“Chavela” conmueve en la Berlinale
12 de febrero de 2017“Pregúntame lo que quieras, pero no de dónde vengo, sino adónde voy”, dice Chavela Vargas ante la cámara mientras se moja los labios con tequila. Esa imagen fue capturada en 1991, cuando la cineasta Catherine Gund (Australia, 1965) entrevistó a la cantante costarricense en la capital de su patria adoptiva, México. Vargas –Chavela, como la siguen llamando sus numerosos admiradores– había vuelto al escenario tras una pausa de treces años.
“Era la tercera semana que Chavela actuaba en un pequeño teatro llamado El Hábito, en Coyoacán, y yo pensé que era importante documentar ese momento. Se trataba de una artista famosa y, a sus 71 años, abiertamente lesbiana. Yo estaba muy emocionada; en esa época la gente no podía grabar con teléfonos celulares como lo hace ahora”, cuenta Gund, en conversación con DW.
El material rodado en México que la australiana desempolvó hace dos años es la base de la película Chavela, un relato de noventa minutos sobre la difícil trayectoria de Vargas que Gund co-dirigió con Daresha Kyi (Estados Unidos, 1962). Se trata del documental más completo realizado hasta ahora sobre la intérprete de La Macorina; incluye material y testimonios recogidos durante sus 93 años de vida. El hilo conductor de la cinta: su voz grave y tormentosa, su canto al dolor del olvido y a la soledad, que fue su más fiel compañera.
Una niña rara
“Yo vine al mundo cantando; cantaba en todos lados. Nací el 17 de abril de 1919 en Costa Rica. Fui una niña muy triste, muy sola. Mis padres se dieron cuenta de que yo era una niña/niño”, recuerda Vargas en la película estrenada este 11 de febrero en la Berlinale, acotando que sus padres la escondían cuando había visitas y que, cuando se divorciaron, ellos la enviaron a vivir con sus tíos. La propia Vargas sólo pensaba en una cosa: en alzar el vuelo tan pronto pudiera.
Cumplidos los 17 años, llegó a México atraída por las artes que ahí se cultivaban. Los mexicanos eran muy famosos en el mundo de habla hispana; era la época de oro del cine que ellos hacían. “México me enseñó a ser lo que soy; me crió en tierra de hombres”, comenta Vargas desde la pantalla gigante. Con una pistola siempre a la mano, fumaba puros y bebía hasta caerse. “Ella era la más macha entre los machos y ella misma reconoce haber abierto camino. Pero fue con mucho dolor…”, dice la cantante Eugenia León, una de las personalidades invitadas a hablar frente a las cámaras de Gund y Kyi.
En México, Vargas conoció al cantautor José Alfredo Jiménez, cuyo hijo insiste en que la costarricense era la mejor intérprete de sus canciones: “Las entonaba como si las estuviera viviendo”, dice. La relación creativa entre ambos era perfecta e intensamente etílica. “Cuando llegábamos al Tenampa, bebíamos botellas y botellas de tequila; los encuentros duraban tres días”, dice la propia Vargas en uno de los muchos momentos cándidos del documental Chavela.
Vargas cantaba rancheras, pero se rehusó a vestirse con falda y crinolina. Lo de ella era llevar los pantalones donde quiera que estuviera, a pesar de que, “antes de la década de los cincuenta, si te ponías pantalones, la gente te decía cosas en la calle”, como ella misma le cuenta a la cámara.
Amoríos por todo México
Entre los valiosos documentos que rescata la cinta Chavela figuran fotografías que muestran a Vargas junto a Frida Kahlo, exudando una calidez innegable. “Fue un deslumbramiento verle la cara. Parecía un ser que no era de este mundo. Sus cejas juntas la hacían lucir como una golondrina”, dijo Vargas sobre la legendaria pintora. La de ellas era una relación de admiración mutua, con toques de erotismo que apuntan a un amorío del cual, sin embargo, no existen pruebas inequívocas.
En Acapulco, Vargas coqueteó por primera vez con la fama; en La Quebrada, donde los actores de Hollywood se paseaban sin que nadie les pidiera un autógrafo, cantó para animar la celebración de la boda de Elizabeth Taylor y Michael Todd. “Los unos acabaron en los brazos de los otros. ¡Todos! Yo amanecí con Ava Gardner”, le jura a la cámara la mujer de inconfundible voz desgarrada.
“Chavela durmió con todo México. Era famosa por conquistadora. Sabía seducir a las mujeres y se acostó con decenas de ellas; incluyendo figuras de la alta sociedad cuya identidad no reveló…”, dice Kyi, co-directora del documental. Según el testimonio de Alicia Pérez Duarte, quien fue abogada y compañera sentimental de la artista cuándo vivía en Tepotzlán, Vargas estuvo liada sentimentalmente con la novia del poderoso empresario Emilio Azcárraga, quien usó su influencia para que las disqueras vetaran su carrera musical. Vargas pasó mucho tiempo sumida en la pobreza y delicada de salud, viviendo de la limosna de sus entrañables.
Kyi entrevistó a Pérez Duarte apenas en diciembre de 2016, después de haberla encontrado por mera casualidad. “Alicia –Nina, en la película– nos contó que nadie le había preguntado su historia y que nos la quería contar. Cuando llegué a su casa, tenía dos álbumes enormes de fotografías; muchas de ellas se ven en la cinta Chavela”, señala la cineasta. Fue la abogada quien ofreció información clave sobre el temperamento voluble de Vargas y su capacidad para crear leyendas sobre sí misma; como la historia según la cual fueron chamanes quienes la liberaron de su alcoholismo.
La España de Almodóvar
Sobria de nuevo, Vargas volvió a ponerse de pie y a cantar. En los años noventa, actuando en Coyoacán, fue redescubierta por un empresario español que la invitó a trabajar en el teatro El Caracol. Si hasta sus amigos la habían dado por muerta, ¿cómo no iba a hacerlo el famoso director manchego Pedro Almodóvar, quien se convirtió en su gran benefactor tan pronto se enteró de que vivía? Vargas aparece en el momento más dramático de su película La flor de mi secreto. Y fue el enfant terrible del cine ibérico quien movió hilos para llevarla a la tarima del Teatro Olympia de París y, luego, al Palacio de Bellas Artes de México.
En Madrid comenzó una nuevo tramo de la carrera de Chavela Vargas; ahí encontró nuevos amigos y gozó de libertad para ser quien era. Kyi comenta al respecto: “Cuando le concedieron la Gran Cruz de Isabel La Católica, Vargas dijo al aceptar el premio: gracias profundas a esta España que ha sido la madre que nunca tuve y que se juntó con el padre, que es México. Ojalá que no me muera nunca, para poder estar en España".