Primer debate presidencial de la historia argentina
16 de noviembre de 2015De cara a la segunda vuelta electoral tuvo lugar el primer debate de candidatos a presidente de la historia Argentina. La novedad, tanto del ballotage como del evento televisivo, en un contexto de relativa paridad generó enorme expectativa.
Luego de una larga campaña electoral ninguno de los candidatos agregó contenidos nuevos significativos. Mauricio Macri, de la coalición opositora Cambiemos, se centró en identificar a Daniel Scioli, candidato del oficialista Frente para la Victoria, como la continuidad del gobierno de Cristina Kirchner. Fue agresivo en su estrategia de mimetizarlo con los asuntos más cuestionados de los últimos doce años de gobierno. Acusó a Scioli, con quien comparte una sensibilidad más conservadora, de haberse transformado en un estridente kirchnerista. Su promesa a futuro, en cambio, es la de un país sin confrontación populista, una “revolución de la alegría” en la que nadie perdería los beneficios –inclusive las políticas sociales– ganados en los últimos años.
Scioli, por su parte, forzado a revertir el clima más favorable a la oposición que han dejado los resultados de la primera vuelta electoral, insistió en proponer al electorado leer la elección como una opción entre dos modelos. De un lado invita a advertir las consecuencias sociales negativas de la agenda liberalizadora y pro-mercado insinuada por los cuadros técnicos de la coalición opositora. Del otro, se coloca como garante de la continuidad de un Estado más presente, continuador de políticas distributivas de tinte neodesarrollista. La dificultad de Scioli es sostener esta posición y a la vez diferenciarse del gobierno ante un sector del electorado, cuyo voto ahora necesita, y que manifiesta cierto cansancio y fastidio ante el kirchnerismo.
¿Quién ganó?
En los aspectos no verbales, siempre importantes en un debate televisivo, el desempeño ha sido más desparejo. Ninguno de los dos candidatos posee gran carisma ni se destaca por la oratoria. Sin embargo, Macri exhibió los frutos de su mayor entrenamiento mediático. Se mostró más sereno, prolijo, y dominó la escena. Manejó los tiempos y logró transmitir una suerte de solvencia tecnocrática. Pese a su origen como figura mediática, Scioli no parece cómodo ante micrófonos y cámaras. La iluminación del escenario –por un error presumiblemente involuntario– tampoco lo favoreció.
Terminados los 70 minutos del debate, los politizados espacios periodísticos de los medios argentinos y las redes sociales se volcaron fragorosamente a interpretar quién ganó y perdió y a hacer conjeturas sobre cómo afectará al desempeño de los candidatos el domingo próximo. La evidencia de otras experiencias en el mundo invita a la cautela. La masividad del evento mediático, la relativa paridad (con alguna ventaja para Macri) en los sondeos preelectorales, la existencia de un porcentaje significativo de votantes que no han definido su voto y el carácter sin precedentes del escenario de segunda vuelta en la experiencia democrática argentina son factores que inclinan a pensar en la posible incidencia del debate en el resultado.
Sin embargo, el contexto de una campaña previamente saturada de mensajes, en ausencia de ejes y elementos novedosos por parte de dos figuras largamente conocidas por la ciudadanía, permiten plantear dudas acerca de cuánto se puso en juego. Más allá de las atribuciones causales que se hagan el domingo próximo una vez que se sepa quién será el próximo presidente de la Argentina, la novedad ha sido la propia celebración del primer debate electoral presidencial de la historia democrática del país.
Philip Kitzberger, Profesor de Ciencia Política, Universidad Torcuato Di Tella, Buenos Aires