"Aquí no hay censura": así viví las 'mañaneras' de AMLO
19 de enero de 2022"Aquí se ventila todo", asegura el presidente de México, delante del atril. "No hay censura". Luego, Andrés Manuel López Obrador elogia el foro desde el que habla ese día, como casi todas las mañanas. "Hemos logrado que sea uno de los espacios más vistos por los mexicanos", dice. Y sonríe satisfecho.
A finales de 2021 pasé varias semanas trabajando en Ciudad de México. Durante ese tiempo, seguir las "mañaneras" de López Obrador se convirtió en una ocupación habitual. Vi varias conferencias matutinas del presidente y también asistí a algunas en el Palacio Nacional, una visita vinculada, además, al extraño placer de llegar al centro histórico de la capital sin padecer los frecuentes atascos del tráfico, por la hora a la que había que llegar a la sede de gobierno, poco antes del amanecer. "Para entender bien a López Obrador es bueno verlo varios días seguidos en la 'mañanera'", me aconsejó una experimentada colega poco después de mi llegada. Para entender su forma de hacer política. A eso fui, pues, a pesar de que salir del centro más tarde, a media mañana, no fuera nunca tan fácil.
La tradición de la 'mañanera'
Novedosa para la presidencia, la 'mañanera' tenía ya en realidad tradición cuando AMLO asumió el poder en 2018. El mandatario la implementó cuando era jefe de gobierno del antiguo Distrito Federal, hoy la Ciudad de México. Con ella se hizo conocido entre 2000 y 2005 al frente de la capital y, en base a ella, ha cimentado su popularidad en los tres años que lleva como presidente. La 'mañanera' es, en cierta forma, intrínseca a su forma de gobernar. Con ella, AMLO sienta día tras día hábilmente la agenda política y consigue a menudo que sus rivales y la opinión pública vayan a remolque de él, no por delante.
A esa estrategia política personal se suma el valor simbólico, más general, de haber convertido en algo habitual que el jefe de Estado comparezca con regularidad ante los medios y rinda cuentas en público. Un mérito, en un país poco acostumbrado a ello antes de su sexenio, por sus líderes percibidos como distantes y altaneros, cuando no abiertamente corruptos. Ocurre, también, lo que suelen recalcar los defensores del actual mandatario: López Obrador no rehúye las preguntas incómodas.
Periodistas, activistas y aduladores
El guión de las 'mañaneras' no suele variar mucho. El presidente comparece acompañado por algunos funcionarios de su gobierno, algunas veces el canciller, Marcelo Ebrard, otras, -a menudo en momentos críticos de la pandemia-, por el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell. A comienzos de semana va el procurador federal del consumidor, Ricardo Sheffield, para presentar los rankins de precios de distintos productos que suele encargar el presidente para elogiar en público a las empresas con la oferta más barata -de la gasolina, del diésel, de varios productos de primera necesidad- y exponer a aquellas con la más cara. Al equipo presidencial le gusta también mostrar videos sobre los avances en obras de infraestructura en distintas regiones del país.
Luego, el propio López Obrador abre la ronda de preguntas. A menudo provienen de activistas llegados de varios estados y de aduladores del mandatario, que más que indagar por cuestiones concretas, presentan problemas específicos para los que esperan la ayuda de AMLO: apoyo consular para unos migrantes mexicanos sin atención médica en Estados Unidos, su intervención para que se termine de construir una carretera en el estado de Sonora, cuyas obras no avanzan debido a la corrupción.
El pasado siempre fue peor
López Obrador elige las preguntas aparentemente al azar -"tú, tú y tú", dice, el dedo índice apuntando a las manos levantadas por toda la sala, para fijar el orden de las consultas- y responde a todas. A algunas, eso sí, con más dedicación que a otras. Muchas de sus respuestas son también una digresión, un gran paréntesis sobre asuntos históricos, muchas veces aparentemente con poca o ninguna relación con el tema de la pregunta. A AMLO le gusta hablar del pasado, por lo general para hacer una comparación desventajosa con el presente. Habla de los atropellos habituales de la época del presidente Carlos Salinas de Gortari, del retroceso que significó el sexenio de Vicente Fox. "Ahora ya no es como era antes", dice, por ejemplo, para asegurar que la lucha contra la corrupción es uno de los pilares de su gestión. La Cuarta Transformación anunciada por su gobierno, la 4T, necesita del contraste.
El presidente necesita además de la contraposición, del abierto enfrentamiento con los medios. La revista Proceso, que le dedicó una portada desfavorable por sus primeros tres años de gobierno, le parece un pasquín, también el diario conservador Reforma, blanco habitual de sus iras, en esos días, en particular, por el ahínco con el que denuncia la iniciativa de AMLO para blindar contra demandas judiciales sus obras de infraestructura, un decreto que varios expertos consideran inconstitucional.
La polarización
López Obrador es hábil para trazar los límites entre unos y otros. Para polarizar, para distinguir entre "ellos" y "nosotros". A veces con ironía -en su retórica de cadencia pausada y pausas frecuentes mezcla a menudo comentarios mordaces y, también, muy eficientes-, otras, simplemente, culpando a otros, por lo general a sus rivales políticos. "Los ataques se intensifican", dice, para asegurar luego que su gobierno se mantendrá firme, pese a todo. "¿Cómo resistimos? Pues por el pueblo". Por cosas así sus críticos lo acusan de populista.
"Nuestros adversarios aprovechan todo para atacarnos", dijo esta semana AMLO para rechazar críticas a su gobierno por el reciente asesinato de dos periodistas, en un país considerado el más peligroso del mundo para ejercer esa profesión. El comentario me pareció un enorme exceso. Sonaba, eso sí, al patrón que conocí en Ciudad de México. El de siempre. El de las 'mañaneras'.(ms)