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El 10E y la juramentación de Maduro: ¿qué sigue ahora?

13 de enero de 2025

A Venezuela y a la región latinoamericana les esperan seis años más con la presencia de un régimen dictatorial que no muestra ningún interés por el diálogo.

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Nicolás Maduro y su esposa, Cilia Flores, durante la toma del mando de Maduro, con la banda presidencial y haciendo un gesto con el pulgar para arriba, en Venezuela.
Nicolás Maduro y su esposa, Cilia Flores, durante la toma del mando de Maduro en Venezuela. (10.01.2025).Imagen: Andres Gonzalez/dpa/picture alliance

Todo el escenario parecía propicio para el gran enfrentamiento: la toma de posesión en horario simultáneo, para ver quién era el primero en recibir la banda presidencial: Edmundo González o Nicolás Maduro. Pero, al final, todo el espectáculo lo dominaba de nuevo Nicolás Maduro, con su tradicional protección por parte de los militares y los demás aparatos de seguridad del Estado venezolano. A Venezuela y a la región latinoamericana les esperan seis años más de presencia de un régimen dictatorial que no muestra ningún interés por el diálogo y que se encamina hacia una alianza inquebrantable entre la esfera política y la fuerza militar.

La estrategia opositora frustrada

La oposición tuvo que ceder ante la represión y el miedo a dañar a sus protagonistas, y a que sus seguidores fueran perseguidos y víctimas de la violencia por parte de los miembros de los colectivos de Maduro, que se mantenían en las calles aledañas a los manifestantes el día 9 de enero. En ese día, que fue una prueba de la capacidad de movilización opositora, demostró, por un lado, la capacidad de acción de la seguridad del Estado, que logró detener a la estratega opositora María Corina Machado, y, por otro, que la disposición de la ciudadanía a manifestarse ha bajado en comparación con los días posteriores a las elecciones del 28 de julio, cuando la defensa del voto movilizaba a los electores.

Además, volvió a hacerse evidente que los venezolanos inconformes no valoran si sus líderes buscan el exilio y son presionados para hacerlo, ya que estos les transmite la sensación de dejar sola a la población en su lucha cotidiana, en un ambiente político cada vez más militarizado.

Se calcula que en Venezuela hay cerca de 20.000 miembros de los llamados "colectivos", pandillas militarizadas en motocicletas, que han sido entrenados por instructores iraníes y cubanos. El hecho de que esos colectivos, al igual que los milicianos, sean una fuerza civil no adscrita a las Fuerzas Militares venezolanas y se dediquen a seguir y reprimir a opositores del régimen deja muy claro su papel en la intimidación de la ciudadanía, una función que han asumido desde la era de Hugo Chávez.

Las llamadas de María Corina Machado diciendo que "esto se acabó", para infundir valor a sus conciudadanos, ya no tienen el eco de antes; de hecho, ella misma tuvo que desconvocar la llegada de Edmundo González Urrutia al país y aplazarla para tiempos más oportunos.

Una pantalla refleja la imagen de la toma del poder de Nicolás Maduro en Caracas, el 10.01.2025.
Toma del poder de Nicolás Maduro, el 10 de enero de 2025 en Caracas.Imagen: Gaby Oraa/REUTERS

La eterna sombra de Hugo Chávez

Más de diez años después de su muerte, ni Maduro ni la oposición han sido capaces de liberarse del impacto que el "comandante presidente" ha generado en la sociedad y la política venezolanas. Lo sorprendente de este fenómeno es que Hugo Chávez sigue siendo valorado positivamente por, cuando menos, la mitad del país, según la encuestadora Datanálisis, aunque los tiempos de la bonanza petrolera hayan desaparecido y ahora predomine una ola de ajustes, desabastecimiento y emigración masiva desde que Maduro tomó las riendas del país.

La política de Maduro no se parece a la de Chávez, sino que, en muchos casos, va en contra de los mismos principios chavistas, manteniendo solo una referencia simbólica con el fundador del "socialismo del siglo XXI".

En cuando a la oposición, con sus diferentes referentes, no ha sido capaz de liberarse del guión tradicional en su lucha contra un régimen que se ha vuelto más represor y truculento con el paso de los años, en los varios intentos de negociación. Busca sustituir la falta de coherencia interna y las bajas en la disposición de movilización por la valoración de que los chavistas "se han quedado solos internacionalmente".

Esta afirmación no consuela a los ciudadanos ante la crítica situación que están padeciendo a diario. El intento reiterado de apoyar a su candidato exiliado con una gira por diferentes países de la región y de Europa no hace más que reflejar una señal fatídica de desamparo político, al igual que las reacciones casi automatizadas en los respectivos capitales respecto a aumentar sanciones y recompensas para los líderes chavistas.

Maduro en América Latina

Con el cierre de la extensa y porosa frontera entre Colombia y Venezuela para blindar, el viernes 10 de enero, su toma de posesión en Caracas, Nicolás Maduro ha enviado una señal muy clara a sus vecinos de que estos no tienen ninguna importancia para él cuando se trata de cambiar la suerte de su régimen.

Después de Petro y Lula, también otros líderes del llamado "progresismo” se han mantenido a distancia, o, como en el caso de Chile, han terminado por romper sus relaciones con Venezuela. Así, a Maduro le quedan Cuba y Nicaragua, y sus amigos extrarregionalas en China y Rusia, al igual que sus satélites políticos.

Es de prever que se produzca una radicalización interna, con dos leyes como la ‘Ley Anti-ONG', la cual pretende formalizar la persecución y el control sobre las organizaciones no gubernamentales y de la sociedad civil venezolana, y la ley Simón Bolívar, que aumenta las penas a personas que apoyan sanciones económicas contra el país o sus funcionarios.

Venezuela deviene así en un paria en la región, con el creciente peligro a deslizarse más hacia la economía ilegal. Aunque haya mejorado su situación con el relajamiento de las sanciones por parte de EE. UU., no logra salir de su propia crisis económica y su deriva autoritaria, aprovechando para navegar políticamente sobre la confrontación continua de carácter geopolítico entre las grandes potencias.

(cp)