El ingreso de Ucrania en la UE no se debería precipitar
23 de mayo de 2022La solidaridad es un sentimiento hermoso, grande y políticamente importante. Y la solidaridad generosa y cordial con Ucrania está a la orden del día. Pero la decisión sobre la adhesión a la Unión Europea (UE) debe tomarse con la razón, al margen del calor de la emoción solidaria.
Antes de pensar en nuevos Estados miembros, hay que arreglar urgentemente algunas cosas dentro de la UE. Y esto incluye la abolición de la fastidiosa unanimidad. La insoportable disputa sobre el embargo de petróleo a Rusia, en la que Hungría vuelve a explotar al máximo su potencial de chantaje, demuestra que las cosas no pueden seguir así.
Lo que más necesita la UE: mayoría cualificada, no unanimidad
La mayoría cualificada de los Estados miembros debe, de una vez por todas, confiar en que el mundo no se acabará si un país no confirma una votación. No queda más que confiar en la democrática razón de la mayoría de los europeos.
Y, por último, hay que aplicar sanciones a los países que violan las normas de forma persistente y con una intención antieuropea reconocible. Esto debería limitarse únicamente a los valores y derechos fundamentales. Pero la mayoría de los Estados miembros debe superar por fin el miedo a poner a un miembro en el banquillo de los acusados y privarle de sus derechos de voto.
Esto debería seguir siendo siempre un medio de último recurso, una excepción. Pero sin esta sanción, la UE se queda sin dientes frente a sus enemigos internos. La solidaridad institucional y económica en Europa es muy valiosa, y debemos tener cuidado de que no se convierta en arma de Estados miembros insolidarios en contra de la mayoría.
Una señal a Ucrania es lo correcto
Es importante apoyar a Ucrania políticamente y darle una señal tangible en dirección hacia Europa. Ya sea recuperando la vieja idea de una Europa de dos velocidades, creando una especie de antecámara para los países candidatos, como sugirió recientemente el presidente francés, o creando una asociación geopolítica, como sugiere actualmente el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel. En cualquier caso, el vínculo que se cree debería dar a los países candidatos la sensación de que se les escucha, de que gozan de ventajas y de que forman parte de la gran familia europea.
Pero el siguiente paso, la adhesión real a la UE, es un bien tan preciado que es necesario ser extremadamente cuidadoso con él. Bajo la presión de los acontecimientos, la UE se está convirtiendo cada vez más en una alianza política. El antiguo orden económico sigue siendo importante, pero las consideraciones de seguridad y geopolíticas desempeñan un papel cada vez más importante. Sin embargo, si la UE quiere ser un actor global, tiene que proteger sus estructuras internas. Y un país grande como Ucrania podría alterar fácilmente el delicado equilibrio europeo.
Malas experiencias de la UE
Tras la gran oleada de adhesiones de los países de Europa Central y del sureste europeo, experimentamos lo difícil que es cooperar con países que, en realidad, aún no estaban preparados para ingresar en la UE. Hemos visto que el proceso de transformación de una forma de Gobierno autoritaria a una democrática lleva mucho más tiempo del esperado y que las recaídas son posibles.
Por eso, es sensato el plan que Ursula von der Leyen ha elaborado ahora para Ucrania: tras el final de la guerra, cuando especialmente la UE tenga que recaudar muchos miles de millones para la reconstrucción del país, esto debería combinarse con un proceso de reforma paralelo.
Un poder judicial independiente, una Policía que funcione, instituciones estables como contrapeso a la política, una educación y una sanidad a la altura de los estándares europeos, una sociedad civil fuerte. Todo ello forma parte de las condiciones básicas para pertenecer a la UE.
Paciencia, para no ponerlo todo en peligro
No hay que ser ingenuo. El Gobierno prooccidental y democrático de Volodimir Zelenski podría ser seguido en pocos años por otro régimen nacionalista. Sin embargo, los europeos deben asegurarse de que esa recaída no se produzca en sus filas. Ucrania es un país enorme con un gran potencial, pero con un retraso igualmente grande en su desarrollo democrático. En la lucha contra la corrupción y el crimen organizado, Kiev no estaba ni de lejos al nivel que exigía Bruselas antes de la guerra.
Un proceso de admisión lento, con pasos de reforma verificables, redunda en interés de ambas partes. Al final, Ucrania sería un Estado democrático consolidado, integrado en las estructuras occidentales. Y la UE ganaría un valioso Estado miembro. Kiev también debería mostrar esta paciencia y comprensión pese a su actual angustia: un procedimiento abreviado como acto político simbólico también podría sumir a la UE en el desastre.
(gg/rml)