Cómo los desperdicios de alimentos dañan el medio ambiente
30 de abril de 2019"Una vez encontré sushi por un valor de entre 200 y 300 euros en su envase original”, recuerda la joven, llamémosla Lea. Quiere permanecer en el anonimato porque lo que hace es objeto de repetidas disputas judiciales en Alemania. La estudiante recolecta basura de los contenedores de los supermercados una vez que cierran. Algunos propietarios de tiendas lo consideran un robo. "Se producen muchos alimentos que nunca se consumen. Quiero contribuir a una redistribución”, responde la estudiante.
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Para Lea no solo se trata de dinero, sino también del despilfarro masivo de recursos naturales y, por lo tanto, de una contribución activa a la conservación, ya que muchos alimentos perfectamente comestibles se tiran innecesariamente, especialmente en los países ricos. Su producción consume agua, fertilizantes y pesticidas. Además, los residuos de alimentos contribuyen al calentamiento global, amenazan indirectamente la biodiversidad de nuestro planeta e incluso contaminan nuestro suelo con microplásticos, como demuestran estudios recientes.
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés) estima que un tercio de todos los alimentos producidos en el mundo no se consume. Algunos alimentos se estropean en el campo, durante el almacenamiento, el transporte o el procesamiento, lo que se conoce como pérdida de alimentos. Una gran parte llega a las estanterías de las tiendas, pero no se vende ni se compra ni se consume, lo que se conoce como desperdicio de alimentos.
Problemas al inicio de la cadena de producción
El por qué se estropean muchos alimentos en grandes cantidades al principio de la cadena de producción es algo que Rosa Rolle, de la FAO, experimentó de primera mano durante su trabajo con pequeños agricultores de Bangladesh. "Acostumbraban a guardar los tomates en sacos de 50 kilogramos inmediatamente después de la cosecha”, dice la experta en pérdida de alimentos. "Cuando los agricultores llegaban al mercado, solo la mitad de los productos era de buena calidad”, explica.
Aunque se trata de un importante revés económico para los agricultores, el daño ambiental por tales pérdidas es mínimo. Por un lado, no se utiliza tanta energía para el transporte y manejo. Y por otro lado, en Bangladesh, al igual que en muchos otros países en desarrollo, todavía se hace un aprovechamiento tradicional secundario de los alimentos. "Lo que sobra se destina en gran parte a la alimentación del ganado”, añade Rolle.
La situación es diferente para el sushi procesado y envasado en bandeja de plástico que Lea encontró entre los desperdicios del supermercado alemán. Eso no es apto para ningún animal de granja y en este caso se ha empleado mucha energía en el transporte y procesamiento de cada uno de los ingredientes. Hay que tener en cuenta el cocinado del arroz, fileteado del pescado y elaboración del sushi, sumándole todo el proceso desde que el arroz deja el campo y el pescado el mar.
Además, el arroz es un caso especial: a diferencia de otros cereales como el trigo o el maíz, es una planta pantanosa que necesita estar cubierta de agua para prosperar. Debido a la falta de oxígeno, la materia orgánica se descompone de manera diferente en el agua que en el aire. De modo que los arrozales liberan grandes cantidades de gas metano, un gas extremadamente dañino para el clima. Por otro lado, alrededor del 30 por ciento de los cereales cultivados en todo el mundo nunca llega al plato.
Deforestación, desperdicio de agua y amenaza para la biodiversidad
No obstante, las emisiones dañinas para el clima tan solo son un aspecto. La producción de alimentos consume una gran cantidad de recursos, lo que puede tener un impacto significativo en el medio ambiente. Más de la cuarta parte de la tierra cultivable disponible en el mundo se utiliza únicamente para la producción de alimentos que nunca llegan a la mesa. Esto, a su vez, tiene un impacto en la biodiversidad natural, ya que todavía se talan grandes áreas de bosque para dar paso a rebaños de ganado o plantaciones de palma aceitera, y esto destruye el hábitat de muchas especies silvestres. Por lo tanto, si se desperdiciara menos carne, se talaría menos bosque para el pastoreo de ganado.
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El desperdicio de agua también es inmenso. Cada año, alrededor de 250 billones de litros de agua se utilizan para producir alimentos que nunca se consumen. Eso equivale a llenar de agua casi un millón de veces la gran pirámide de Guiza.
Pero volvamos al sushi de Lea. La FAO estima que el 35 por ciento de los peces, mejillones y cangrejos capturados o criados en todo el mundo no se consumen. Y a todo ello hay que añadirle el envase de plástico para el sushi.
Plástico en el suelo
El problema es que a menudo los alimentos se descartan cuando todavía están envueltos en envases de plástico. En las plantas de compostaje y biogás, donde se reciclan los residuos orgánicos, es difícil separar el plástico de la materia orgánica. Esto tiene consecuencias de gran alcance, como descubrió un equipo de investigación de la Universidad de Bayreuth. Encontraron hasta 440.000 partículas microplásticas en una tonelada de compost de residuos orgánicos domésticos. Asimismo, también encontraron microplásticos en tierras agrícolas de Alemania, en una concentración hasta veinte veces mayor que en los océanos. Así que el plástico de nuestros envases de alimentos regresa a nosotros a través de los campos, ya que el microplástico puede entrar en la cadena alimentaria.
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Por lo menos, Rosa Rolle encontró una solución para los pequeños agricultores de Bangladesh y su cosecha de tomate. En lugar de los sacos de 50 kilos, ahora utilizan cajas de plástico reutilizables, bien ventiladas y fácilmente apilables para sus frutas perecederas. Desde entonces, el 90 por ciento de los tomates llegan al mercado y al consumidor en buen estado.
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