Berlinale: “Un día en Europa”
12 de febrero de 2005El cine alemán atraviesa un buen momento. Así lo confirman los 36,7 millones de espectadores que acudieron el año pasado a ver producciones germanas. Y así lo confirma también la cinta “Un día en Europa” (“One Day in Europe”), que se estrenó este sábado en la Berlinale. La película de Hannes Stöhr, una de las tres con que Alemania compite por un Oso de Oro, fue recibida con aplausos en Berlín. Y eso revela uno de los secretos del éxito de los cineastas alemanes actuales: el humor.
Un juego de clichés
“Un día en Europa” no es una cinta de risa fácil, como la que encabeza la lista de las películas nacionales más taquilleras del último tiempo: Raumschiff Surprise, una parodia de “Viaje a las estrellas”. No fue concebida para arrancar carcajadas, sino sonrisas, o quizá un guiño, al mostrar el polifacético rostro de una Europa en que sus habitantes no siempre se entienden pero se sienten reflejados.
Cuatro ciudades -Moscú, Estambul, Santiago de Compostela y Berlín- sirven de escenario para las peripecias que viven diversos turistas en el día de una ficticia final de la Liga de Campeones, entre los clubes Deportivo La Coruña y Galatasaray Estambul. Estructurada en base a distintos episodios que tienen lugar simultáneamente en esos lugares, recurre a los clásicos clichés sobre la mentalidad de las respectivas naciones.
“Un inglés europeo”
En cada caso, los protagonistas se ven envueltos en asaltos, pero las reacciones de la policía son muy diversas: mientras los rusos son lentos y burocráticos, los turcos no trepidan en recurrir a los golpes. Los españoles son alegres y despreocupados, hasta que se les presenta un inconveniente, y los alemanes, tan meticulosos, exageran al extremo de que finalmente son burlados. En suma, se trata de los prototipos y prejuicios europeos.
Europa es mostrada también como una Babilonia moderna, en la que aún hoy cuesta abrirse paso sin un diccionario. Pero en la diversidad está también la riqueza y exponerla es la intención de esta película, en la que lo cómico no excluye lo trágico. “El idioma del futuro será un ‘inglés europeo’ en el que uno entenderá también palabras como ‘siesta’ o ‘merhaba’ sin problemas”, señala el director alemán, quien logró un atractivo aporte a la búsqueda de lo que él mismo llamó el “european way of life”.