El aislamiento de Rusia es inminente
16 de marzo de 2014Al permitir que en Crimea tuviera lugar el referéndum para decidir si la península se independizará de Ucrania para unirse a la Federación Rusa, el Kremlin dejó que una crisis nacional empeorara hasta adquirir relevancia global. Al final importará poco el resultado del plebiscito. Rusia pasó por encima de la Constitución ucraniana e irrespetó tratados internacionales nada desestimables. El presidente ruso, Vladimir Putin, conduce a su país hacia un aislamiento del cual le será muy difícil salir. Ni siquiera China apoya la política de Moscú hacia Ucrania.
La agresiva intervención rusa en el conflicto interno ucraniano sólo ha recibido el respaldo de Estados paria como Siria y Corea del Norte. Los habitantes de Crimea no están expresando su voluntad libremente a través de la consulta popular en cuestión; eso es lo realmente decisivo en términos políticos. Ese referendo no es legítimo, independiente ni libre. ¿Cómo podría serlo, si fue organizado a corto plazo, sin un proceso de discusión previo y bajo la sombra de hombres armados, los soldados rusos y “fuerzas de autodefensa”?
El plebiscito de Crimea, ni legítimo ni libre
Este plebiscito sigue un guión conocido, puesto en escena por Stalin durante y después de la Segunda Guerra Mundial en los territorios ocupados de Europa Oriental y Occidental: grupos fieles al Kremlin y el poder militar de Moscú se confabulan para montar un espectáculo electoral y lo rodean con un halo de legalidad, apelando a la propaganda para disfrazar lo que en realidad es un acto de expansionismo. De nada servirá. Nadie va a tomarse en serio el referéndum del 16 de marzo de 2014.
Cabe imaginar que Putin aspiraba a salirse con la suya sin rasguños. Es decir, sin sanciones. Quizás contaba con que Occidente lo criticaría un poco, pero daba por sentado que la indignación de las potencias se disiparía rápidamente. Después de todo, la opinión pública rusa sigue estando convencida –sin razón– de que Occidente depende del abastecimiento energético garantizado por Moscú. Pero Putin calculó mal dónde colocar sus apuestas. Peor aún, la cúpula del Kremlin no se ha percatado todavía de que llevó el juego demasiado lejos.
Apuestas demasiado altas
Putin ha entrado en curso de colisión con Occidente sin considerar que, a mediano plazo, es Rusia quien tiene las de perder. La economía rusa está en una fase de estagnación. La devaluación del rublo restringe el poder adquisitivo de los ciudadanos, el consumo interno y, en general, el bienestar social. Reducir la exportación de energía por las razones que fueren sería un acto de suicidio lento pero seguro, al igual que la anunciada venta de las reservas de divisas rusas. En cambio, sanciones económicas puntuales impuestas por Occidente dejarían dolorosas cicatrices en Rusia.
¿Será posible que la situación no llegue a tanto? Eso está por verse. El 17 de marzo, no sólo Estados Unidos, sino también la Unión Europea reaccionarán con talante punitivo al referéndum de Crimea. Ya se anticipan medidas como la negación de visado y el congelamiento de activos para los líderes de la élite rusa. Estas sanciones políticas constituirían el último intento de Occidente por persuadir a Moscú de establecer un diálogo diplomático con las nuevas autoridades de Kiev. Aún así, no es seguro que el Kremlin dé su brazo a torcer.
Puede que Moscú se rehúse a dialogar con Kiev y, en el curso de las próximas semanas, dé marcha al proceso formal de anexión de Crimea a la Federación Rusa. Pero eso sólo obligaría a Occidente a sopesar nuevas sanciones políticas y económicas contra el gigante de Eurasia. Eso puede dar pie a una peligrosa espiral de castigos que conduciría, inevitablemente, al aislamiento de Rusia.