El cambio climático impulsa el hambre
27 de abril de 2011Sequías e incendios forestales en Rusia y Ucrania; inundaciones en China, India, Pakistán, Australia y Canadá; así como un período de sequía en Latinoamérica condujeron en 2010 a un importante descenso en las cosechas. A principios de 2011, el noreste de Australia se vio afectado por las inundaciones.
Se trata de fenómenos que afectan de forma especialmente intensa a los países en vías de desarrollo. "Son particularmente vulnerables, dado que ponen un mayor énfasis en la agricultura del país", explica Karsten Smid, de la organización ecologista Greenpeace. Si ya es complicado dedicarse a la agricultura cuando se dispone de terrenos áridos y con escasos nutrientes, ahora el cambio climático viene a complicar aún más la situación con períodos de sequía cada vez más fuertes y lluvias torrenciales, se lamenta el experto en energía y medio ambiente. "Una vez más, los afectados son los más pobres entre los pobres", afirma Smid.
Hambre: la catástrofe tras la catástrofe
Cuando las cosechas se reducen, la población se ve castigada doblemente: no solo hay problemas de abastecimiento; además, la escasez provoca que aumenten los precios de los alimentos. A menudo, la situación deriva en hambrunas como la que sufrió Etiopía a mediados de la década de los 80 del siglo pasado. Alrededor de ocho millones de personas se vieron afectadas, mientras que la desnutrición acabó con la vida de aproximadamente un millón de seres humanos. Fue el triste punto álgido de varios períodos de sequías que se extendieron durante años.
"Los habitantes de los países en vías de desarrollo son los que menos pueden contribuir a cambiar el clima", subraya Smid. Apenas han sido responsables de una pequeña parte de la producción global del gas de efecto invernadero CO2. Sin embargo, son los que más han sufrido en sus propias carnes sus efectos. "En este aspecto no ha habido justicia climática en absoluto", afirma el experto de Greenpeace.
Actuar con previsión es importante
También la Sociedad Alemana de Cooperación Internacional (GIZ, por las siglas en alemán) observa una presión creciente sobre la seguridad alimentaria en los países en vías de desarrollo. En su trabajo de ayuda sobre el terreno apuesta por intensificar la transmisión de conocimientos. "Hay que sacar provecho de las experiencias acumuladas en situaciones de esta naturaleza para reaccionar mejor en el futuro", explica la economista agrícola de la GIZ, Nana Künkel. Entre ellas, los análisis sobre el clima y la vulnerabilidad, así como técnicas para hacer frente a los efectos del cambio climático en la agricultura. La tarea de asesoramiento de la GIZ incluye también las experiencias acumuladas en otros países. "Cuanto más pronto se empieza, mejor puede uno prepararse", afirma Künkel.
El cambio climático juega un papel importante, por ejemplo, en los proyectos de la GIZ en Vietnam. Nana Künkel cita el caso del Delta del Mekong. Una zona especialmente castigada por los cambios, a través del creciente nivel del mar y de tormentas cada vez más frecuentes y extremas que amenazan tanto a la pobre población rural como a la producción de arroz y gambas de Vietnam. En el marco de un proyecto se examinan sistemáticamente los riesgos climáticos y se llevan a cabo las medidas pertinentes, como por ejemplo a través de la protección del litoral, para asegurar el sustento de la población.
Ayuda para los agricultores
En otros lugares, en cambio, se emplean otros sistemas para minimizar el riesgo para los afectados. En Ghana, por ejemplo, existe un seguro que cubre las pérdidas en las cosechas de los pequeños agricultores. A diferencia de los seguros convencionales, en este caso no hay agentes que deban realizar un fatigoso y -sobre todo- costoso camino para peritar los daños. El sistema, en este caso, está vinculado a los valores registrados en estaciones meteorológicas locales. De esta manera, las pólizas resultan asequibles para los pequeños agricultores. Un modelo que podría convertirse en un éxito, como muestra el hecho de que China y Kenia hayan mostrado también interés en este sistema.
Como resume Künkel, fundamentalmente es importante transmitir los conocimientos adquiridos para facilitar que la población local pueda planificar con previsión. Debe haber soluciones individuales para cada país y cada región con el objetivo de estabilizar las situaciones respectivas.
La GIZ participa también en otro proyecto que tiene como objetivo la adaptación de la agricultura africana a las consecuencias del cambio climático. En este contexto es vital, sobre todo, disponer de un pronóstico regional preciso, tanto a nivel meteorológico como respecto a los cambios climáticos. Solamente así se pueden introducir a tiempo medidas de adaptación efectivas sobre las diferentes plantas y variedades cultivadas. Modelos climáticos de carácter general y pensados para grandes superficies de terreno no serían de ninguna utilidad a la agricultura africana.
Greenpeace: "hacer justicia"
El experto de Greenpeace Karsten Smid considera, a grandes rasgos, que este enfoque es correcto y sensato. Sin embargo, cree que especialmente la perspectiva regional aún está en pañales. "A menudo, las redes de medición de datos no están todavía suficientemente desarrolladas, pero por lo menos existen", concede Smid. Las informaciones son muy importantes para que las personas puedan reaccionar correctamente. Para el experto de Greenpeace, sin embargo, aún no es suficiente. Hay que observar los problemas en un contexto más amplio y actuar allí donde surjan, explica. Los ricos países industrializados son los causantes de unos efectos que acaban padeciendo los más pobres. Un reparto desigual que es injusto, según Karsten Smid.
Autor: Po Keung Cheung
Redacción: Emili Vinagre