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Desandar el camino de Berlín a Varsovia

19 de noviembre de 2013

Cuanto más tiempo tardan los políticos en tomar decisiones en la Conferencia Mundial sobre Medio Ambiente, más lejana parece la esperanza de llegar a un acuerdo para combatir de forma definitiva el cambio climático.

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Imagen: picture-alliance/dpa

A través de la marea de charlas sobre medio ambiente que se arremolina en Varsovia esta semana, parece mentira que hayan pasado ya 18 años desde que los delegados de la primera Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP por sus siglas en inglés) en Berlín en 1995 rezumaran optimismo y esperanza de que, a través de la acción conjunta, podrían evitar los peores efectos del calentamiento global.

En aquel entonces se dieron grandes discursos de políticos como el entonces canciller alemán Helmut Kohl, y muchas horas de duras negociaciones. Se reconoció que la única forma de dar un paso adelante era que las naciones más avanzadas aceptaran obligaciones contractuales para reducir sus emisiones de CO2.

Para muchos países en vías de desarrollo, el cambio climático era entonces solo una amenaza distante con la que apenas estaban familiarizados. Su prioridad era el crecimiento económico y una reducción de la pobreza. La salud de su entorno podía esperar.

El presidente de la COP 1995 fue la nueva ministra alemana de Medio Ambiente, una mujer entonces desconocida proveniente de Alemania del Este llamada Angela Merkel que muchos creyeron que no estaba a la altura de un trabajo que incluía controlar a los delegados de los 160 países presentes. ¡Qué equivocados estaban! Merkel logró conducir la COP a un consenso, y con ello se establecieron las bases del Protocolo de Kioto.

Paul Brown
Paul Brown.Imagen: Paul Brown

Los que estábamos allí, comentamos: “Esa mujer llegará lejos”.

En aquellos tiempos, parecía que las negociaciones para firmar el Protocolo eran lentas. Cuando, tras dos años de duro trabajo, los políticos llegaron a Kioto en 1997, se dieron escenas dramáticas cuando se llevaron a cabo acuerdos de última hora. Los presentes negociaron durante toda la noche para llegar a objetivos vinculantes y se llegó a un acuerdo. Pareció un paso pequeño, pero todos creyeron que se trataba solo del primero en un viaje que llevaría a la salvación del planeta.

Entonces, al igual que ahora, hubo países que fueron obstáculos para el progreso, y otros que fueron más progresistas. La Unión Europea se posicionó como un líder, proponiendo la lucha contra el cambio climático como una oportunidad y una necesidad para la salud del planeta. Estados Unidos adoptó un papel de villano, interesado en proteger su contaminante estilo de vida y su industria de combustibles fósiles a cualquier precio.

Estados Unidos se encontraba bajo presión ya en Berlín. El portavoz para las negociaciones de aquel entonces fue Timothy Wirth, el vicesecretario de EE.UU. de Relaciones Exteriores. A tres días de terminar las negociaciones, Wirth dijo: “El gobierno de EE.UU. no se va a comprometer a cosas que no puede hacer. Tendremos suerte si logramos mantener este tratado con vida. Y sospecho que, de ser así, seguiremos hablando de cambio climático en los años 2000, 2010 y 2020”.

En Varsovia 2013, la actitud de este gobierno apenas ha cambiado. Nuevos presidentes vienen y van, e incluso tratan de actuar en consecuencia, pero aún así no pueden obtener la legislación necesaria a través del Congreso. El país más rico del mundo es, todavía, un inmenso lastre para el progreso.

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Presidente de la COP de 1995: una nueva ministra alemana de Medio Ambiente desconocida, la canciller actual, Angela Merkel.Imagen: picture alliance / dpa

La Unión Europea, por otra parte, ha cambiado drásticamente desde las primeras conferencias. Su tamaño ha aumentado exponencialmente, y sus políticas son ahora mucho más complejas. Los nuevos países del este a menudo obstaculizan las políticas más progresistas de los miembros originales del oeste. Durante la primera semana, los anfitriones polacos se encontraron en el punto de mira, aparentemente, por poner su industria de carbón por delante de los intereses medioambientales.

Pero con el tiempo, la ciencia se ha hecho más clara, y los efectos del cambio climático son cada vez más evidentes; de ahí que algunas cosas hayan cambiado para mejor. Los países en vías de desarrollo ya no están empeñados en conseguir el progreso económico a cualquier precio. China, en particular, está alarmada por los efectos del calentamiento global en su propio clima, evidentes en grandes tormentas y sequías. relación entre contaminación, salud y cambio climático ya está clara para el gobierno y la sociedad china.

Los países menos desarrollados, temerosos ante el daño que causaría un clima extremo a sus frágiles estructuras sociales y económicas, se muestran cada vez más desesperados por recibir ayuda de los países ricos. Se dan pocas charlas sobre la reducción de las emisiones de CO2, pero sí se discute a menudo sobre adaptación y compensación por los destrozos causados por el cambio climático.

En 1997, la ciencia y la política parecían avanzar al unísono: la acción política iba a la par con las advertencias científicas. Desde el comienzo del nuevo siglo, ambos sectores se han distanciado: los políticos se muestran tan apáticos que la esperanza desaparece poco a poco, y los debates se vuelven más complejos e inconclusos. Las soluciones parecen estar más lejos que nunca.

Autor: Paul Brown / lab
Editor: Pablo Kummetz