"Mi sueño es que mis hijos cumplan sus sueños"
20 de mayo de 2021En lo primero que piensa César cuando se despierta por la mañana es en el "trabajo": "Para mí es lo más importante ahora: trabajar, trabajar, trabajar", dice este hombre de 38 años de edad, casado y padre de dos niños. Vive con su familia en casa de un pariente, y aunque el espacio es angosto, está a salvo de atracadores y bandas criminales.
Desde su ciudad natal en Honduras tardó dos meses en llegar hasta la frontera entre México y Estados Unidos. No siempre tuvo la sensación de que lo lograría. Caminó largas distancias con su hija de 17 años, su hijo de 9 y su esposa. Parte del recorrido lo hicieron en autobús y, al final, una organización humanitaria los apoyó para cruzar la frontera.
César dice que está agradecido a Joe Biden por permitir que las familias entren a Estados Unidos. Con Donald Trump, dice, no habría existido esa excepción. Entonces, lo habría intentado de manera ilegal. O tendría que haber esperado en un campamento con cientos de miles más a ver qué pasaba, además se sentiría indefenso y preocupado por la probabilidad de ser enviado de nuevo a su país de origen.
Hasta que llegaron las pandillas
"Allá nos matarían", dice. Cuando César habla de sus deseos y su futuro, su mirada es abierta, directa, clara. Cuando habla del pasado, sus ojos comienzan a parpadear, se mueve inquieto hacia adelante y hacia atrás, como lo suele hacer la gente que vigila su entorno para ver si existe algún peligro.
Sus respuestas son breves. Era dueño de una peluquería en el pueblo donde vivían él y muchos de sus familiares. Los negocios iban bien, lo suficiente para sobrevivir. Hasta que llegaron las pandillas, le exigieron dinero a cambio de protección, lo amenazaron y al final le robaron su sustento. No vio otra opción que irse del país.Las palabras del nuevo presidente estadounidense lo inundaron de esperanza. Biden prometió permitir la entrada a EE. UU. a familias con niños y comprobar allí la posibilidad de obtener un estatus legal.
César apenas tiene contacto con Honduras. "Estoy decepcionado", más no quiere decir al respecto. Pero el dolor se puede escuchar en esta breve frase, el dolor por la pérdida de su país, también decepción por lo que está pasando allí y que nadie esté luchando contra la corrupción y la violencia.
Cumplir los sueños de los niños
O colaborar o huir, parecía entonces la única opción posible. Y aunque ahora no tienen que preocuparse de ser chantajeados por bandas de narcotraficantes, la situación de la pequeña familia no es del todo segura. "Ahora tenemos que esperar los papeles, que nos den el asilo", dice César. Al fin y al cabo, él y su esposa han encontrado trabajo. Ella en un mercado de verduras y él está intentando echar raíces en una peluquería.
Se trata de un pequeño local en el norte de Miami, donde personas de toda América Latina encuentran su sustento. Y aunque las experiencias compartidas despiertan cierta solidaridad, César tiene aún que labrarse una clientela. Le está costando ser paciente, pero lo peor ha pasado por ahora, asegura: "Para mí, lo peor fue dormir con mis hijos y mi esposa en la calle, que la Policía migratoria de México nos persiga y nos atrape." Durante días estuvieron encerrados y con la incertidumbre de si serían enviados de regreso a Honduras. "Eso fue lo peor”, afirma César.
Ahora, al menos, han vuelto a tener algo de calma. Los niños se alegran de tener cierta normalidad, irán a la escuela en septiembre, como cualquier otro niño, sin miedo a las pandillas. Para él, esto es lo más importante, por ellos asumió los peligros y arriesgó la huida de Honduras: "Mi sueño es ver cómo mis hijos puedan cumplir sus sueños", dice, sin tan siquiera parpadear.
(rmr/ms)