El polvorín de Pakistán
12 de octubre de 2009Die Presse, de Viena: “Sabido es que los voceros de prensa a veces tienen una percepción selectiva. Una obra maestra en esta disciplina es la que logró el domingo Áthar Abbas, portavoz del ejército pakistaní, al calificar de “altamente exitosa" la operación para liberar a 40 rehenes en el cuartel general del ejército en Rawalpindi. Pensar siquiera en la palabra “éxito” cuando el ejército pakistaní acaba de quedar como una tropa de monigotes ya es una osadía. Un puñado de extremistas asalta el cuartel central y además toma docenas de rehenes; ¿puede producirse algo aún más vergonzoso? Podría ocurrir algo de todos modos más peligroso, porque tras el incidente del fin de semana se plantean con nueva urgencia preguntas en torno a la seguridad del arsenal nuclear de Pakistán”.
Más peligrosos que nunca
Neue Zürcher Zeitung, de Zúrich: “Al ejército de Pakistán le ocurre lo que al aprendiz de brujo, que no puede librarse de los espíritus que conjuró. (...) Estados Unidos viene instando desde hace tiempo a Pakistán a lanzar una ofensiva terrestre en Waziristán. Se estima que los talibanes pakistaníes y otros grupos extremistas tienen en la región cerca de 10.000 hombres en armas. Islamabad había esperado que los talibanes pakistaníes se vieran sensiblemente debilitados tras la muerte de su tristemente célebre jefe, Baituallh Mehsud, ocurrida en agosto. Pero ese deseo no se ha cumplido. Con numerosos ataques espectaculares, el grupo ha demostrado en los pasados dos meses que es más peligroso que nunca”.
Praga y el Tratado de Lisboa
Magyar Nemetz, de Hungría: “¿Cómo podría alguien esperar que Hungría –remitiéndose a la argumentación del jefe de Estado checo- supeditara la ratificación del Tratado de Lisboa a que se retiren los Decretos de Benes, en los que los húngaros fueron declarados criminales de guerra?¿O quizá también a que los húngaros expulsados de Checoslovaquia (en 1946) recibieran indemnizaciones materiales? Semejante cosa no se le ocurrió ni en sueños a la diplomacia húngara. Y tampoco habría sido compatible con el espíritu del Tratado de Lisboa. Si la excepción exigida por (el presidente checo) Klaus realmente se incluye en el tratado, la razón de su elaboración perdería sentido. No podemos hablar de una Unión Europea si un Estado miembro intenta abiertamente imponer sus intereses nacionales sobre otros, mediante un tratado universal que precisamente debe estar al servicio de la unidad”.
El ejemplo de Alemania
Polska, de Polonia: “La principal ventaja de este tratado consiste en que existe y en que (al parecer) podrá entrar por fin en vigor. Si los irlandeses, polacos o checos hubieran rechazado el documento, franceses y alemanes no descansarían hasta haber elaborado otra nueva versión de la repartición de competencias en la Unión Europea. Eso habría implicado que la UE siguiera ocupándose durante años de sí misma. (...) Es sin embargo una paradoja que precisamente los alemanes, los mayores partidarios del Tratado, hayan marcado ahora sus límites (debido a la decisión del Tribunal Constitucional que pidió más participación para el Parlamento). (...) Sería bueno que también Polonia asumiera esa solución”.
ERS/dpa
Editora: Eva Usi