Alemania unificada en la Unión Europea
2 de octubre de 2015Un cuarto de siglo después de su reunificación, Alemania sigue siendo “una potencia a regañadientes”, opina Sasha de Wijs, del think tank Crisis Action, con sede en Bruselas. En 2013, la revista británica The Economist señalaba que su hegemonía de facto le exigía asumir su posición de mando sin complejos. “Europa es alemana”, sostiene Eric Bonse, corresponsal del diario Die Tageszeitung en Bruselas, apuntando a la influencia del Estado germano sobre las distintas instituciones comunitarias.
En cambio, Noelle Lenoir, otrora ministra francesa para Europa, desestima la noción de una supremacía alemana en el Viejo Continente. “La canciller Angela Merkel es quizás la más pro-europea de los actuales jefes de Gobierno comunitarios. Ella sabe hacer compromisos y siempre toma en consideración a París”, dijo Lenoir recientemente en una entrevista, recordándonos que la dupla Alemania-Francia siempre ha sido el núcleo y el motor de la unificación europea. Cabe acotar, sin embargo, que es Berlín quien hoy parece llevar las riendas.
El democristiano Elmar Brok, diputado en Estrasburgo desde antes que la RFA y la RDA se unieran, comparte esa impresión. Pero, a sus ojos, el papel preeminente de Alemania en la Unión Europea (UE) sólo se debe a que Francia está económicamente debilitada y concentrada en sus reformas internas. “Dirigir solos no nos gusta. Psicológicamente hablando, es más fácil dirigir entre dos, como lo hacíamos con frecuencia antes”, comenta Brok en entrevista con DW, agregando que sería importante sumar a Polonia a esa cúpula de liderazgo.
Opiniones divididas de cara a Alemania
En Bruselas prefieren no recordar las reservas que algunos Estados, como Gran Bretaña y Francia, expresaron de cara a la reunificación de Alemania. Por otro lado, en 1990, los habitantes de la desaparecida RDA también se vieron confrontados de golpe con las dos nuevas identidades que la reunificación nacional les impuso: la de ciudadanos de la República Federal de Alemania y la de ciudadanos de la Comunidad Europea. Ese mismo año se puso en marcha también la creación de una unión monetaria y de una unión política.
En aquel momento, el euro fue visto como la contraprestación del pueblo alemán por su reunificación. Hoy, Berlín es percibida como una instancia que divide a los europeos; los unos están a favor y los otros en contra de la posición alemana frente a la moneda única, a la austeridad como solución para las crisis fiscales de países endeudados, a la guerra civil de Ucrania y al flujo de refugiados provenientes de Europa Oriental y del Cercano Oriente. De nuevo se apela al cliché de los nazis para criticar al Gobierno alemán y su política europea.
Un gigante modesto
Las opiniones también se dividen cuando aflora la pregunta: ¿cómo debe Alemania administrar su prominente posición en la UE? El eurodiputado Elmar Brok recomienda que el gigante europeo sea modesto para no atizar la desconfianza de sus socios más pequeños. El exmandatario belga Guy Verhofstadt, en cambio, cree que Alemania puede mostrarse más ambiciosa y enérgica. Brok aconseja que Alemania coordine mejor con Francia la política exterior comunitaria para que funcione como lo ha hecho en el caso de la crisis ruso-ucraniana.
Verhofstadt coincide con la francesa Lenoir en que lo que le falta al dúo Alemania-Francia es definir un objetivo claro para el futuro del proyecto europeo. “El problema de avanzar paso a paso es que, cuando se tiene en las manos una crisis del euro y un fenómeno como el de la inmigración masiva, no se logra mucho. Uno siempre termina reaccionando tardíamente a las situaciones en lugar de correr adelante y prever soluciones. A veces, tanto en la vida privada como en las organizaciones supranacionales, debemos dar un salto grande hacia delante”, sostiene el exjefe de Gobierno de Bélgica.