Charles Darwin: cazador, coleccionista y revolucionario de corazón
12 de febrero de 2009Era joven. 22 años. Hijo de familia adinerada. Estudió Teología de la Naturaleza, aunque su padre hubiera preferido que se dedicase a la medicina, y se pasaba el día mirando las moscas. Sus pasiones: la caza, la equitación y la naturaleza.
No era particularmente ambicioso, pero mostró gran entusiasmo ante una maravillosa oportunidad que le ofrecieron: salir a ver mundo en el barco de exploración Beagle.
Zarpó a finales de diciembre de 1831, y el viaje tuvo una duración de 5 años. Fue el comienzo de la peor agonía de Charles Darwin. Sufrió terriblemente, se mareaba tanto que apenas se tenía de pie. El capitán llegó a dudar de que el científico pudiera completar el viaje de una pieza.
A pesar de ello, consiguió acostumbrarse al eterno balanceo, y volvió a percibir lo que había a su alrededor una vez más. El viaje cambiaría su vida y su opinión del mundo por completo.
La fiebre cazadora y coleccionista de Darwin
Dondequiera que Charles Darwin ponía un pie, coleccionaba lo que veía. Piedras, plantas secas, fósiles de esqueletos animales, insectos, infinitas cantidades de escarabajos, un buen número de aves exóticas que encontró únicamente en las Islas Galápagos: “Cazó muchas de estas criaturas, que hoy llevan su nombre”, dice el historiador científico Profesor Ernst Peter Fischer.
No obstante, a la hora de coleccionar pájaros, no prestó demasiada atención: “Por ejemplo, se olvidó de marcar el lugar del descubrimiento de las aves. Simplemente, las juntó en un saco y se las trajo de vuelta a Inglaterra con la intención de enseñárselas a algún ornitólogo”.
A pesar de todo, Fischer muestra su comprensión: “Es cierto que ahí se dio un poco a la buena vida. Pero es comprensible. Era joven, y no era consciente de que estaba realizando un descubrimiento de dimensiones universales.”
Diferencias y semejanzas
Darwin sólo empezará a sospechar de ello mucho después. De vuelta en Londres, examinó más detenidamente su colección de aves. Muchas de las criaturas contaban con un pico pequeño y grueso con el que cascaban nueces y semillas. Otros tenían un pico largo y muy fino.
Tras observar estos detalles, Darwin reflexionó y descubrió algo que lo sacudió: dedujo que esas criaturas de las Galápagos debían de tener antepasados comunes, que a lo largo de miles de años siguieron diferentes corrientes de evolución.
Un crimen como coartada
Una deducción sacrílega, contraria a lo que las absolutas enseñanzas bíblicas de la Iglesia predicaban: que Dios había creado en seis días a todos los seres (hombres, animales y plantas) tal como son en la actualidad.
Darwin, estudiante de biología, se alarmó. Le escribió a un amigo lo siguiente: “Estoy casi convencido de que las especies no son inmutables. Es casi como cometer un crimen.”
El historiador y biólogo Ernst Peter Fischer interpreta que se refiere a un crimen contra la historia cultural: “Al fin y al cabo, hasta cierto punto arrasó las creencias anteriores, radical y completamente. Seguramente se dio cuenta entonces: era el momento de divulgar nuevas ideas para entender la realidad tal y como se desarrollaba, la verdad sobre el mundo y la naturaleza.”
La biblia de la evolución
Al final, Darwin escribió la obra que le hizo famoso mundialmente: El origen de las especies. Permaneció el trabajo en el cajón de su escritorio un año entero. Darwin tenía grandes reparos, y debatía consigo mismo: “Me lanzarán maldiciones, Señor de los Cielos, son tan bárbaros que querrán clavarme en la Cruz”.
El libro fue publicado finalmente el 24 de Noviembre de 1859, y los 1.250 ejemplares de la primera edición se agotaron de inmediato. Provocó el regocijo y entusiasmo de los científicos más jóvenes, y la cólera y el rechazo de los científicos veteranos y, por supuesto, de la Iglesia. Darwin fue acusado de blasfemo y ateo. Y eso que Darwin –de forma intencionada- omitió completamente la evolución del hombre y tan sólo escribió una críptica referencia al respecto: “Algún día caerá la luz sobre los hombres y su historia”.
Darwin también estableció muchas suposiciones acertadas. Por ejemplo, que el origen de la humanidad se encuentra en África.
Darwin nunca defendió su tesis en público. A pesar de ello, su libro El origen de las especies tardó muy poco tiempo en convertirse en best seller.
Charles Darwin murió el 19 de abril de 1882 a la edad de 73 años. Fue enterrado en la venerable iglesia londinense de Westminster Abbey.