¿Cómo piensa Pedro Sánchez gobernar España?
30 de abril de 2019Pedro Sánchez será el próximo presidente del Gobierno de España. Esa es la certeza de los analistas, tanto de los medios progresistas como de los conservadores del país, tras la clara (e insufiente) victoria del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en las elecciones generales del pasado domingo. La única pregunta que sigue abierta es cuál será la fórmula que utilizará Sánchez para gobernar durante los próximos cuatro años, porque los 123 diputados que consiguió el PSOE quedan muy lejos de la mayoría parlamentaria necesaria (176 escaños) para establecer un gobierno estable y legislar de manera holgada.
La cúpula del PSOE ya ha dicho expresamente que su primera opción es gobernar en minoría con apoyos puntuales de diferentes fuerzas parlamentarias. El partido de Sánchez pretende mantener así cierta autonomía en un momento de enorme polarización política en España, en el que los pactos son usados por las tres principales formaciones de derecha para desgastar al gobierno y conseguir réditos electorales. El hecho de que Sánchez dependa de partidos nacionalistas vascos y catalanes para establecer una mayoría parlamentaria, cuando el conflicto catalán sigue sin resolverse, podría suponer un enorme desgaste político que Sánchez parece querer evitar a toda costa.
Pese a perder casi 30 diputados para quedarse solo con 42 en las elecciones del pasado domingo, la izquierda alternativa de Unidas Podemos, liderada por Pablo Iglesias, aspira a entrar en un gobierno de coalición con el PSOE. Todo apunta a que las dos formaciones ya están negociando, pero un eventual acuerdo entre Sánchez e Iglesias solo sumaria 165 diputados, muy lejos de los 176 de la mayoría absoluta, con lo que Sánchez dependería nuevamente de los partidos nacionalistas periféricos para una investidura que revalide su gobierno.
Queda claro, por tanto, que el futuro de Sánchez depende de las fuerzas vascas y catalanas. La única manera de evitarlo sería un eventual acuerdo entre el PSOE y los liberal-conservadores de Ciudadanos, un escenario que parece, por el momento, aún menos probable que un gobierno socialista en minoría.
¿Una coalición socio-liberal?
"¡Con Rivera no, con rivera no!”, gritaban los votantes y militantes socialistas el pasado domingo ante la sede del PSOE en Madrid, cuando su líder salió a celebrar la victoria electoral. Le dejaban claro al más que probable futuro presidente que rechazan la única coalición que ofrece una clara mayoría absoluta en la aritmética parlamentaria salida de las urnas: un acuerdo entre los socialdemócratas de Sánchez y los liberal-conservadores de Ciudadanos, liderados por el joven Albert Rivera (que obtuvo 57 escaños), sumaría 180 diputados.
Rivera apostó, sin embargo, por una agresiva campaña contra el Gobierno socialista en minoría que Pedro Sánchez consiguió sacar adelante el pasado verano tras recibir los apoyos parlamentarios necesarios en una moción de censura contra el Gobierno conservador de Mariano Rajoy, del Partido Popular (PP), una situación hasta ese momento inédita en la joven democracia española.
Rivera llegó acusar a Sánchez de ser anticonstitucionalista, de querer romper la unidad del Estado español por haber aceptado los votos de los partidos independendistas catalanes en aquella histórica moción de censura contra Rajoy e incluso llegó a decir que Sánchez era "el candidato del terrorista Otegi”, haciendo referencia al líder actual de la izquierda abertzale (izquierda independentista vasca), antiguo brazo político de la desaparecida organización terrorista ETA.
Rivera excluyó así antes de las elecciones cualquier posible pacto de gobierno con el PSOE, tras establecer un "cordón sanitario” contra el partido de Sánchez. Ciudadanos, sin embargo, sí se abrió a pactar una coalición con los conservadores del PP y con la ultraderecha de VOX, que el pasado domingo entró al Parlamento español por la puerta grande con más de 10% de los votos y 24 diputados.
Así las cosas, un eventual pacto de gobierno entre el PSOE y Ciudadanos, la opción favorita de la gran empresariado español, sería muy díficil de defender por Rivera ante su electorado, aunque tampoco hay que subestimar la capacidad de contorsionismo político que el líder de Ciudadanos ya ha desmostrado en numerosas ocasiones.
Sea cual sea el desenlace definitivo de las negociaciones para formar gobierno, que se prevén largas, el fin definitivo del bipartidismo y la enorme fragmentación parlamentaria que han arrojado las urnas dejan claro que mantener la estabilidad política en España se ha convertido en una tarea de auténtico malabarista. El actual sistema de partidos dificultará muchísimo mantener mayorías parlamentarias y agotar las legislaturas. Pedro Sánchez será el encargado de inaugurar esta nueva era política de España desde el poder ejecutivo de Madrid.
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