Armas autónomas, a debate en Ginebra
26 de agosto de 2018En el cine y los juegos de video, las máquinas asesinas que se controlan a sí mismas llevan años causando fascinación entre los amantes del entretenimiento, la ciencia ficción y la violencia explícita; como muestra, un clásico: la película Terminator. En las ferias especializadas, las armas programables ya se ofrecen de manera habitual, pero no desde hace mucho tiempo. Y eso es bueno, alegan los activistas que ejercen presión a escala internacional para que las armas autónomas sean prohibidas. A sus ojos, aunque el desarrollo de la inteligencia artificial con fines bélicos avanza a grandes pasos, todavía hay tiempo para promulgar y hacer respetar leyes de alcance global que impidan su proliferación. Pero no todos comparten su opinión.
Eso volverá a quedar en evidencia entre el 27 y el 31 de agosto, cuando los miembros de la comunidad internacional se reúnan en Ginebra para debatir sobre los Sistemas de Armas Letales Autónomas (LAWS, por sus siglas en inglés) o, en palabras del Comité Internacional de la Cruz Roja, los sistemas de armas que buscan y eligen sus blancos de manera independiente –sin intervención humana– para luego atacarlos o destruirlos. ¿Qué pasaría si el robot de un bando no sólo decide neutralizar los proyectiles de su rival, sino también asesinar civiles? ¿Es lo mismo un robot que busca, reconoce y desactiva minas, que uno dedicado a cazar, identificar y matar gente? No todos los Estados responden de la misma manera a esas preguntas.
Más allá de la ciencia ficción
Aunque la distinción entre combatientes y civiles es una de las reglas más trascendentales del Derecho de guerra, en tanto que obliga a los protagonistas de un conflicto a garantizar al máximo la protección de los civiles y de sus edificios, hay naciones cuyos Gobiernos se niegan a prohibir las armas autónomas de manera vinculante; los más reacios son los que más recursos invierten actualmente en el uso militar de la inteligencia artificial: Estados Unidos, Israel, Rusia y Gran Bretaña. Quien lleve la batuta en este ámbito dominará el mundo, dijo al respecto el “hombre fuerte” de Moscú, Vladimir Putin. Y en Washington, este tipo de armamento es hasta elogiado porque supuestamente contribuye a reducir el número de “daños colaterales” en el marco de un enfrentamiento.
Se presume que, cuando un soldado está abrumado por la información que recibe desde el frente, las computadoras pueden mantener su “mente clara” y cometer menos errores. Ese fue uno de los argumentos articulados por la delegación estadounidense en la última cita de Ginebra dedicada al tópico; Washington desaconsejó estigmatizar a estas armas. Hasta ahora, sólo 26 Estados han favorecido la prohibición total de las armas autónomas; pero ellos cuentan con el respaldo de las 230 organizaciones y las tres mil personas que firmaron una petición alusiva puesta en circulación por el Instituto Future of Life, que reúne a científicos y empresarios célebres por sus trabajos sobre la inteligencia artificial. Alemania y Francia han propuesto una tercera vía.
¿La hora de la sociedad civil?
Si bien el Gobierno de coalición alemán se comprometió a rechazar internacionalmente las armas autónomas, éste unió su voz a la del Ejecutivo francés para recomendar la redacción de una declaración política y, más tarde, la de un código de comportamiento militar. A juicio de Berlín y París, un tratado para prohibir ese tipo de armamento debe ser el último paso porque las opiniones al respecto difieren demasiado. La progresión planteada tendría, a los ojos de Alemania y Francia, la facultad de reducir la polarización prevalente. Los activistas de la campaña “Stop Killer Robots” no comulgan con este procedimiento. Ellos sostienen que, dado el peso de Alemania en la Unión Europea, este país debe dar el ejemplo y exigir la prohibición total.
“A las armas autónomas no se les puede implantar un chip para que respeten el Derecho internacional. Si el Gobierno alemán realmente quiere que este tipo de armamento sea rechazado, debe demostrarlo. Eso es lo que significa asumir responsabilidad”, señala Thomas Küchenmeister, presidente de Facing Finance, una organización que participa en la campaña “Stop Killer Robots”. Si las discusiones de Ginebra no muestran avances, es muy probable que sea la sociedad civil en varios países la que empiece a ejercer presión sobre sus líderes, pronostica Küchenmeister, recordando que la lucha contra las minas prosperó y derivó en la firma de un tratado para prohibirlas al margen de la ONU; los impulsores de esa campaña internacional fueron reconocidos con el Premio Nobel de la Paz en 1997.
Nina Werkhäuser (ERC/RRR).
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