Cataluña: “Queremos una república independiente”
11 de septiembre de 2015
Como cada 11 de septiembre, Cataluña celebra la Diada, una fiesta que, desde hace unos años más que nunca, se ha convertido en el día en el que las reivindicaciones de independencia adquieren mayor protagonismo. La celebración más grande se produce en la capital, Barcelona, con la vista puesta en las elecciones regionales del 27 de septiembre, planteadas por diversos partidos políticos, así como por la Asociación Nacional Catalana, como un referéndum por la independencia.
DW habló con Gabriel Rufián Romero, portavoz de la Asamblea Nacional Catalana (ANC) y miembro de Súmate, una asociación independentista y de habla castellana.
Estamos en un momento inédito. ¿Cómo hemos llegado a una situación así en Cataluña?
Habría mucho que decir sobre eso, pero se podría resumir en que es el referéndum que no nos permitieron realizar en su momento [el 9 de noviembre de 2014]. A muchos nos hubiera gustado hacerlo de una manera más ortodoxa. Alguien nada sospechoso de ser un antisistema como David Cameron puso ante las urnas al pueblo escocés, hizo campaña por el “No” y ganó. A nosotros nos hubiera gustado que el Estado español hubiera hecho lo mismo. Pero no lo hizo.
La agenda política ha quedado completamente eclipsada con el debate sobre la independencia. ¿Se han olvidado todos los problemas económicos por los problemas identitarios?
No es un problema identitario. Este proceso habla mil lenguas y ha trascendido cualquier origen, cualquier bandera y cualquier apellido. Y basta ir a cualquier acto de Junts pel sí [‘Juntos por el sí', lista que agrupa a diversos partidos independentistas de diversas tendencias políticas] o de la CUP [Candidatura de Unidad Popular], que también es una lista eminentemente independentista, para comprobar que queremos cambiarlo todo. Queremos proclamar una república independiente con una idea de país absolutamente diferente a lo que tenemos hoy en día, con un sistema de salud o de educación diferente…
La percepción desde fuera es la de una Cataluña dividida prácticamente en dos mitades casi irreconciliables. ¿Se podrá recuperar la convivencia?
La situación no es tan grave. Ese discurso de la ruptura, de la división, viene de una derecha que siempre ha considerado que el debate político es un problema. Nosotros celebramos que se hable de política, que la gente se preocupe de lo que le pasa. No hay tal división. Los que dividen, en todo caso, son los que ejecutaron quinientos mil desahucios en los últimos seis años o gobernaron un país con trece millones de pobres, con 750.000 familias sin ningún ingreso, con 300.000 personas sin asistencia sanitaria, con vallas muy altas en Ceuta y Melilla.
Por sus palabras, parece que la crisis va a dejar de estar ahí si gana el “Sí”.
No. Es cierto que hay varios tipos de independentismo. Hay un independentismo presidencialista, otro partidista, identitario, ideológico, y otro también económico. Y todos son respetables. Hay gente que ha llegado a esto a través de la indignación, a través de la bandera o de un político o partido determinado. Lo que sí hay común es un ánimo de regenerar las cosas.
¿Se atrevería a hacer un pronóstico para el 27 de septiembre?
Yo soy optimista. Creo que ganaremos como nunca y donde nunca. Estoy convencido de ello. Para el referéndum del 9 de noviembre pronostiqué que iban a votar dos millones y medio de personas y había gente que se echaba las manos a la cabeza. Al final fueron 2,3 millones. Y no es que yo tuviera una varita mágica, es que yo estaba en contacto con la calle y percibía esas ganas de votar. Y creo que el 27 de septiembre pasará lo mismo.
¿Y qué pasará el día después?
Quizá sea más preocupante la gestión de la victoria que la victoria en sí. Creo que al final se trata de que gente tan diferente como de Convergencia [CDC, el partido conservador gobernante en Cataluña], Esquerra [Izquierda Republicana de Cataluña], incluso de la CUP, se pongan de acuerdo en un proceso constituyente posterior a un proceso de autodeterminación.
En algún momento, en ese proceso, habría que romper la legalidad.
Sí, es lógico. Y entiendo que suena como algo muy grave, pero no lo es. Nosotros tenemos la desgracia de que tenemos delante a un Estado español que no quiere sentarse a negociar nada. Y sí, efectivamente, tarde o temprano tendremos que romper con la legalidad española. Pero no porque nosotros queramos romper nada, sino porque estaremos, en virtud de un mandato popular, en pro de la creación de una república independiente catalana. Y eso significa crear un Estado de derecho, una constitución y crear una legalidad diferente. Eso no es romper, es crear.
En la Unión Europea no hay precedentes. El mismo Cameron, a quien usted ha citado, sostuvo que una Cataluña independiente debería ponerse a la cola de los países que solicitan el ingreso en la Unión.
Hay que puntualizar que Cameron y Merkel se han limitado a repetir lo que dicen determinados artículos de tratados europeos. Dicho esto, a mí me parece muy complicado que en esta Unión Europea, absolutamente pragmática, dejen escapar a una región, como es Cataluña, con diez millones de habitantes y que es contribuyente neta al sistema. Que es uno de los motores económicos de Europa y que es uno de los puntales, también, del Estado español. A mí me parece muy complicado pensar que si no ha salido Hungría, si no ha salido Grecia, después de todo lo que ha sucedido, salga Cataluña de la Unión Europea porque su ciudadanía haya decidido ser un estado independiente.
Tanto desde Juntos por el sí como desde la Asamblea Nacional Catalana, el proceso se plantea en todo momento pacíficamente. Porque hay muy pocos precedentes históricos de procesos independentistas incruentos.
Sí, claro. Aquí hay millones de personas que han salido a la calle en los últimos años con sonrisas, con camisetas, con manos entrelazadas… a reclamar ser otra cosa, y poder votarlo. El pueblo catalán es históricamente pacífico. Y muy racional. Lo que en catalán se llama el ‘seny' [“sentido común”]. Y al final estamos haciendo una revolución, una regeneración y un cambio. No hay ningún tipo de desafío. El problema es un Estado, el español, que considera que un pueblo que sale a la calle es un desafío. Lo que queremos es que se vote. Contarnos en las urnas. Y a partir de ahí, decidir. Esto se ha llamado “la revolución de las sonrisas” y así seguirá siendo.