Transición en Pyongyang
27 de diciembre de 2011Observadores en la vecina Corea del Sur contaban con que el régimen norcoreano movilizara a cientos de miles de personas con motivo de los funerales de Estado de Kim Jong il. También se espera que la población norcoreana acuda para apoyar al hijo y designado sucesor del líder muerto: Kim Jong-un. El duelo decretado por el Estado concluirá el jueves con ceremonias en recuerdo de Kim Jong il en todo el país. En los medios se informó que no se permitirá la asistencia de extranjeros a las exequias.
El secretismo en torno a la ceremonia luctuosa no sorprende. Dos días se mantuvo en secreto la muerte del dictador. Ni siquiera los servicios secretos de Corea del Sur sospechaban algo.
Kim Jong-un fue aclamado “el gran sucesor” por los medios norcoreanos tras la muerte de su padre y unos días después fue nombrado jefe supremo de las fuerzas armadas.
El designado gobernante cuenta con el apoyo político de su familia. Sobre todo de su tía Kim Kyong Hui, que es miembro del Politburo, y de su tío Jang Song Thaek, que dirige el departamento administrativo del partido, vigila los servicios secretos y es vicepresidente de la Comisión Nacional de Defensa.
La transición no está asegurada
China, la vecina más poderosa de la región también ha manifestado su apoyo, pero eso no significa que el control del poder esté asegurado. Según Patrick Köllner, investigador del Instituto Giga de Hamburgo, aunque la sucesión ya ha sido encaminada, mientras no sea asumida no tiene vigencia.
El investigador destaca la juventud y falta de experiencia de Kim Jong-un, como principales obstáculos. Adicionalmente se espera una lucha de poder en el seno del gobierno mismo, donde hay dos corrientes en pugna. Una apuesta por reformas económicas según el ejemplo chino, mientras que la otra se opone a cualquier cambio. Los reformistas conforman una minoría y no existe una oposición que pueda tomarse en cuenta.
“Quien se opone a la familia Kim en Corea del Norte no tiene posibilidades de sobrevivir”, afirma Hanns Günther Hilpert, de la Fundación Ciencia y Política (SWP).
Pese a las pugnas internas, la continuidad política es prioritaria para la cúpula norcoreana y parte de ello es el programa nuclear como medio más efectivo de intimidación frente a Occidente.
Temor en la región
Los países vecinos, sobre todo Corea del Sur, observan los acontecimientos en Corea del Norte con gran preocupación. El presidente surcoreano, Lee Myung Bak, sigue una línea dura y según observadores no hay realmente canales de diálogo. “Las relaciones bilaterales están prácticamente congeladas y no creo que cambien hasta que Lee Myung Bak ceda el paso a un nuevo gobierno en Seúl en 2013", dice Köllner.
El viaje de dos delegaciones sudcoreanas a Pyongyang en nada cambia la situación. Las delegaciones estuvieron lideradas por la viuda del ex presidente sudcoreano Kim Dae Jungs, que promovía una política de acercamiento con Corea del Norte, así como por Hyun Jeong Eun, presidente del grupo Hyundai, que cultiva las relaciones comerciales con el norte.
Según Hilpert, China juega un papel decisivo y apoya al régimen por temor a que, de producirse un desplome del sistema, se desate un flujo migratorio que podría desestabilizar las provincias en el noreste chino, donde viven minorías coreanas. "Las consecuencias de un colapso de Corea del Norte podrían conducir a una reunificación con el sello capitalista y pro-estadounidense, con soldados resguardando las fronteras chino-coreanas, lo que es el peor escenario posible desde el punto de vista chino", indica el analista.
La consolidación del poder hace a un lado cualquier otro tema. “En los regímenes autoritarios la sucesión es un período de inestabilidad que encierra grandes riesgos”, afirma Hilpert, que describe la situación en la región como de “calma antes de la tormenta”. "Sólo que nadie sabe a ciencia cierta cuando se desatará la tormenta", concluye.
Autor: Rodion Ebbighausen /Eva Usi
Editora: Emilia Rojas