Chile: adiós a la Concertación
18 de enero de 2010La segunda vuelta de los comicios presidenciales confirmó lo que ya se sentía desde hace meses en el ambiente: la mayoría de los chilenos quería un cambio. Sebastián Piñera y su Alianza por Chile, rebautizada ad hoc para estos comicios precisamente como “Coalición por el cambio" pudieron capitalizar ese sentir y depararon a la derecha su primer triunfo electoral en medio siglo.
A la distancia, este resultado se registra no sin cierta sorpresa al constatar la buena evaluación obtenida en los sondeos por la presidenta saliente, la socialista Michelle Bachelet. Al fin y al cabo, tan mala no puede haber sido la gestión del gobierno si su jefa goza de más de un 80% de aprobación entre los chilenos, aunque se trate de una mujer tan carismática y cálida como Bachelet.
¿Por qué entonces la popularidad de la mandataria, que sin duda echó su peso a la balanza para apoyar la campaña del candidato concertacionista, no logró llevar a Eduardo Frei al triunfo? Varios son los factores que podrían servir de explicación. Se puede argumentar que Piñera no escatimó en gastos para su campaña o que Frei era un candidato sin atractivo. Pero, ante todo, habría que decir que caló en la opinión pública chilena la idea de que el país requería alternancia en el poder. 20 años de gobierno desgastaron visiblemente a una Concertación que se fue desgranando, debilitada por querellas internas y luchas de poder. Escándalos de corrupción de mayor y menor cuantía a niveles intermedios aportaron lo suyo al desencanto.
En segundo término, el factor ideológico se fue diluyendo, al punto de no jugar un papel determinante en estos comicios. Evidencia de ello fue el fenómeno de Marco Enríquez Ominami, un hombre de raíz izquierdista y surgido desde la Concertación, que en la primera vuelta logró un 20% y cuyos votantes a todas luces se volcaron en un tercio hacia Piñera en el segundo llamado a las urnas. Ni siquiera el hecho de que en los partidos de la coalición de Piñera haya figuras directamente asociadas al régimen de Augusto Pinochet parece haber amedrentado a esos electores.
Por otra parte, las diferencias programáticas entre Frei y Piñera no se perfilaron lo suficiente. La contienda no se definió por ende en los clásicos términos de izquierda y derecha en un país que tras el retorno de la democracia se ha atenido fielmente a la senda neoliberal, en pos de éxitos económicos que han conseguido mitigar la pobreza, pero no reducir las enormes desigualdades sociales.
Por eso, el triunfo electoral de Piñera no representa un real vuelco ideológico. Refleja más bien el cansancio con una centro-izquierda que se ha ido desperfilando. La Concertación de Partidos por la Democracia, que tantos méritos tuvo en la reinstauración de la democracia y la estabilidad política y económica, se quedó sin aliento. Y difícilmente habría podido sobrevivir unida un nuevo período presidencial encabezado por Frei. Ahora, desde los bancos de la oposición, tendrá la posibilidad de reagrupar fuerzas, de reinventarse, o de generar una nueva alternativa realmente progresista.
Autora: Emilia Rojas Sasse
Editor: Pablo Kummetz