Cruz Roja: “Hay cada vez más guerras con múltiples actores”
20 de mayo de 2019Este domingo (19.5.2019), en el marco de una ceremonia militar televisada, el iraní Hosein Salamí, comandante en jefe de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica, dejó caer una bomba retórica: "Nosotros no buscamos la guerra, pero tampoco la tememos. Eso es lo que nos diferencia de ellos, que le tienen miedo a la guerra y carecen de voluntad para ella”. Salamí aludía al Gobierno de Estados Unidos, que desplegó el buque de asalto anfibio U.S.S. Arlington, el portaaviones U.S.S. Abraham Lincoln, bombarderos y misiles Patriot en el golfo Pérsico tras denunciar que había detectado "indicios” –aún no confirmados por fuentes independientes– de planes ofensivos iraníes contra sus fuerzas en el Medio Oriente.
En todo caso, la respuesta de la Casa Blanca no tardó en llegar. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, recurrió nuevamente a la red social Twitter para comunicarse sin intermediarios con la élite política iraní: "Si Irán quiere pelear, ese será el fin oficial de Irán. ¡Nunca amenacen a Estados Unidos de nuevo!”, escribió, sabiendo que el resto del mundo lo leía. Salamí advirtió de que el Medio Oriente puede convertirse en "un polvorín” para Washington. A Trump no parece importarle la complejidad que adquiriría un nuevo conflicto armado en esa región ni sus secuelas humanitarias. DW habló sobre estas consecuencias con Peter Mauer, presidente del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), cuya sede está en Ginebra.
Deutsche Welle: La labor humanitaria del CICR tiene más de un siglo y medio de historia, ¿qué es lo que más dificulta el trabajo de sus miembros?
Peter Mauer: Hay cada vez más guerras con múltiples actores. Siria es un buen ejemplo: allí ya no hay dos bandos en discordia, sino unos cincuenta o sesenta con intereses disímiles. Las estadísticas señalan que el número de conflictos con más de diez protagonistas ha aumentado dramáticamente. Además, esos conflictos ya no se dejan aislar en regiones puntuales porque en ellos intervienen poderes locales y globales. Esto salta a la vista cuando el CICR negocia el acceso a cárceles, por ejemplo: no basta con hablar con los poderes locales; tenemos que activar la diplomacia internacional. El 80 por ciento de la gente desplazada de sus hogares por la violencia alrededor del mundo está huyendo de apenas veinte conflictos.
¿Cómo ha cambiado en el tiempo la ayuda humanitaria prestada por el CICR?
Cuando respondemos a catástrofes naturales, la ayuda prestada es la más básica: tenemos que ofrecer bienes y servicios fundamentales. En situaciones de guerra lo primordial son los primeros auxilios, porque en muchos casos la meta es posibilitar la supervivencia de los heridos. Pero mientras más dura una guerra y más tiempo pasamos en un lugar golpeado por un conflicto armado, más complejos se tornan los problemas: a veces debemos restaurar la red de abastecimiento de agua y los sistemas sanitarios, o tratar los traumas de la población.
La restauración de la infraestructura crítica siempre es dificultada cuando el país afectado es blanco de sanciones internacionales, como lo es Siria en este momento. ¿Cómo lidia la Cruz Roja con esa situación?
Desde la década de los noventa del siglo pasado hemos llamado la atención acerca de la importancia de que los Estados consideren y calculen los efectos que sus sanciones pueden tener en la población civil del país sobre el que recaen las medidas punitivas. Nosotros somos una organización neutral y no nos pronunciamos sobre la legitimidad política de las sanciones; pero sí nos pronunciamos sobre sus efectos humanitarios. Entramos en diálogo con los Estados y los organismos internacionales que emiten sanciones para conseguir que sus efectos humanitarios tengan el menor peso posible.
(erc/cp)
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