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Arquitectura en Alemania: de la revolución industrial al eclecticismo

Carlos Albuquerque (I.G.U.)9 de junio de 2007

Desde el punto de vista de la arquitectura, el siglo XIX estuvo marcado por la expansión urbana, por el inicio de la tendencia racionalista y por el eclecticismo arquitectónico.

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"Semperoper" en Dresden.Imagen: picture-alliance/ ZB

Tras la victoria en la guerra germano-francesa de 1870-1871, el recién formado Imperio Alemán experimentó un intenso crecimiento económico. Ya a finales del siglo XIX, a Alemania se la llegó a equiparar con las naciones más industrializadas de Europa. Poco antes de la I Guerra Mundial, la economía alemana superaba a la belga, la inglesa, la francesa y hasta la de los mismo Estados Unidos.

Las reparaciones de la guerra pagadas por Francia dieron paso a una primera oleada de nuevas empresas, de ahí que este periodo se conociese como el "Gründerzeit", la era de los fundadores. La industrialización, el crecimiento demográfico y la fuerte migración campo-ciudad fueron los detonantes del increíble crecimiento urbano que caracteriza al siglo XIX. Con la sustitución de la manufactura por la industria también llegaría la división del terreno en áreas exclusivamente residenciales y otras laborales.

El invento de la locomotora y de la línea ferroviaria y el posterior desarrollo de los transportes públicos a través de la electrificación de tranvías y metros hicieron posible que las ciudades tradicionales se expandiesen. La planificación urbana, tal y como hoy la conocemos, por aquel entoces todavía no existía.

Deutsches Opernhaus Berlin Charlottenburg
Ópera en el barrio de Charlottenburg, en BerlínImagen: picture-alliance / akg-images

Orden urbano bien definido

Siguiendo la tendencia del capitalismo económico, la ampliación urbana se llevó a cabo de manera racionalista, mediante la división de las ciudades en parcelas rectangulares y estrechas, pero de gran profundidad, en las que la luz y la ventilación eran las justas.

El máximo aprovechamiento del terreno y la tendencia a la aglomeración, es decir, a la construcción de edificios de varios pisos, fueron los recursos de la lógica especulativa. Así, cada manzana se convertía en una unidad de ampliación: los edificios tenían que adaptarse a los ya trazados parques y calles; todas las parcelas eran de iguales dimensiones y las fachadas unitarias, pero no similares. La clara separación entre el espacio público y el privado transmitía la idea de un orden urbano bien definido.

Imagen distorsionada

Sin embargo, esta imagen no se asemeja a la realidad, ya que, en verdad, las ciudades eran grandes colmenas. La altísima densidad demográfica de las zonas residenciales provocaba endemias, como la epidemia de cólera que azotó la ciudad de Hamburgo en 1892, con más de 10.000 muertos. Al contrario de las ciudades en Inglaterra, donde la residencia individual también era una opción, las urbes alemanas se convirtieron en "Mietskasernenstädte", es decir, en ciudades de casas de alquiler.

En Berlin, tanto los burgueses del barrio de Charlottenburg como el proletariado de Kreuzberg vivían en edificios de varios pisos. Mientras que una familia burguesa habitaba residencias de siete a ocho habitaciones, siendo la rebuscada decoración de las fachadas señal de estatus, las familias proletarias de cinco miembros compartían, normalmente, una sola habitación, con el cuarto de baño en el patio o en el pasillo. La arquitectura moderna de principios del siglo XX se posicionaría después contra tal situación.

A pesar de la insalubridad que reinó en el siglo XIX, las infraestructuras urbanas, como la canalización o el sistema de cloacas, se vieron mejoradas y la calidad de vida aumentó. Característico de este periodo es el gran número de nuevas construcciones, además de iglesias y ayuntamientos, que también recibirían un tratamiento arquitectónico: museos, teatros, óperas, hospitales, estaciones de tren, etc. también se convirtieron en representes del poder estatal a través de su arquitectura.

Neoclasicismo y neogótico

Dentro de la arquitectura, el siglo XIX estuvo marcado por los principios del racionalismo en la construcción y por el eclecticismo de los estilos arquitectónicos, lo cual no sólo se dejó notar en las cornisas y fachadas de los edificios de viviendas, sino también en el carácter de los edificios tanto privados como públicos.

A falta de un estilo que se correspondiese con la nueva era industrial, la separación del pensamiento arquitectónico del racionalismo y la necesidad de representar a la burguesía y a los nuevos Estados nacionales dieron lugar a nuevas tendencias de corte neoclásico y neogótico a la hora de dar una estética a los edificios públicos y religiosos, cosa que ya se venía anunciando desde comienzos de siglo a través de la obra del arquitecto Karl Friedrich Schinkel.

Entonces, a penas se oyeron voces disonantes contra esta tendencia, en comparación con las críticas que llegarían años después de la mano de los arquitectos precursores del Modernismo, como el austriaco Adolf Loos con su artículo "Ornamento y crimen" de 1908.

De entre los arquitectos alemanes de la segunda mitad del siglo XIX, cabe destacar al teórico y arquitecto de la Ópera de Dresden, el hamburgués Gottfried Semper (1803-1879).

El arquitecto de Nietzsche

Gottfried Semper
Gottfried Semper.Imagen: dpa

Semper rebate la idea de la pureza de la Antigüedad griega en un estudio titulado "Policromía" (1834), afirmando que los edificios de la época, idealizados en mármol blanco por pintores y arquitectos del Siglo de las Luces, en realidad estaban pintados. Este estudio influyó en la obra del filósofo Friedrich Nietzsche, en la que constata el carácter dionisíaco y apolíneo de la cultura griega. Nietzsche consideraba a Semper el "mejor arquitecto de su época". Su creación más famosa es la Ópera de Dresden, también conocida como la "Semperoper", construida entre 1869 y 1878 en la capital de Sajonia.

La arquitectura barroca de Roma fue su fuente de inspiración para diseñar la puerta de entrada, que marca una continuidad entre el edificio y el espacio urbano que le rodea. Como afirma el teórico de arquitectura Fritz Neumeyer, Semper estableció en Dresden la dicotomía entre la arquitectura apolínea y la dionisíaca: mientras que en el palco reina Apolo, que está encarnado en la lira del techo, es la estatua de Dionisio la que corona la puerta de entrada y la que adelanta el carácter festivo del edificio.

Además de censurar la racionalización arquitectónica mediante duras críticas al sistema de ejes de construcción, Semper también promovió la vuelta al Renacimiento como forma de reunificación de las artes y fue el precursor de un movimiento arquitectónico que daba prioridad a la percepción del cuerpo y de la superficie frente a la lógica de la técnica.

Fue Schinkel quien ejerció influencia sobre arquitectos racionalistas, como Mies van Der Rohe, mientras que la poco estudiada influencia de la obra de Semper ha llegado a nuestros días a través de arquitectos "nietzschenianos" como Oscar Niemeyer y Zaha Hadid.