¿Autobús o tren?
15 de marzo de 2010Las rutas de autobuses con recorridos de larga distancia prácticamente no existen en Alemania. Las que se mueven desde y hacia Berlín son una excepción que confirma la regla. Una ley de 1931 permite establecer tales conexiones si, y sólo si, las empresas de transporte ya disponibles no resultan perjudicadas – léase: si la Deutsche Bahn AG, firma que ostenta el monopolio del transporte ferroviario alemán, lo consiente.
Quien quiera saber el lugar que ocupan los autobuses nacionales en Alemania sólo tiene que echar un vistazo al salón de espera de la Estación Central de Autobuses de Berlín (Zentrale Omnibusbahnhof, ZOB). Un par de viajeros se sientan sobre asientos de plástico naranja, compran pasajes en la única ventanilla abierta, alguna revista y chucherías en un quiosco mínimo.
El recinto no puede compararse con algunas modernas estaciones de los Estados Unidos e incluso con las de metrópolis latinoamericanas como Buenos Aires. Aquí Berlín parece una ciudad “en vías de desarrollo” - no un punto cardinal en la capital de la llamada "locomotora de Europa".
Niños y viajeros habituales
Afuera, la imagen es similar: bajo techos de planchas grises esperan autobuses y pasajeros, expuestos a que el viento sople desde y hacia donde quiera. A Petra Niessen y Anne Künne no les molesta. Ambas mujeres se abrazan junto a un autobús ruidoso.
Anne Künne regresa a Hamburgo. Se decidió una vez más, conscientemente, por viajar en autobús: “porque es muy barato”, explica y sonríe. Esta señora mayor paga 19 euros, ida y vuelta, con rebaja por su reserva anticipada. El viaje regular cuesta 43 euros. Con el tren serían 140.
Su hija, Petra Nießen, está tan satisfecha con el precio y el servicio que envía regularmente a sus dos hijos, de 11 y 14 años, solos, a visitar a la abuela en bus. “Mi madre puede recogerlos luego en Hamburgo, pero sólo identificándose y dejando su firma. En ese sentido es más seguro que con el tren”, dice.
Entre los niños que viajan con ella regularmente, el más pequeño tiene cinco años, cuenta la conductora Angelica Bartels. Ella lo conoce ya bien, así como a otros viajeros habituales y “pendler” (como se llama en alemán a quienes recorren, diaria o semanalmente, largas distancias entre su hogar y su centro laboral).
El transporte más seguro del país
Para Angelika Bartels conducir autobuses es una pasión personal. Conversa amigablemente con Petra y su madre. Levanta el equipaje de Anne y lo mete al maletero, para luego dejar caer estrepitosamente la tapa.
La señora Künne busca un asiento con mesilla en el moderno autobús de dos plantas y abre un libro. Mientras tanto Angelika Bartels y su colega comprueban si los 35 pasajeros registrados han subido al autobús, resuelven las últimas formalidades. Con puntualidad “alemana” (de reloj “suizo”) comienza el viaje.
Angelika Bartels conduce rutinariamente el autobús de doble piso hacia la autopista. Esta mujer rubia, de 49 años, se formó como conductora de camiones y conduce buses “de muy buena gana” hace 20 años. Las curvas y acelerones apenas se hacen notar, gracias a su suave estilo de conducir. Y no hay que asombrase, su jefe la envía con regularidad (y con éxito) a entrenamientos de seguridad y sostenibilidad ambiental. Bartels consume menos de 30 litros en 100 kilómetros. Su autobús emite así mucho menos CO2 y otras sustancias contaminantes que el tren.
Los autobuses son el transporte más seguro de Alemania – afirma un estudio encargado por el Ministerio del Medio Ambiente al Instituto de Investigaciones Ambientales y de Energía. Angelika Bartels está orgullosa de ello, así como de que sus pasajeros le tengan confianza. Mira por el retrovisor y sonríe complacida cuando descubre a los primeros que sucumben a los cabezazos y se quedan dormidos. Tres horas y diez minutos exactos dura el viaje Hamburgo-Berlín. El autobús llega puntual, como salió.
¿Cada vez más pasajeros?
En Hamburgo, Bartels ayuda a los viajeros con su equipaje, vacía los depósitos de basura, revisa el servicio sanitario, toma un café. Luego de una corta pausa viaja de regreso a Berlín. Nuevamente su autobús está prácticamente lleno. La conexión entre Hamburgo y Berlín existe desde los años ’80, una reliquia de los tiempos de transición. Unos 400.000 pasajeros usan la ruta anualmente. La cifra tiende a crecer.
Por el momento, Constantin Pitzen sólo puede soñar con tales cifras. Mientras Angelika Bartels conduce su vehículo repleto de regreso a Berlín, Pitzen está parado frente a la Estación Central de trenes de Postdam. Hace una llamda telefónica. Con excepción del conductor, el autobús azul junto a él está totalmente vacío.
Pitzen es gerente de Autobahnexpress. La nueva línea de buses rápidos apenas se conoce. Sólo existe hace pocas semanas. Conecta la ciudad de Postdam (vecina de Berlín), con el aeropuerto Halle-Leipzig y otras ciudades del centro de Alemania. Es más barata y más rápida que el tren. Pitzen se ha propuesto aguantar hasta el máximo de un año. En ese plazo su línea deberá ser rentable. Las habituales dificultades de arrancada no le traen grandes dolores de cabeza al gerente de Autobahnexpress, de 39 años y con una formación en planificación física. El mayor obtáculo ha quedado atrás: obtener una autorización para operar.
Autorizaciones de operación excepcionales
Pitzen tuvo que esperar un año para obtener la licencia. El apartado 13 de la Ley de Transporte de Personas, vigente en Alemania desde 1931, establece que sólo se autorizarán líneas nacionales de autobuses cuando estas representen una mejoría para la infraestructura de transporte ya existente.
¿La suerte de Pitzen y su empresa?: que la línea de Autobahnexpress en el tramo Postdam-Halle-Leipzig es considerablemente más rápida que la opción del ferrocarril alemán, Deutsche Bahn.
Otra buena noticia para Pitzen y sus posibles seguidores es que el actual gobierno federal haya incluido el tema en su contrato de coalición entre los partidos cristianodemócrata (CDU), socialdemócrata (CSU) y liberal (FDP). Si se cumplen los planes y las promesas, la vieja ley de transportación de pasajeros de 1931 deberá ser reformada antes de finalizar el 2011.
Pitzen cree en su concepto y tiene más ideas bajo la manga. Las cifras crecientes de pasajeros le dan la razón. Quizás por ello el joven empresario saluda con un gesto al chofer a través del cristal cerrado y despide confiado este viaje aún vacío de su bus azul.
Autor: Svenja Pelzel / Rosa Muñoz Lima
Editor: José Ospina-Valencia