Afganistán ante aventura democrática más prometedora de todos los tiempos
8 de octubre de 2004¿Imagínese usted que en un país se instaure la democracia y nadie sepa qué es eso? Éste es, por poco, el caso de Afganistán en donde este 10 de octubre tienen lugar las primeras elecciones parlamentarias y presidenciales libres y secretas de la nueva era. Sólo que, a excepción de un pequeño grupo, pocos saben a ciencia cierta qué significa tener libertad de expresión, derechos civiles inapelables, representación y oposición parlamentaria y un sistema de justicia confiable. Sin mencionar el principio de equidad de sexos y etnias.
Los obstáculos para los demócratas son inmensos. El mayor es tal vez que sólo dos terceras partes de los afganos saben leer y escribir. Pero el más inmediato es la rampante violencia que impidió la llegada de los mensajes políticos a todas las regiones. Un debate abierto de las visiones de los diferentes candidatos y candidatas sobre el futuro de la sociedad afgana, no lo hubo ni siquiera en Kabul, otrora una de las más cultas metrópolis de Asia.
Una mujer: luz en el túnel de la nueva sociedad afgana
Pero los afganos son maestros del dominio de las adversidades. Así que arriesgando sus vidas, muchos acompañaron a los 18 candidatos a la presidencia, incluido el mismo Amad Karsai que aspira a ser reeligido y tiene las mejores posibilidades. Pero quizás el hecho de que una mujer sea una de las candidatas a la presidencia es una de las señales más prometedoras de que Afganistán va por buen rumbo a la democracia. Sea cual sea su cuño. Hay que recordar que hasta hace apenas 3 años la dictadura pseudo religiosa de los talibanes regía sobre un país catapultado a la Edad Media por obra de los fundamentalistas y las precedentes invasiones soviéticas.
Los “barones de la guerra” son enemigos del pueblo
Bien es sabido que en una democracia la administración política y de justicia es dominio del Estado. Pero los esfuerzos del presidente interino, Hamid Karsai, de reducir, o acaso abolir la omnipotencia de los clanes no han sido del todo fructíferos. Con excepción del legendario Ismail Khan de Herat que fue depuesto, Karsai ha tenido que doblegarse a los “barones de la guerra”. Entre esos personajes se cuentan al ex general Dostum y al ex presidente Rabbani. Ambos coautores de la catástrofe afgana, pues tras ahuyentar a los soviéticos, su irracional codicia de poder impidió la creación de un sistema político que uniera y respetara al pueblo afgano, empujando al país a la debacle que desembocó en el Estado terrorista de los “discípulos del Corán”. Con figuras como éstas no se hace un Estado civil. Por eso, la democracia en Afganistán seguirá siendo, por buen tiempo, una “aventura”, aunque una de esas que vale la pena apoyar.
Las elecciones en Afganistán son, de todas formas, un significativo comienzo… y un probable ejemplo para Irak. Pero ni allá ni acullá habrá milagros. Al fin y al cabo, es más difícil establecer una democracia que instaurar una dictadura.