CO2: ¿del cielo al subsuelo?
10 de marzo de 2009Por fin, tras meses de largas discusiones, el Gobierno alemán se ha puesto de acuerdo y dará luz verde este miércoles a un nuevo proyecto de ley para regular el almacenamiento del dióxido de carbono que genera la producción y contamina el aire si se emite sin más. Esta legislación podría eliminar algunos obstáculos burocráticos que entorpecen el camino de la próxima generación de centrales térmicas de carbón.
En el parque industrial Schwarze Pumpe, en una región de Sajonia llamada Lusacia, se está haciendo sitio para una de ellas. Junto a una gigantesca planta de lignito, que data aún de los tiempos de Helmut Kohl y fue inaugurada por el ex canciller en persona, el consorcio energético Vatenfall erige un proyecto piloto.
“Una estación para el tratamiento del CO2 y un sistema licuación de gases son los dos nuevos componentes que, tomados de las plantas químicas, han sido incorporados aquí”, explica el director del proyecto, Uwe Burchhardt. Casi la mitad de la superficie que ocupa la planta está compuesta por sus nuevos elementos, por eso hay quien habla, no sin cierta sarna, de centrales térmicas con fábrica química incorporada. Oficialmente se llaman centrales térmicas CCS, las siglas de “Carbon Capture and Storage”.
Depurar, licuar, trasportar y almacenar
Varias son las compañías energéticas que trabajan, aplicando diversas tecnologías, en el desarrollo de centrales térmicas de carbón que emitan cantidades menores de CO2. Al fin y al cabo, la producción de electricidad haciendo uso de la piedra negra está considerada por los ecologistas como uno de los principales ataques al medio ambiente.
Vattenfall ha optado por el llamado “proceso Oxyfuel”. “Con la tecnología Oxyfuel”, dice Burchhardt, “la combustión se lleva a cabo haciendo uso de oxígeno puro, de manera que se produce electricidad con alta concentración de CO2 y después éste se puede depurar, licuar, trasportar y almacenar”.
Sin embargo, el sistema tampoco convence a las organizaciones ecologistas, que lo califican de “ejemplo de cobardía” cuyo único objetivo es el seguir permitiendo la producción de electricidad a través del altamente contaminante carbón. “Estamos convencidos de que esta tecnología puede tener éxito”, contradice Damian Müller a los defensores del medio ambiente.
Müller es portavoz del proyecto de Vattenfall en Lusacia. El consorcio se va a gastar en la planta piloto 140 millones de euros: la cantidad no es ninguna broma y no se invertiría si no se esperasen buenos resultados, asegura. “Queremos intentarlo. Estamos convencidos de que, si no lo intentamos, si nadie lo intenta, las cosas no van a cambiar”, asegura Müller.
La planta térmica que Vattenfall gestiona a la vera del proyecto piloto emite una tonelada de CO2 por cada tonelada de lignito que quema. La nueva generación de centrales CCS contaminan un 90% menos que sus predecesoras. El esfuerzo ecologista merece la pena: en 2015, cuando el proyecto piloto esté listo para entrar en funcionamiento, cada tonelada de CO2 que se lance a la atmósfera podría costar en el Viejo Continente entre 30 y 40 euros, prevé Burchhardt.
¿Cuánto CO2 líquido aguanta la tierra?
Pero existe un problema para el que todavía no se ha encontrado solución: las nuevas centrales invierten grandes cantidades de energía en el funcionamiento propio, cosa de la que el sistema licuación de gases es uno de los principales responsables. En consecuencia, éstas requerirán de más carbón para mantener el rendimiento al nivel de las viejas plantas. Más carbón significa más extracción, y mayores trabajos de extracción una agresión adicional a la naturaleza.
Y además, tampoco se sabe todavía qué hacer con el CO2 convertido en sustancia líquida. La idea es transportarlo en camiones cisterna 350 kilómetros a lo largo de la Alemania oriental hasta la región de Altmark, para almacenarlo allí en un depósito de gas natural. Sin embargo, el Gobierno del Estado federado de Sajonia Anhalt, por donde deberían circular los tanques, aún no ha dicho la última palabra y está esperando a la ley de Berlín para decidir si concede o no las licencias necesarias. A las autoridades no se les escapa que, tecnología más o menos, aún no se sabe cuánta cantidad de CO2 líquido puede guardarse bajo tierra sin que tenga repercusiones negativas.
Autor: Bernd Grässler
Editor: Enrique López