Dentro del búnker del feminismo mexicano
DW ingresó, en exclusiva, al edificio de la Comisión Nacional de Derechos Humanos en Ciudad de México, ocupado desde hace semanas por feministas que presentaron un petitorio que está siendo estudiado por las autoridades.
La llama
Una decena de feminicidios diarios, seis de cada diez mexicanas violentadas y más del 95 por ciento de impunidad: motivos por los que grupos de feministas ocupan desde hace un mes la sede de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) en Ciudad de México. La protesta detonó después de que la madre de una niña violada se encadenara a una mesa para pedir atención.
La mamá
Érika Martínez es la madre de esa niña, que hoy tiene 10 años. Ambas abandonaron su vivienda por las represalias del agresor tras haber denunciado el hecho. Su caso nunca prosperó y el violador sigue suelto. Encontraron un hogar en la ocupación de la CNDH, donde se sienten protegidas. Érika es una de las pocas caras visibles de la ocupación y ejerce de negociadora con los entes públicos.
Abrazo en el patio
En el patio colonial se amontonan bultos de ropa de donaciones. Las ocupantes dicen necesitar ropa negra, tásers, cascos, rodilleras y cualquier material de protección para las protestas. El movimiento feminista ha elevado su presión en las calles con múltiples destrozos que les han costado muchas críticas, pero también han servido para visibilizar sus reclamos y ganar apoyo social.
Carpetas
Las feministas mantienen conversaciones con la Secretaría de Gobernación, que se ha comprometido a no expulsarlas del edificio. A diario acuden de 5 a 8 mujeres a la ocupación para pedirles ayuda en sus casos y éstas los remiten a las instituciones pertinentes. Consideran que las autoridades tratan de trabajar conjuntamente para darles largas sobre sus peticiones y mostrar una aparente normalidad.
Extintores para la defensa
En el vestíbulo de la entrada se juntaron todos los extintores del edificio para actuar con rapidez en caso de algún ataque. Las feministas aseguran que la policía las amedrenta al salir a la calle. Las encapuchadas consideran el número 60 de la calle Cuba su nuevo ‘bastión’.
El zumbido simbólico
El zumbido del táser ya se ha vuelto sonido habitual y simbólico en las marchas feministas, que han escalado en sus niveles de violencia organizada. Esto les ha obligado también a extremar sus precauciones. En algunas de las protestas han sido atacadas con ácido, según cuentan, por ello nunca permiten acercarse a hombres, ni siquiera periodistas.
Okupa Bloque Negro
El 16 de septiembre el Frente Ni Una Menos, formado por madres de víctimas de feminicidio, abandonó el edificio y se deslindó de la ocupación por desaveniencias entre su líder, Yesenia Zamudio -madre de una joven asesinada-, con las colectivas feministas radicales. Desde entonces la protesta pasó a autodenominarse Okupa Bloque Negro.
“No nos vamos”
Las feministas quieren volver las instalaciones de la CNDH en el centro histórico capitalino en un refugio de mujeres. Ya han recibido mujeres violentadas o en situación de vulnerabilidad, que entran y salen según su necesidad. La Okupa realiza terapias, talleres de danza y planea habilitar un área para el estudio en línea de niños y niñas.
Juntas
La antigua sala de juntas es hoy el comedor. Entre 30 y 40 mujeres mantienen viva la ocupación. Extendieron un petitorio que va desde inmunidad hasta una regadera para los baños. La CNDH lo revisará. El pasado viernes se liberó a Tania Elis, estudiante detenida en agosto por ocupar una parte de su Facultad de Estudios Superiores. Esa era una de las principales reivindicaciones del Bloque Negro.
“El feminismo se encapuchó”
Hartas de años de protesta pacífica, reprimidas y sin ser escuchadas, las feministas radicalizaron su lucha con protestas donde ha predominado la iconoclasia, con pintadas en monumentos históricos. A su llegada a la CNDH, grafitearon los cuadros de próceres. Uno de esos retratos era el del expresidente Francisco I. Madero, pintado por una niña abusada sexualmente a los 7 años.
¡Prohibido hombres!
Las encapuchadas sólo han permitido el acceso a la ocupación a un fotógrafo y a este periodista. Hasta el momento han querido mantener el edificio libre de hombres por seguridad de las refugiadas o vulneradas que se pueden encontrar en su interior. Ahora han hecho algunas excepciones con ánimo de que la ocupación pueda llegar a otras partes del mundo y servir de referente al movimiento feminista.
Bandera morada
De la fachada cuelgan centenares de fotos de mujeres asesinadas, desaparecidas, abusadas… La bandera nacional reza ‘México feminicida’ y en el mástil superior ahora ondea una bandera morada.