Arte asiático en Colonia
6 de julio de 2011“Setecientos, setecientos cincuenta, adjudicado”. Henrik Hanstein, el subastador, da el martillazo que cierra la venta. Una dama de Shanghái acaba de adquirir una pintura en tinta china con una rama en flor y berros por 750 euros. Aún quedan por vender dibujos a la tinta en blanco y negro de la dinastía Tang, chales plateados con grabados y platos de 300 años de antigüedad.
Casi la mitad de los visitantes tienen rasgos asiáticos. Algunos discuten sobre la calidad de las obras. Podría decirse que estamos en una subasta en Bangkok o Hong Kong. Solo el idioma alemán del vendedor y el logo “Lempertz” sobre la mesa recuerdan que la venta tiene lugar en Alemania. El director de la Casa de Subastas de Colonia, Henrik Hanstein, organiza una subasta de arte asiático una vez al año.
Lo importante es que no se trate de falsificaciones
“Casi el 95% de los objetos se los llevan los chinos”, comenta. Durante el período de Mao muchos ciudadanos sacaron del país valiosas obras de arte para salvarlas de la destrucción. “Ahora muchos chinos son ricos y vienen a Europa para recomprar las piezas.” Adquirir arte asiático en Europa es una forma de certificar su autenticidad, dice Hanstein, pues supone una garantía del valor del objeto. “En China se falsifica mucho y el coleccionista de arte nunca acaba de estar seguro”.
El señor Meng, por ejemplo, ha venido desde Pekín. Además de la foto obligada ante la catedral, quiere llevarse a casa un cuadro del artista chino Huang Zhou, conocido por sus pinturas de asnos. “El propietario es un alemán que realizó dos viajes culturales a China”, dice Meng. Durante esas estancias conoció personalmente a muchos pintores y se trajo a Europa un par de cuadros. “De ahí se puede deducir que su origen es relativamente seguro”, resalta este amante del arte. Meng conoce el mercado de antigüedades de China y sabe por cuánto dinero se pueden vender algunos cuadros allí. Por ello está dispuesto a ofrecer un precio más alto que los coleccionistas alemanes.
El arte chino como nueva moneda
Desgraciadamente no es Meng el único que desea el cuadro de Huang Zhou con las dos muchachas y el burro. Otros asiáticos también están allí para ofrecer precios aún más altos. “¡Mío!”, exclama con alegría una joven. Ha ofrecido sin pestañear 190.000 euros por un grabado en tinta china de aproximadamente un metro cuadrado. Con una sonrisa transmite la noticia por teléfono móvil al verdadero comprador. Los agentes a comisión afloran cada vez más en Europa, explica Meng. Los chinos ricos, o no tienen tiempo, o no quieren aparecer en público, por lo que envían un comprador angloparlante a las subastas de Londres, París y Colonia. “Como la situación económica en China es inestable y se considera que el yuan tiene poco valor, son cada vez más los ricos que invierten su dinero en porcelana antigua y pintura”, dice Meng. Las obras de arte para ellos no son solo objetos de colección, sino más bien la nueva moneda.
De todos modos, este coleccionista se puede llevar en su equipaje de mano al menos un jarrón antiguo de 70.000 euros. “Pronto volverá casa de nuevo esta ‘pequeña adquisición' de 200 años de antigüedad”, concluye el señor Meng.
Autor: Shenjun Liu/María Santacecilia
Editor: Pablo Kummetz