Entre la niebla y el frío, miles de fieles reciben al Papa en España
6 de noviembre de 2010Si en la víspera Santiago había exhibido un sol radiante, hoy la neblina incluso hizo temer que el avión del pontífice no lograra aterrizar en el aeropuerto de Lavacolla. Pero el cielo no podía ponerse en contra de un visitante tal, y finalmente el Airbus 320 de Alitalia que trasladaba a su Santidad tomó tierra en Galicia a las 11:24 de la mañana, hora española.
"¡Viva el Papa, viva el Papa", gritaban unas decenas de personas, mientras el príncipe Felipe y la princesa Letizia recibían a Joseph Razinger en las escalerillas del avión. En ese momento, el júbilo también estalló en la Plaza del Obradoiro, frente a la famosa catedral de la ciudad, donde miles de fieles aguardaron durante horas para conseguir alguna de las 6.000 sillas desde las que se iba a poder seguir la misa papal.
Benedicto XVI acudió a Santiago como "peregrino de la fe" con ocasión del Año Santo Jacobeo, decidido a destacar las raíces cristianas de España y de Europa y a poner un contrapunto al creciente materialismo que se extiende, en opinión del máximo líder de la Iglesia católica, por el continente.
A la fría intemperie por presenciar la misa
Desde una pantalla gigante situada al lado del escenario levantado para la eucaristía, la multitud podía seguir cada movimiento del "Sucesor de Pedro", incluido el recorrido de casi 12 kilómetros en "papamóvil" del aeropuerto hasta el centro de Santiago. Muchos de los allí congregados habían pasado la noche al raso, en sacos de dormir o envueltos en mantas.
Los primeros en llegar fueron unos monjes benedictinos del monasterio de Samos, en la vecina provincia gallega de Lugo. "La noche fue muy húmeda y fría, pero también muy divertida", dijo uno de ellos cuando, tras esperar 14 horas, el grupo pudo por fin superar los estrictos controles de la policía y acceder a la plaza.
Guitarras y canciones cristianas sirvieron para matar el tiempo y olvidar las bajas temperaturas. Entre los fieles no faltaban los latinoamericanos. Un grupo de estudiantes chilenos esperaba a su turno para entrar en el recinto. "Vamos a aprovechar la misa para agradecerle a Dios el rescate de los 33 mineros de la mina de San José", comentaba uno de ellos.
Mientras, una turista mexicana apuraba los pasos para llegar a tiempo a encontrar sitio. "Si no lo logro, me colocaré delante de alguna de las pantallas que hay por acá con esto", aseguraba, señalando al taburete plegable que llevaba en la mano.
El agua del cielo o del subsuelo
Algunos feligreses prefirieron seguir al pontífice en su recorrido en el "papamóvil". Provistos de banderas con los colores vaticanos, miles de personas saludaron a Joseph Ratzinger en las calles. "Sí, sí, sí, el Papa ya está aquí", coreaban. Benedicto XVI se dio en Santiago de Compostela un verdadero baño de multitudes, lejos de las protestas contra su visita y la política de la Iglesia católica que, al grito de "yo no te espero", lo acompañan en este viaje, el segundo que realiza a España.
También la seguridad durante la estancia del pontífice había sido puesta en duda, después de que ayer un ciudadano encontrase en el suelo de una calle barcelonesa el dossier que el Ministerio del Interior español había elaborado para la protección durante el evento. “La lluvia es lo único que nos falta controlar", tranquilizó la concejala de Seguridad Ciudadana de Santiago, Marta Álvarez Santullano, y como estaba previsto, el día se levantó nublado y desagradable en la capital gallega.
Pero el mal tiempo no acabó con la voluntad del Papa ni con la de sus seguidores. Desde la Plaza de la Inmaculada, engalanada con una alfombra de flores de 150 metros cuadrados, accedió a la catedral, la bendijo y luego saludó a unos 700 niños, ancianos y enfermos de la diócesis de Santiago de Compostela. Benedicto XVI rezó posteriormente en la capilla de la Comunión, contempló el Pórtico de la Gloria y saludó allí a los asistentes a la Plaza del Obradoiro. "¿Be-ne-dic-to, Be-ne-dic-to", se escuchaba.
Otro templo tendrá ahora que bendecir el Papa: la Sagrada Familia. Barcelona es la segunda escala de su visita. Allí, el agua amenaza igualmente con enturbiar la fiesta, pero no la del cielo sino la del subsuelo, lugar en el que el pontífice tenga quizás menos influencia: el pasado jueves, una reventó cañería, encharcando los alrededores de la catedral catalana y obra maestra de Antoni Gaudí. (dpa)
Editora: Luna Bolívar Manaut