Campamento sin Fronteras: por los derechos de los refugiados
17 de julio de 2012
Entre los refugiados que participan en el No Border Camp hay personas cuyo permiso de residencia en Alemania no les permite estar allí, por lo cual participar representa todo un riesgo. Para muchos de los que llegan a Alemania buscando asilo la situación en el país de destino es todo menos acogedora, además de que ya pasaron por el sufrimiento que significa abandonar el propio país, la familia, los amigos y el entorno en el que crecieron. Y aquí se encuentran con limitaciones a su libertad y enormes dificultades para vivir una vida digna hasta que se les informa si pueden permanecer o se los deporta en grupo de regreso al lugar de donde vinieron.
Limitación de residencia para los refugiados
“No fue fácil dejar mi país”, recuerda uno de los refugiados, que prefiere permanecer en el anonimato. “Tuve que huir de la guerra y de problemas personales”, dice. Llegó a Alemania por avión, y ahora las autoridades someten a examen su solicitud, por lo cual aún no sabe si podrá quedarse o no aquí. La vida cotidiana lo confronta con una serie de dificultades. “Estoy viviendo en un campamento para refugiados. Allí, la comida no es buena y estoy viviendo con cuatro personas en una habitación, todos amontonados. Me dan solo 40 euros por mes. Son condiciones de vida inhumanas”, se lamenta.
En Alemania rige una limitación de residencia para los refugiados que no les permite abandonar el distrito en el que están registrados. Es decir que es impensable que puedan realizar un viaje de fin de semana para conocer Berlín o Múnich, por ejemplo, ya que, si lo hicieran, se estarían arriesgando a que los deporten. “Es como vivir en la cárcel”, dice nuestro interlocutor, para quien llegar hasta Colonia a participar del campamento de protesta también fue un gran riesgo, pero, según él, uno que vale la pena.
Diez mil solicitantes de asilo por año en Alemania
El peligro que corren estas personas al alejarse de su lugar de residencia en Alemania es bien conocido por Maria Sopala, cofundadora del campamento No Border Camp. “Es un arma de doble filo. Por un lado, queremos que la gente venga. Pero por el otro no podemos garantizarles que no se los someterá a medidas represivas si los descubren”, explica.
El objetivo de Maria Sopala y de los demás organizadores es atraer la atención de la población y las autoridades acerca de la situación de los solicitantes de asilo. “Siempre pensamos desde nuestra posición privilegiada que nos permite total libertad de movimiento”, dice Sopala, “pero muchas personas no gozan de esa libertad, entre ellos, quienes no tienen un permiso de residencia, o los que tuvieron que abandonar su país y no pueden regresar a él.”
Los responsables del campamento de protesta no se dejan amedrentar por el lluvioso verano alemán. Es que se trata de un tema sumamente importante, ya que, en Alemania, de 30.000 a 50.000 personas por año presentan una solicitud de asilo. Y hasta que el procedimiento concluye pueden pasar varios meses, un tiempo de gran incertidumbre para los afectados. “Tienen que luchar por las cosas más elementales, como conseguir comida, obtener una prolongación del permiso temporario de estadía, o que su solicitud de asilo sea aprobada. Y por eso tratan, en lo posible, de no llamar demasiado la atención”, explica la activista.
Actos de protesta, seminarios y conciertos
Solo un pequeño porcentaje de solicitantes obtienen permiso de residencia. La mayoría es deportada por avión de regreso a su país. Los casi 1.000 participantes del No Border Camp de Colonia quieren viajar al aeropuerto de Düsseldorf para manifestar y lograr que se escuchen sus reclamos. Desde ese aeropuerto son deportados grandes grupos de personas, sobre todo de la etnia sinti y roma, de retorno hacia Serbia y Kosovo.
Dentro de las quince enormes carpas del No Border Camp, a orillas del río Rin, se llevan a cabo talleres de esclarecimiento sobre los problemas que acosan a los solicitantes de asilo. En una de ellas, el tema es “Trabajo, migración y oficinas de asesoramiento”, o “Migración y trabajo sexual”. Los participantes intentan hallar soluciones para mejorar la vida de los refugiados en Alemania y en Europa. Se dan conferencias y seminarios, y también se llevan a cabo programas culturales.
Esperanza por mejorar la situación de los refugiados
“Nunca hubiera pensado que Alemania trata así a los refugiados”, dice nuestro interlocutor. “Si me lo hubieran contado no lo hubiera creído.” Para él no es posible continuar su viaje hacia otro país para pedir asilo, ya que de acuerdo con el “Acuerdo de Dublín II” solo es posible solicitarlo en un país de la Unión Europea, más específicamente, en el primer lugar en el que se pisó suelo europeo. “Yo no quiero dinero de los alemanes, no se trata de eso”, afirma. Lo que quiere es tener los derechos que tienen todos los demás: el derecho a vivir y a trabajar en el lugar que él elija, en cualquier parte del mundo.
Autor: Friedel Taube/ Cristina Papaleo
Editor: Enrique López