Afganistán, en el vórtice de intereses enfrentados
19 de febrero de 2010Para las tropas alemanas de la Bundeswehr, el arresto tiene también un significado directo (cuando menos para levantar la "moral combativa"). La influencia del mulá Baradar se extendía hasta el emplazamiento de las tropas del ejército alemán. Esta zona, en el norte de Afganistán, se halla al mando el mulá Salam, comandante talibán a las órdenes del ahora detenido Baradar. Al menos, eso indican los documentos secretos de la OTAN, a los que se refiere el semanario germano Der Spiegel en su última edición.
El mulá Abdul Ghani Baradar lanzó un decreto a inicios del 2009, en el que declaraba el norte de Afganistán como zona de lucha y a los alemanes como enemigos. En el documento, marcado con el logo del Emirato islámico de Afganistán, Baradar exigía a sus comandantes incrementar la actividad en la zona y, en consecuencia, en Kunduz.
Y en efecto la situación en Kunduz empeoró tras el decreto y los ataques a las fuerzas de la Bundeswehr, así como a transportes de la OTAN, fueron en aumento. Aunque la dirección del Talibán parecía continuar descontenta, pues el comandante Salam tuvo que viajar repetidamente a rendir cuentas al alto mando en Pakistán, según informes de los servicios secretos.
"En Karachi no hay talibanes"
Una cosa sí quieren dejar clara los paquistaníes a los visitantes extranjeros: ellos no son extremistas religiosos. "Mi idioma es el pastún, pero no soy un talibán", asegura un hombre en Slum Orangy, en la superpoblada Karachi, en el sur de Paquistán. "Aquí no hay ningún Talibán", agrega su vecino.
Pero justamente en esta ciudad portuaria fue atrapado el mulá Abdul Baradar, hace unos pocos días. El máximo mando militar del Talibán y sus acompañantes salían del patio de una escuela de adoctrinamiento religioso cuando irrumpieron los servicios secretos paquistaníes.
Fahim Zaman Khan, antiguo jefe de la administración de Karachi, conoce muy bien la ciudad y su diversidad étnica: "si usted cree que en los barrios marginales afganos o en (la zona) Orangi no hay militantes afganos, se equivoca", dice.
Sede del alto mando Talibán
En los meses pasados aumentaron las señales de que la dirección de las tropas rebeldes se había mudado a Karachi. En la ciudad, donde viven cerca de 3 millones de pastunes, es muy fácil "pasar inadvertido". Sin embargo, en Quetta, en la frontera con Afganistán, el peligro de caer en la mira de los objetos voladores no tripulados estadounidenses había crecido demasiado.
El mando dirigente Talibán se había asentado en la ciudad después de su expulsión de Afganistán en 2001. Desde allí organizaron la insurrección en el país vecino, con la aprobación del Gobierno paquistaní e incluso con apoyo de parte del ejército y los servicios secretos, estiman observadores.
El Gobierno paquistaní niega hasta hoy incluso la existencia de la "shura", el consejo dirigente Talibán: "Si Occidente y Afganistán tienen indicios de la llamada 'shura' deberían compartirlos con nosotros", dice Abdul Basit, vocero del Ministerio de Exteriores en Islamabad.
¿Paquistán juega en los dos bandos?
Estados Unidos se ha quejado reiteradamente desde 2001 de que Paquistán acepta el financiamiento y se muestra como presunto aliado norteamericano, sin dejar al mismo tiempo de cobijar a dirigentes y rebeldes talibanes que combaten a las tropas extranjeras en Afganistán.
El ocultamiento de lo evidente es estrategia oficial en Islamabad. Ello vale también para la influencia de Estados Unidos. Para el ministro de Interiores Rehman Malik lo más importante tras el arresto del mulá Baradar era justamente establecer los límites de la participación norteamericana en la acción:
"Los servicios secretos de Paquistán y Estados Unidos han intercambiado información, pero no se puede hablar de una investigación o de redadas conjuntas. Pakistán es, a fin de cuentas, un Estado soberano", aclaró Malik.
"Lo que esto significará para el sucesivo funcionamiento del Talibán es difícil de predecir. Ellos han logrado arreglárselas muy bien en el pasado, cada vez que ha caído un alto mando", advierte Martin van Bijlert, de la Afganistan Analysts Network (AAN).
Baradar: ¿interlocutor?
La intensidad de la insurrección no disminuyó en Afganistán cuando el antiguo ministro de Defensa talibán, el mulá Obaidullah, fue arrestado en 2007. Así que el arresto de Baradar no prevé la desmoralización de los militantes islamistas o su debilitamiento militar. Aunque el segundo de los mulá ha rechazado hasta ahora las ofertas de diálogo, Occidente y Pakistán continúan viéndolo como un posible interlocutor para las negociaciones con el Talibán. Si eso ocurre, Pakistán parece estar apostando por el rol de mediador.
El mulá Baradar era el segundo al mando, tras la máxima figura del mulá Omar (líder espiritual de los talibanes). Baradar, de 42 años, nombraba y destituía Comandantes y Gobernadores de los islamistas militantes, dirigía el Consejo (Shura) de Quetta, controlaba el cuartel general talibán y publicó las principales declaraciones de los rebeldes.
A Baradar se le imputa también la dirección de la estrategia contra la operación "Mushtarak", la ofensiva de 1.5000 soldados de la OTAN, en marcha desde el pasado fin de semana.
"El mulá Omar no quiere cooperar, así que apresaron al mulá Baradar para que los talibanes se enteren quién está al mando (presuntamente Paquistán)", dice el periodista paquistaní Khaled Ahmed.
Observadores internacionales, sin embargo, ponen en duda que la detención de Baradar signifique realmente un punto de giro en favor de Islamabad, que el "romance" de parte del ejército y los servicios secretos paquistaníes con el Talibán haya terminado.
Las agendas "ocultas"
De cara a la anunciada retirada de las tropas internacionales en Afganistán, Paquistán trata de asegurarse Kabul y el Talibán representa un factor esencial para ese propósito. En últimas, para los paquistaníes se trata sobre todo de un enemigo histórico: la India, muy comprometida en la reconstrucción de Afganistán.
"Tenemos un problema con la presencia de la India en Afganistán", admite el vocero de asuntos exteriores Abdul Basit. "La guerra en Afganistán es en realidad una guerra indo-paquistaní", asegura el periodista Khaled Ahmed. En esta constelación, Afganistán parecería apenas trofeo en un juego entre mayores potencias, centro neurálgico en el vórtice de intereses enfrentados.
Autor: Sabina Matthay / Rosa Muñoz Lima
Editor: José Ospina Valencia