Alemania y México: la discreta euforia
10 de mayo de 2008La relación entre Alemania y México está hoy por hoy plenamente armonizada con los términos del diálogo bilateral entre la Unión Europea y ese país latinoamericano. Así como la canciller Angela Merkel invitó al presidente mexicano Felipe Calderón a la cumbre del G-8 celebrada en el balneario de Heiligendamm, en el verano de 2007, la comisaria europea de Asuntos Exteriores, Benita Ferrero-Waldner, hizo hace unos días un anuncio que encontró gran eco en tierras aztecas.
El bloque comunitario europeo, dijo Ferrero-Waldner, sellará con México un acuerdo de asociación estratégica como el que ya firmó en 2007 con Brasil (país que también fue invitado a la cumbre alemana del G-8).
Ya pasó la avidez
Del mismo modo, el viaje de Angela Merkel a México se produce en un momento de discreta pero palpable euforia, que está fuertemente marcada por el comercio.
Desde la perspectiva germana ya no se ve a México con los ávidos ojos de los años noventa. En esa época, Alemania contemplaba al país azteca como importante puerta de entrada al mercado norteamericano, debido al Tratado de Libre Comercio entre Canadá, Estados Unidos y México.
Hoy, la diferencia es que esa mirada va acompañada de un claro pragmatismo: México no es una promesa, sino una realidad con virtudes y límites definidos. Sin ser el principal socio alemán en América Latina (lo es Brasil), el país azteca presenta potencial por explotar: Alemania concentra tan sólo el dos por ciento del comercio exterior mexicano, en el que Estados Unidos es presencia hegemónica.
De igual modo, todos los indicadores de la balanza comercial germano-mexicana registran números positivos, aunque buena parte de ese intercambio proviene de las propias empresas alemanas afincadas en México.
No podía faltar: la política
La discreta armonía germano-mexicana tiene, además, una lectura política. Por una parte, tanto Alemania como Europa parecen aprovechar la oportunidad que se abrió con el cambio de gobierno en México: mientras que el ex presidente Vicente Fox y su primer canciller Jorge Castañeda concentraron la política exterior mexicana en la relación con Estados Unidos, ahora, con Felipe Calderón, México tiene un régimen más sensibilizado a la relación con Europa. La actual encargada de la diplomacia mexicana fue antes embajadora de su país en Alemania.
Por otra, no parece casual el apoyo temprano y manifiesto de la canciller cristianodemócrata Merkel a un mandatario conservador como lo es Calderón. Éste, considerado "ilegítimo" por un estentóreo y amplio movimiento en el que participan fuerzas de la izquierda mexicana, pudo remontar el difícil inicio de su gobierno amparado en el reconocimiento que ha recibido desde Alemania, la Unión Europea, y otros puntos del exterior.
Administrar la discrepancia
Por supuesto, entre Alemania y México hay y habrá diferencias. Quizá Merkel marque un protocolo distinto del de sus antecesores y decida abordarlas; por ejemplo, en el caso de los derechos humanos y las llamadas "muertas de Juárez".
La canciller germana, sin embargo, sabe adminstrar la discrepancia. Por ejemplo, ha recibido al Dalai Lama sin que se desborde la relación con Pekín. ¿Habría un tema que pudiera opacar la relación bilateral con un país menos relevante, como lo es México en el orden de la política y la economía globalizadas?
Por lo demás, los números que más impresionan en la relación bilateral no son los económicos sino los educativos. El Servicio Alemán de Intercambio Académico (DAAD) abrió en 2001 una oficina externa en México. Desde entonces, el número de estudiantes mexicanos que realizan estudios en Alemania becados por la organización ha crecido entre 60 y 70 por ciento, por año.