El conflicto sirio es el problema turco
14 de octubre de 2012En la primavera de 2011, cuando el presidente de Siria, Bashar al-Assad, reprimió violentamente las protestas pacíficas organizadas por sus compatriotas –ecos de las revueltas que se vieron en otros países del Cercano Oriente y África–, el jefe del Gobierno turco, Recep Tayyip Erdoğan, acogió sin demora a los refugiados provenientes del vecino país. A partir de ese momento, el hombre fuerte de Ankara no hizo otra cosa que distanciarse abiertamente de Assad, confiando en que éste sería derrocado rápidamente.
Pero Erdoğan parece haber hecho mal el cálculo en más de un sentido. Assad sigue gobernando desde Damasco y, con el paso de los días, las relaciones bilaterales empeoran. Esto no sólo perjudica los vínculos de Turquía con Rusia y con sus propios aliados en la OTAN, sino también el nexo entre el primer ministro turco y quienes lo llevaron al poder. Sus electores votaron por el político que les prometió prosperidad y no por un guerrero dispuesto a ir al campo de batalla. La violencia militar siria se desarrolla cada vez más cerca de las fronteras turcas.
93.000 refugiados sirios se encuentran en territorio turco y Ankara no quiere recibir a más de 100.000. Erdoğan ha pedido ayuda a la OTAN con miras a instalar una zona de protección a lo largo de la frontera turco-siria, con corredores para prestar auxilio a los rebeldes directamente en suelo sirio. La organización insiste en que Turquía puede contar con su solidaridad, pero no con respaldo militar como el que garantiza el artículo 5 de la Carta de la OTAN. Turquía esperaba mucho más que eso.
Un escenario alarmante
Y Turquía no puede simplemente retroceder para salirse de esa calle ciega que parece ser el conflicto sirio. Las entregas de armamento, la atención médica y las provisiones de alimentos realizadas desde el territorio turco constituyen el apoyo más importante para los rebeldes sirios. El centro de abastecimiento de armas del Ejército Libre de Siria es Antakya, capital de la provincia de Hatay, en el sur de Turquía. Según The Guardian, la última gran entrega de armamento la hicieron comerciantes kataríes, árabes y libaneses hace más de un mes.
En este momento, sigue el periódico británico, el arsenal disponible sólo alcanza para mantener la lucha, no para ganarla. Esta situación no sólo preocupa a Ankara, sino también a Washington. Se teme que bazucas, fusiles de asalto y sus respectivas municiones terminen cayendo en manos de milicias islamistas. Es por eso que, de acuerdo a las informaciones de The New York Times, el servicio secreto estadounidense controla la distribución de las armas en Siria y establece contacto con opositores moderados.
Günter Seufert, de la Fundación Ciencia y Política (SWP) de Berlín, comparte estas inquietudes. “Lo más alarmante es que ya han llegado miembros de las Fuerzas Armadas estadounidenses a Jordania y a Turquía; instructores para asesorar a los refugiados sirios y, eventualmente, para adiestrarlos militarmente”, señala Seufert. A sus ojos, ese puede ser un indicador de que el conflicto turco-sirio está por intensificarse.
Autores: Gabriele Ohl / Evan Romero-Castillo
Editora: José Ospina-Valencia