Bélgica: incompatibilidad histórica
24 de diciembre de 2007Resulta insólito que un país de Europa occidental, que es además, corazón de la Unión Europea, no sea capaz de conformar un gobierno en un lapso de seis meses. Una crisis de casi 200 días, que suscitó especulaciones sobre una posible división entre la opulenta región de Flandes y la menos próspera región francófona de Valonia, en el sur.
Guy Verhofstadt, el ex primer ministro que tenía previsto entregar el poder el próximo 23 de marzo a Yves Leterme, ganador de las elecciones generales de junio pasado, asume ahora una función de salvavidas que permita, tras bambalinas, las negociaciones para la formación de una coalición.
Coalición única
La coalición en el gobierno bajo Guy Verhofstadt es única en el mundo. Al frente del gobierno se encuentra un político derrotado en las urnas mientras que el sonriente triunfador se conforma con un segundo puesto. El gobierno integrado por democristianos, liberales y socialistas tendrá vigencia hasta el 23 de marzo de 2008.
Guy Verhofstadt, político liberal de origen flamenco, ya se había despedido de la política, pero el rey Alberto II le pidió que sacara al país del atolladero. El cristianodemócrata Leterme no consiguió conformar un gobierno de coalición entre democristianos y liberales. Sólo el “mago” Verhofstadt, como lo llama el diario Vers L’Avenir, podría reconciliar a los enfrentados partidos del norte y sur del país.
Antagonismos históricos
Una mirada a la historia belga muestra el porqué de las actuales dificultades. Bélgica ganó su independencia en 1830, después de pertenecer, al igual que Luxemburgo, a los Países Bajos Unidos, una construcción ideada por Austria para detener el curso de expansión de Francia, que no funcionó. Quince años después la francófona región de Valonia optó por la secesión de los Países Bajos.
La nueva Bélgica fue conformada por cinco provincias valonas y cinco flamencas con la capital Bruselas. El país inició así una vida independiente con la semilla de la incompatibilidad cultural en su interior que no se ha aminorado pese a que han transcurrido 180 años.
Además, las relaciones entre el norte y el sur quedaron marcadas por el hecho de que el papel de hegemonía económica se ha revertido. En el siglo XIX era la Valonia industrializada y francófona la dominante, a tal grado que el flamenco como lengua nacional fue reconocido apenas en 1873. Pero los tiempos cambian, y el lento descenso del sur estuvo acompañado por una ascensión de Flandes que hoy en día genera dos terceras partes del ingreso nacional y que subvenciona a Valonia con 9 000 millones de euros al año.
La mayor parte de este fondo es destinado al sistema de seguridad social, lo que despierta la impresión en el norte de financiar una región pobre, que no tendría porque serlo. Eso ha alimentado los sentimientos separatistas en Flandes.
Europa, una oportunidad
Aunque Bélgica es federal, los mecanismos de compensación no se realizan bajo consenso nacional como en otros países europeos como Alemania, Suiza o Francia. Existe una identidad nacional pero una lealtad específica, igual de fuerte, a la comunidad cultural y lingüística. Bruselas no sólo es la capital de Bélgica sino también el corazón de Europa. Y como afirman observadores, la oportunidad para superar los antagonismos del país ubicado entre Francia, Alemania, Luxemburgo y Holanda, se encuentra precisamente en que la integración europea está anclada en una creciente autonomía de las regiones.