COVID-19: se busca una estrategia global de vacunación
2 de febrero de 2021En Blantyre, la vacunación contra el coronavirus sigue siendo un sueño. La ciudad, situada en el sur de Malaui, en el este de África, tiene unos 800.000 habitantes. Tankred Stöbe lleva unos días en el lugar, trabajando para Médicos sin Fronteras. El médico de cuidados intensivos está ayudando a ampliar la sección COVID-19 del mayor hospital del país. Porque las 80 camas que se habilitaron para pacientes con COVID-19 ya están ocupadas.
"La primera ola ha pasado prácticamente desapercibida aquí. Hubo pocas infecciones y apenas hubo víctimas mortales. Ahora se sospecha que este virus mutado de Sudáfrica fue introducido aquí y luego se propagó rápidamente a nivel local", dice Stöbe a DW en entrevista telefónica. El número de infecciones se dispara, duplicándose cada cuatro o cinco días. Los médicos en Malaui no pueden decir si se trata realmente del virus mutado. No hay laboratorios adecuados en el país. Las muestras se han enviado a Sudáfrica, hasta ahora sin ninguna respuesta.
No se han hecho aún preparativos para la vacunación en Malaui, cuenta Stöbe. De todos modos, según él, hay que tratar primero a los enfermos graves. "La vacuna todavía no se espera en los próximos meses. Se espera que esté disponible aquí hacia abril".
Demasiado poco, demasiado lento
Mientras tanto, el mundo entero se pelea por las vacunas. Tres han sido aprobadas hasta ahora en la Unión Europea: BionTech/Pfizer, Moderna y AstraZeneca. Hasta ahora, han beneficiado casi exclusivamente a los ciudadanos de los países industrializados. E incluso allí, las campañas de vacunación están apenas comenzando. Los obstáculos en el suministro y las incoherencias en los contratos están retrasando la vacunación rápida y provocando descontento. Los fabricantes de vacunas han tenido que mejorar y prometer una producción más rápida.
Al mismo tiempo, existe un pronunciado nacionalismo de vacunación. Países como Israel tienen unas tasas de vacunación impresionantes porque se han asegurado muchos millones de dosis por adelantado, presumiblemente a un precio elevado. La Unión Europea criticó duramente a AstraZeneca porque había sospechas de que la empresa estaba suministrando dosis de vacunas al Reino Unido, mientras que al mismo tiempo incumplía sus promesas de suministro a la UE.
En la lucha por la única salida real de la pandemia hasta ahora, hay mucho en juego. En teoría, todos están de acuerdo en que se trata de un reto global que requiere la cooperación. La semana pasada, la canciller alemana Angela Merkel declaró en el Foro Económico Mundial: "Es la hora del multilateralismo". Advirtió que "un enfoque de división no nos ayudará a resolver los problemas".
Por una distribución justa de las vacunas
Esta es una de las razones por las que se fundó la iniciativa Covax en abril de 2020, un proyecto conjunto de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Comisión Europea y Francia, al que ya se han sumado 190 países de todo el mundo. La iniciativa pretende garantizar que los países más pobres también reciban vacunas contra el COVID-19. El planteamiento es bueno, "pero la iniciativa no está recibiendo todavía el apoyo que debería de los Estados más ricos, ni de las empresas farmacéuticas", dice a DW Stephan Exo-Kreischer, director para Alemania de la organización de desarrollo sostenible "One".
Los fabricantes de vacunas, en particular, han sido objeto de críticas en los últimos días. La primera ronda de ventas de vacunas benefició a las naciones más ricas; se vendieron pocas dosis a los países más pobres. "Que los ricos fabricantes de vacunas obtengan ahora beneficios a costa de esta pandemia, no nos parece adecuado, y es urgente que haya una estrategia diferente", critica el médico de cuidados intensivos Stöbe. Por eso, Médicos Sin Fronteras y One, entre otros, piden que los principales fabricantes de vacunas renuncien a sus licencias y que se suspendan las patentes de las vacunas. Esto permitiría que más fábricas y más países produjeran la codiciada vacuna. La industria farmacéutica se opone con vehemencia a la suspensión de las patentes. La pérdida de la propiedad intelectual significaría que en pandemias posteriores ninguna empresa asumiría el esfuerzo y el riesgo de desarrollar una vacuna.
También en interés de las naciones industrializadas
Pero el suministro de vacunas COVID-19 a los países más pobres beneficia también a las naciones industrializadas, afirma el director de One Germany, Exo-Kreischler: "Si realmente queremos acabar con la pandemia lo antes posible, tenemos que comprender de que no estamos en una carrera unos contra otros, sino contra el virus. Este enfoque descoordinado en todo el mundo está haciendo que la pandemia dure más tiempo de lo que lo haría si realmente lo abordáramos juntos. Está provocando unos costes inmensos para la economía mundial y está aumentando el riesgo de que el virus mute".
Y eso puede tener consecuencias de largo alcance. Las vacunas pueden dejar de ser eficaces contra los virus mutados. Es una carrera contra reloj. Una carrera de la que todavía no se nota nada en Malaui.
"Aquí en Malaui sería importante que la solidaridad global, prometida desde hace meses, surtiera por fin efecto", comenta Stöbe. "Pero por desgracia, eso ni se vislumbra en el horizonte".
(gg/er)