El lado positivo de la deuda pública
15 de noviembre de 2010Un fantasma espanta a la opinión pública alemana: la suma multimillonaria de la deuda pública, de 1,7 mil millones de euros, que no cesa de crecer. Lo que tal vez pocos sepan es que las deudas también cumplen una función importante en la política financiera. De acuerdo con Gustav Horn, economista y director del Instituto de Macroeconomía e Investigación Coyuntural de la Fundación alemana Hans-Böckler, al contraer una deuda, el Estado adquiere capacidad de maniobra para enfrentar las crisis económicas.
“Cuando el Estado saca créditos e invierte ese dinero”, señala Horn, “envía una señal a la economía privada para que ésta también invierta y consuma”. De ese modo, se estimula la coyuntura económica de un país y se reduce la cuota de desempleo. El hecho de contraer deudas en tiempos de crisis, dice Horn, es considerado en todo el mundo como un “buen instrumento político-económico”. Pero, sin duda, ese supuesto no es aceptado por igual en todos los países.
Estímulo para la coyuntura
El historiador económico Werner Abelshauser, de la Universidad de Bielefeld, cree que el endeudamiento público se justifica como medida para enfrentar la crisis. Abelshauser opina que son sobre todo las inversiones a largo plazo en infraestructura e investigación las que deben financiarse prioritariamente por medio de créditos estatales. “Sólo si el Estado proyecta el resultado de las inversiones hacia el futuro, lo cual en este momento es urgente en el sector de educación, está cumpliendo con su deber”, subraya el experto.
Para que un Gobierno pueda cumplir con esa obligación, saca préstamos gastando bonos públicos, es decir, valores a intereses fijos que, por lo general, son inversiones muy seguras para la formación de capital.
La deuda y las futuras generaciones
La hipótesis corriente sobre que las generaciones futuras serán las que carguen con el peso de la deuda pública actual es rechazada de modo unánime por los economistas. “Para la economía, dicha suposición no es correcta, ya que las deudas no se pueden trasladar hacia el futuro. Eso es imposible. Cada generación vive del Producto Bruto (PNB) que ella misma origina, y eso no se puede transportar a las generaciones por venir”, explica Werner Abelshauser.
Gustav Horn, de la Fundación Hans Böckler, es de la misma opinión que Abelshauser: “Se trata de una imagen deformada de la realidad. Por un lado, está claro que los jóvenes y adultos del mañana tendrán que pagar los intereses y amortizar la deuda. Por el otro, los bonos públicos también se heredan. No sólo heredamos las deudas, sino también el capital. Y las próximas generaciones sacarán provecho de eso”, puntualiza Horn.
Sin embargo, aclara Gustav Horn, sí existe un problema con la distribución, es decir, entre aquellos que poseen bonos públicos y cobren los intereses, y quienes no hayan podido construir un capital. Ese será el problema mayor, opina el economista.
¿Y si explota la deuda pública?
El problema principal para la mayoría de la población sería el aumento explosivo de la deuda pública. Y lo que más despierta temor es que el Estado pierda el manejo de la situación a causa de su alto endeudamiento.
La toma de empréstitos de parte del Estado debe limitarse y concentrarse sólo en inversiones que sean rentables a largo plazo. La única excepción debería ser lo que dicta la Constitución Alemana en su artículo 115, donde permite que el Estado contraiga grandes montos de deuda “sólo como medida para combatir un desequilibrio del sistema económico nacional en su conjunto”.
Retórica política lleva a mayores deudas
Pero, desde la fundación de la República Federal de Alemania, lo que formula la Constitución Alemana provocó que todos los gobiernos alemanes interpretaran el artículo 115 demasiado ampliamente, comenta Winfried Fuest, especialista en política financiera e impositiva del Instituto Alemán de Economía. Los políticos parten de que se permite un alto endeudamiento siempre que reine un desbalance económico. “Y nunca ha habido un desbalance económico en el que, al mismo tiempo, haya plena ocupación, equilibrio en el comercio externo y estabilidad en los precios”, añade Fuest con convicción. Visto de ese modo, el artículo se interpretó siempre como un permiso para contraer más deudas, apunta el experto.
La deuda tiene mala imagen
A causa de esa interpretación, la imagen de la deuda pública entró en descrédito como instrumento adecuado para equilibrar las finanzas. A eso se suma el hecho de que los políticos de todos los partidos se refieren a la amortización de la deuda como a algo positivo, cuando, en realidad, de lo que están hablando es de la reducción de la nueva deuda. Y esto es algo de lo que la ciudadanía no es conciente, opina Fuest.
“Es conocido el ritual por el cual cada nuevo gobierno le echa la culpa al anterior por el alto endeudamiento público. Si hay elecciones y cambia el partido en el poder, la oposición vuelve a hacer lo mismo”, dice Winfried Fuest. Pero la realidad es que Alemania nunca amortizó su deuda, subraya el experto. “Cuando los políticos hablan de amortización de la deuda, a lo que se refieren es a la desaceleración de la nueva deuda”, concluye.
Parecería haber una regla de oro de la política financiera que está pasando al olvido. Es la que dice que sólo deben contraerse nuevas deudas para realizar inversiones sostenibles.
Autor: Klaus Ulrich/ Cristina Papaleo
Editor: Enrique López Magallón