Cuatro años más de Bush
3 de noviembre de 2004Una noche de insomnio para algunos y un triste despertar para la mayoría de los ciudadanos europeos deparó la elección presidencial estadounidense. Tras horas de incertidumbre, por lo estrecho de los resultados, las cifras se decantaron a favor de George W. Bush desde el momento en que ganó Florida. De ahí en adelante, las posibilidades del candidato demócrata, John Kerry, se fueron desvaneciendo, si bien no faltó quien se aferrara al resquicio de esperanza que ofrecía el dilatado recuento en el estado de Ohio, convertido en la pieza crucial de estas elecciones.
Mayoría ciudadana
Independientemente de los tira y afloja de último momento, el pronunciamiento del electorado es inobjetable. Con una ventaja de cerca de tres millones de votos ciudadanos, habría sido una enorme ironía de la historia que Bush se quedara esta vez fuera de la Casa Blanca, a la que entró cuatro años atrás pese a contar entonces con menos votos populares que Al Gore. En esta ocasión, en cambio, cuenta con la legitimidad que le da una mayoría real, al margen de las peculiaridades del sistema electoral estadounidense.
Esta realidad resulta difícil de digerir para muchos en Europa, que no comprenden cómo un presidente que embarcó a su país en una guerra con argumentos a todas luces falaces puede incrementar su popularidad. Durante la campaña electoral, Bush alegó continuamente a su favor que, con él, la gente sabía a qué atenerse. Y ése es precisamente el problema. Porque, a juzgar por lo que fue su primer período, lo que cabe esperar es la prosecución de una política que socava los esfuerzos por generar una estructura mundial basada en el multilateralismo. Y esa no es buena premisa para enfrentar los desafíos del momento.
Tiempos difíciles
Para la “vieja” Europa, los últimos años no han sido fáciles. Conciliar la fidelidad a los imprescindibles vínculos transatlánticos con una postura crítica a la política de Washington exige una considerable cuota de habilidad diplomática. Y seguramente ésta seguirá siendo puesta a prueba en los próximos meses. Desde ya están en el tapete casos tan delicados como el de Irán, país al que los europeos intentan hacer desistir de su programa de enriquecimiento de uranio, hasta ahora sin éxito.
Cierto es que algunos analistas vaticinan mayor moderación en un segundo período presidencial de Bush. Pero nada indica que el presidente esté dispuesto a modificar su actitud y menos a reconocer errores. Ése no es precisamente su fuerte, como lo ha demostrado en lo tocante a Irak. Y no parece que el espaldarazo electoral constituya un buen aliciente para recapacitar. Sea como fuere, el triunfo de Bush no contribuirá a mejorar la imagen de Estados Unidos en el mundo. Porque ahora la mayoría del electorado se ha pronunciado, a sabiendas, por la política de esta administración republicana. El propio Bush lo dijo: “la gente sabe cómo soy”.