Cuba sin Fidel, por ahora
1 de agosto de 2006
La noticia de la operación de emergencia que obligó a Fidel Castro a soltar transitoriamente las riendas del poder sorprendió incluso a los disidentes cubanos de Miami, pese a que está próximo a convertirse en un octogenario y a que ya había sufrido algunos problemas de salud que pusieron en marcha la discusión sobre la sucesión en la isla. Desde el punto de vista formal, todo está previsto. De momento, su hermano Raúl, su hombre de máxima confianza, lo reemplaza en sus funciones. ¿Pero qué ocurrirá si el barbado líder revolucionario no se recupera o se ve impedido de gobernar por largo tiempo? Algunos disidentes ya celebran el comienzo del fin del régimen castrista. Otros, más cautelosos, piensan que el sistema aún puede mantenerse.
Previsiones para el futuro
Aunque Fidel ya había anunciado que piensa gobernar hasta su muerte y que se propone vivir 100 años, eso no le impide tener un anhelo: que el sistema que erigió no se vaya con él a la tumba. Y así lo formuló también el canciller, Felipe Pérez Roque, en diciembre pasado, al hablar de la necesidad de defender la revolución cuando la muerte de Castro "deje el hueco que nadie puede llenar y que tendremos que llenar todos como pueblo".
Los esfuerzos se han concentrado, en este sentido, en fortalecer al partido Comunista cubano, como órgano garante de la estabilidad del régimen. Pero los propios comunistas cubanos han de saber que la situación de precariedad en que vive la población, sumada a la conculcación de sus libertades políticas, constituye una mezcla explosiva que podría prender fuego más fácilmente cuando haya desaparecido el patriarca. De ahí que algunos analistas vean la posibilidad de una apertura paulatina, encaminada a salvar los rasgos esenciales del sistema.
¿Una oportunidad?
Ante tal escenario, se plantea por ejemplo la posibilidad de un acercamiento a la Unión Europea, cuyos vínculos con La Habana se precipitaron el año 2003 en un período glacial, debido a la detención de 75 disidentes. Escaramuzas diplomáticas, desafíos retóricos y sanciones morales, como lo fue el otorgamiento el año pasado del premio Sajarov del Parlamento Europeo a las mujeres de los detenidos, han marcado la tónica de esta compleja relación en el último tiempo.
Mientras en Europa los sectores más conservadores siguen pidiendo endurecer la mano con Cuba, otros siguen apostando por el diálogo crítico, en espera de que arroje frutos de liberalización política. Las presiones europeas en pro de una democratización en la isla caribeña quizá encuentren oídos mejor dispuestos en La Habana ahora, cuando tienen que probar si el sistema puede seguir funcionando sin Fidel, aunque sea transitoriamente. Desde dicho punto de vista, estos días pueden ser vistos como un ensayo de lo que en algún momento vendrá inevitablemente: la desaparición del patriarca.