"Caritas in veritate": una encíclica más cultural que social
8 de julio de 2009Le Figaro, de París: “Se buscan en vano las raíces teoréticas del Papa (Benedicto XVI): Keynes? Hayek? Marx? Benedicto XVI es un intelectual moderado que avanza muy cuidadosamente.
Él desconfía de la ideología y se orienta, sobre todo, en lo que le sirve a la comunidad. El mercado no es demonizado, pero el Papa cree propicio recordar el necesario papel del Estado. Los países ricos no son acusados, pero él advierte que se tiene que tener en cuenta el desarrollo de la humanidad.”
Encíclica sin mensaje hacia el futuro
Süddeutsche Zeitung, de Múnich: “La encíclica Caritas in Veritate es, primero que todo, una encíclica cultural y luego una encíclica social. Y ésto, porque los intereses del autor son primordialmente culturales y, en segunda línea, sociales.
La encíclica (del Papa Benedicto XVI) es una crítica (a la defensiva) de la cultura. Defiende los conceptos católicos de la verdad. Caritas in Veritate se enreda en una lógica eclesiástica cuando presenta las muertes por hambre y los controles de natalidad como dos caras de la misma inmoralidad.
La encíclica pierde así la fuerza que bien pudiera haber tenido. Caritas in Veritate no se retracta de lo que han afirmado otros Papas. Pero tampoco es un emotivo llamado a la humanidad. No es ni una señal profética ni tampoco una que marque una nueva era.
Teniendo en cuenta que esta encíclica estuvo anunciándose durante cuatro años, el resultado aparece magro.”
“Sistema político chino es caduco”
Politiken, de Copenhage: “Los dirigentes chinos respetan los derechos de las minorías tan poco como los derechos individuales de todos. Para los uigures la explotación y discriminación desde 1949 están a la orden del día.
Las materias primas de su provincia son saqueadas, su cultura musulmana es oprimida. Es hora de hacer algo. El sistema político de China pertenece al pasado.”
“China quiere ser moderna superpotencia, pero con viejos parámetros”
El Mundo, de Madrid: “Los episodios de Xinjiang vuelven a poner encima de la mesa las contradicciones del régimen chino, que trata de dirigir una superpotencia en pleno siglo XXI con viejos parámetros autoritarios.
Los límites a los derechos básicos en China, las detenciones sin garantías judiciales y la constante presión de las fuerzas del orden son un anacronismo. La realidad es que, todavía hoy, hay ciudadanos presos por haber participado en las protestas de 1989, y ni siquiera se ha ofrecido una cifra pública de los muertos y detenidos, lo que revela una voluntad de no rectificar y de mantener la política de puño de hierro.”
Editora: Emilia Rojas