El queso de la discordia suiza
8 de enero de 2004Siguiendo una tradición que data desde 1574, los pobladores del cantón de Wallis, en la región alpina sur de Suiza, producen el Raclette. Su fabricación se extendió a todo el país hace sólo 40 años y ahora los queseros originales proveen sólo el 13 por ciento de la demanda en el mercado, sin embargo, reclaman el derecho único de marca.
En desventaja
El litigio tuvo ya una primera resolución en noviembre pasado, cuando el Ministerio suizo de Agricultura determinó que el resto de productores que provee el 87 por ciento del Raclette en el país debe venderlo bajo otro nombre en la misma Suiza, a pesar de que en toda Europa el resto de fabricantes lo venden con su nombre tradicional, aunque no responda al original Raclette y sus consumidores hayan cambiado su cultura culinaria.
Y es que al no pertenecer Suiza a la Unión Europea, cualquier decisión interna no tiene ninguna validez fuera de sus fronteras. Tampoco la Comisión Europea tiene competencia para resolver la disputa como ha ocurrido en el pasado con el jamón de Parma en Italia, o los quesos Manchego, de España y Feta, de Grecia.
En estos últimos casos, la Comisión Europea decidió a favor de sus productores originales con base en la existencia de una nómina elaborada en 1996, en la que se menciona una lista de "platillos en peligro de extinción" y que tiene como meta principal proteger una serie de especialidades de distintos países europeos.
Por otra parte, en caso de cesar la producción interna en Suiza del 87 por ciento del Raclette, debería ser importado de otras naciones, que sí podrán vender el producto con su nombre original, pese al orgullo herido de Wallis.
Barbarie europea
Los productores del queso han acudido a un tribunal superior y éste deberá decidir quién tiene derecho de llevar el nombre, ya que los mayores productores se han quejado de discriminación y golpe a las garantías de propiedad.
Pero a los habitantes de Wallis no sólo los enoja que otros usen el nombre de su queso, sino que también llaman barbarie a la manera como se ha popularizado su consumo en la misma Suiza así como en otros países de la UE, especialmente en Alemania.
Critican, además, el invento de la sartén eléctrica empleada para derretir el queso Raclette, que según la tradición se derretía al fuego.
La guerra del queso todavía tiene para rato en la misma Suiza. Mientras tanto los europeos pueden seguir disfrutando del Raclette auténtico -o el que no lo es- y popularizando sus variadas formas de prepararlo.