen para dejar sitio a nuevas plantaciones. Sólo en Indonesia, 4,2 millones de hectáreas de selva fueron reemplazadas por plantaciones de palma aceitera en los últimos veinte años. Una superficie equivalente al tamaño de un país como Dinamarca.
Las palmas requieren mucha agua, lo que provoca que el suelo se seque. Pesticidas y fertilizantes artificiales envenenan las aguas subterráneas y los ríos. Klaus Schenck, de la organización no gubernamental "Rettet den Regenwald" ("Salva la selva"), alerta: "Las plantaciones destruyen los ecosistemas de las zonas afectadas. Y éso acaba con la diversidad de especies".
También el clima se afectado de forma negativa. Los árboles almacenan grandes cantidades de dióxido de carbono. Si son talados, el CO2 se libera a la atmósfera. La industria del aceite de palma origina el 20% del total de emisiones de gases de efecto invernadero a nivel global.
Existen alternativas
En los últimos tiempos, Daabon ha reorientado parcialmente su negocio hacia el aceite de palma ecológico. En la plantación cercana a la población colombiana de Santa Marta no se talan árboles, ni hay pesticidas ni tampoco monocultivo.
Además, el aceite de palma puede sustituirse por otros aceites vegetales. Para Klaus Schenck, de "Rettet den Regenwald", está claro: "el aceite de palma no es insustituible, como a menudo se cree. En Alemania, por ejemplo, el cultivo de girasol o de la colza constituyen una alternativa que ha comenzado a emplearse de forma aislada". La responsabilidad respecto a cómo y cuánto aceite de palma se cultiva se encuentra también, por tanto, en manos del consumidor.
Autor: Brigitta Moll / Emili Vinagre
Editor: Enrique López Magallón