Cazadores de naufragios
30 de abril de 2014Dicen que no hay paso más peligroso que la ruta del Cabo de Hornos, donde termina el continente americano. Su fuerte oleaje y vientos huracanados han hecho naufragar cerca de 800 barcos y cobrado la vida de más de diez mil marineros.
La fascinación por los naufragios llevó a un capitán y un fotógrafo alemanes a documentar un rico y poco difundido patrimonio, repartido por las playas, costas, canales y fiordos del sur de América. En los últimos 10 años, el capitán del MS Hanseatic, Ulf Wolter, ha pasado regularmente los veranos australes navegando por la zona del Cabo de Hornos. Entre el Estrecho de Magallanes, Tierra del Fuego, las Islas Georgias del Sur, las Malvinas y la Península Antártica ha encontrado estos barcos varados y recopilado sus memorias. “Estas ruinas olvidadas tienen un gran atractivo y cada barco es especial en su tipo. Al ponerse a investigar se encuentran a menudo historias increíbles y además cada uno tiene una gran presencia visual”, dice Wolter.
El fotógrafo Jürgen Hohmut también fue cautivado por la belleza de estos gigantes, que persiguió y retrató en varios viajes entre 2006 y 2011. “Son muy estéticos –dice el fotógrafo Hohmuth-. Es muy loco el contraste que se da entre la naturaleza y las ruinas de estos barcos construidos por el hombre, que yacen allí en medio. Por eso los encuentro fascinantes”.
Cementerio de barcos
Pensaron hacer un calendario con las fotos de uno y los textos del otro, que recogiera este valiosa y desconocida herencia, pero terminaron publicando un libro: “Wracks am Ende der Welt. Der Schifffriedhof um Kap Hoorn” (Naufragios en el fin del mundo. El cementerio de barcos en Cabo de Hornos).
En él documentaron casi 20 barcos que naufragaron entre 1870 y 2003, y quedaron como mudo testimonio de su aventura por los mares del sur. Hay navíos de Alemania, Gran Bretaña, Estados Unidos y Corea, entre otros. Pesqueros, balleneros, de transporte e incluso un buque misionero, el Logos, que antes de encallar en el Canal Beagle debido al mal tiempo y la corriente, repartió más de 50 millones de biblias por todo el mundo.
Algunos naufragaron en temporales o fueron dejados en la orilla pues ya estaban demasiado viejos o era más costoso repararlos. Para el capitán Wolter es difícil hablar de un barco favorito: “Quizás el Lady Elizabeth, en Puerto Stanley. Estuve varias veces a bordo, aunque en realidad estaba prohibido, algo que en principio no sabía”.
Desafiando el clima
Con el paso del tiempo, algunos barcos se han convertido en cascos oxidados o sus maderas han sido carcomidas por las aguas. En peores o mejores condiciones, todos se mantienen estoicos en su lugar, desafiando el clima.
Mientras que del Ambassador no queda más que el esqueleto en una playa del Estrecho de Magallanes, el Micalvi, en Puerto Williams, fue acondicionado como bar para navegantes y en él se han celebrado fiestas legendarias. Un caso singular es el de dos barcos que naufragaron en la misma noche de tormenta y quedaron varados, a poca distancia uno del otro, en las islas Georgias del Sur.
Algunos son atractivos turísticos de la Patagonia, pero otros son de difícil acceso, desconocidos o sólo se puede llegar a ellos por barco o a pie. Para fotografiarlos, Hohmuth debió sortear el mal tiempo e incluso algunas dificultades de tránsito en la frontera chileno-argentina, por lo que tuvo que caminar varios días para alcanzar su objetivo. “El clima siempre es un problema en esta zona, pero aun con mal tiempo se pueden hacer buenas fotos. Además es parte de la historia de estos barcos”, dice Hohmuth.
La leyenda y sus monumentos
A fuerza de travesías dignas de novela, la zona del Cabo de Hornos se ha convertido en una leyenda. Hoy navegantes de todo el mundo desafían estas aguas a pesar del peligro. Pero los navíos que quedaron por estas rutas son todavía poco conocidos, incluso por los propios habitantes de estas tierras. “La gente no entiende completamente la importancia de estos monumentos históricos que son los barcos que aquí naufragaron y que representan un legado histórico y arqueológico”, indica el fotógrafo Jürgen Hohmuth.
Más que ruinas, éste es un patrimonio digno de ser conservado, por lo que algunos barcos han sido declarados monumentos históricos. Wolter y Hohmuth están difundiendo esta herencia cultural con exposiciones fotográficas en Alemania. Desde mediados de mayo están en el Museo Marítimo de Stralsund y en octubre se presentarán en el Museo Alemán de Navegación, en Bremerhaven.
Para estos aventureros, cada barco tiene un significado especial y es testimonio del peligro siempre presente. Como reflexiona el capitán Ulf Wolter: “Los naufragios siempre nos recuerdan el hecho de que todo es perecedero”.