¡Nada de políticos, por favor!
31 de agosto de 2015¡Por fin alguien que sabe cuál es el rumbo que Estados Unidos debe tomar! O por lo menos finge saberlo, a gritos, atrevido y seguro de sí mismo. A Donald Trump no le importan mucho los hechos, las cifras o los argumentos. Pero lo que más produce en sus discursos de campaña este aspirante a la Casa Blanca, de 69 años de edad, es viento, solo propicio para su peinado. Él va a ganar porque tiene espíritu de ganador, repite, como un mantra, una y otra vez este multimillonario. Sobre todo cuando las cámaras lo enfocan. A algunos les encanta ese tipo de candidato. No en vano lidera las encuestas de opinión.
En segundo lugar de favoritismo entre los candidatos republicanos está Ben Carson. Un neurocirujano más recatado que muestra su fina sonrisa cuando diagnostica los males de los que sufre Estados Unidos: obesidad del cuerpo estatal. Contra lo que este médico receta estricta dieta tributaria. Lo que no menciona Carson son los efectos secundarios de una menor inversión en educación o el medio ambiente. Lo que tampoco parece importarle a sus seguidores es que este neurocirujano no tiene ni idea de política de seguridad o exterior. Resortes clave en la presidencia de los Estados Unidos.
La clase política ha decepcionado
Tampoco Carly Fiorina tiene experiencia política. Algo que, al parecer, explica su éxito, porque hay una sorprendente cantidad de estadounidenses que aprecian esto. De otra forma no se entiende cómo es que esta atlética sexagenaria ha logrado superar en las encuestas a otros pesos pesados de su partido republicano. En sus discursos, la señora Fiorina no deja pasar oportunidad para mencionar que fue gerente general de Hewlett-Packard, cuando la verdad es que fue un fracaso.
Pero ¿de dónde surge la popularidad de Fiorina y los otros candidatos sin experiencia política? La razón principal: los estadounidenses están decepcionados de la clase política. Durante los últimos años han visto cómo el establecimiento parece estar más ocupado consigo mismo que con la aprobación de leyes. Tanto republicanos como demócratas se bloquean mutuamente en el Congreso. La reputación de ambos partidos está por el suelo.
No hay que subestimar el folclorismo
Así, no es de sorprenderse que muchos estadounidenses quieran ver "caras nuevas" en la política. Con Trump y Compañía esperan un gobierno diferente, más cercano a la gente. Y si no funciona, por lo menos es divertido. A Trump no le importan los tabúes. Él ignora los buenos modales de la política y ofende a sus opositores. Pero así provoque risotadas, Trump no soluciona ningún problema, y menos en la política de inmigración.
En los EE.UU. ya existía el fenómeno de los no políticos en la política. El multimillonario Ross Perot anunció a principios de los 90 que ningún grupo de cabildeo podía “comprarlo”. Trump afirma hoy lo mismo.
¿Se repite la historia? Bill Clinton ganó la presidencia en 1992 porque Perot se presentó como candidato independiente y dividió las fuerzas conservadoras.