El paciente belga
1 de abril de 2016El peligro de que el Estado belga se haga añicos se ha palpado varias veces en los últimos años. Sobre todo los conflictos entre la región de habla flamenca, en Flandes, y la de habla francesa, Valonia, llevan al país al límite de sus fuerzas. Y parece que la lucha antiterrorista no mejora la situación.
La periodista belga Béatrice Delvaux se quejaba hace unos días: ”Algo va mal en nuestro país”. El Gobierno también tiene problemas, los ministros de Justicia y del Interior ofrecieron su dimisión tras los atentados. El presidente Charles Michel, sin embargo, no las aceptó. Una señal de que en la crisis, el Gobierno está más unido.
Mismo partido, pero enfrentados
El Gobierno reconoce que con motivo de las investigaciones tras los atentados terroristas en París y Bruselas, las autoridades belgas han trabajo muy descoordinadamente. Los críticos le echan la culpa al federalismo que, tras diversas reformas, ha originado un estado disfuncional. En realidad, el federalismo debería solucionar los problemas entre ambas regiones, que desde hace décadas lastran el clima político del país. En 1993, Bélgica se convirtió oficialmente en un Estado Federal, por lo que se derivaron muchas competencias de Bruselas a las regiones. Sin embargo, la rivalidad y desconfianza permanecieron entre las diferentes partes del país. Un ejemplo son los 541 días sin gobierno tras las elecciones de 2010, porque los partidos flamencos y valones no se ponían de acuerdo para formar coalición.
Es también sintomático que miembros de un mismo ámbito partidista, como se dio el caso con los alcaldes de la ciudad de Bruselas, Yvan Mayeur, y del suburbio Vilvoorde, Hans Bonte, no dialogaran tras haber surgido problemas por no haber prohibido una manifestación, mayoritariamente formada por hooligans, precisamente el día del acto conmemorativo a las víctimas de los atentados en Bruselas. Por ello, un grupo de investigadores reclama desde hace tiempo una reforma electoral que incluya listas de votaciones para todo el país. “El hecho de que no haya partidos políticos nacionales importantes es sin duda un motivo que crea tensión en Bélgica. Somos el único Estado Federal con esta particularidad”, dice el investigador político Dave Sinardet en entrevista a DW.
¿Los mismos fallos a nivel estatal?
Pero no todos comparten la idea de que el federalismo belga esté en crisis. “No veo a Bélgica ante una nueva crisis. Tampoco tengo la impresión de que el conflicto de los idiomas vaya a más. Bélgica es un Estado que funciona, aunque visto desde fuera parezca complejo y complicado”, dice Oliver Paasch, presidente del gobierno regional de la comunidad alemana en Bélgica. En vez de una gran reforma estatal, él propondría mejoras puntuales. “Debemos lamentar que el flujo de la información entre los diversos servicios a nivel federal no funcionó con respecto a la lucha antiterrorista”.
Paasch reclama un mejor intercambio de información y recursos adicionales para la Policía y el Servicio Secreto. Además, los bancos de datos de los diversos servicios de seguridad deberían al fin fusionarse. Hasta ahora la Policía federal, la Justicia y el Órgano de Coordinación para el Análisis de Amenazas de Bélgica (OCAM) almacenan la información por separado.
Con respecto a las diferencias sociales, Paasch propone que “Bélgica debería invertir más sobre todo, donde haya problemas, como por ejemplo en el barrio de Molenbeek, en la integración de personas de ascendencia extranjera y con problemas sociales. En ninguno de los otros barrios, se nota tanto la diferencia entre ricos y pobres”.