Españoles en Alemania
2 de febrero de 2011“En aquel momento, irme no estaba entre mis planes”, cuenta Berta Vega, “yo ya había vivido un tiempo en Alemania, hablaba un poco de alemán, pero en Barcelona me encontraba muy bien y el emigrar me lo planteaba como opción, pero para más adelante”.
Vega tiene 30 años y es doctora en química. En 2009, la empresa para la que trabajaba en España, Bayer MaterialScience, le ofreció cambiar la orilla del Mediterráneo por la del río Rin y trasladarse a la planta que la filial del consorcio germano tiene en Leverkusen. “Era una oportunidad que no podía rechazar, así que acepté. Y al final, creo que fue la decisión correcta, porque mi laboratorio en Barcelona lo acabaron cerrando”.
La ecuación parece sencilla. Por un lado, los índices de personas sin trabajo en España rozan el 20 por ciento y se disparan entre los jóvenes a cifras que rondan el 40. Por el otro, las cámaras de comercio alemanas lloran la escasez de personal cualificado y demandan a la política que facilite la llegada de al menos medio millón de extranjeros con título, sobre todo en profesiones técnicas y manuales.
Elste jueves (3.02.2011), la canciller germana se reúne en Madrid con el presidente del Gobierno español y decía la prensa- aunque ya hubo desmentidos- que Angela Merkel le quería proponer a José Luis Rodríguez Zapatero contribuir a aliviar el desempleo hispano. No faltan las voces críticas que recuerdan que es precisamente ese personal bien formado el que el sur de Europa necesita para salir de la actual crisis. Sin embargo, los empresarios en España tendrán que ofrecerles a sus ingenieros algo más que sol y alegría si desean conservarlos.
No sólo una cuestión de dinero
“La diferencia salarial sí que es importante. Incluso trabajando para la misma empresa, en Alemania te pagan más”, dice Vega, y con ella coincide Christian Solano, un ingeniero agrónomo de Cuenca al que Kraft Foods fichó en 2008 y que ha aceptado desde entonces puestos en Múnich, Sofía y Banbury- una pequeña ciudad británica- con tal de no desligarse del gigante alemán.
“La decisión de marcharme a trabajar para Kraft fue fácil. Kraft es la segunda empresa multinacional de alimentación del mundo y la primera en Estados Unidos. Pero no es sólo eso. En España no te dan tantas oportunidades, los jóvenes cualificados están infravalorados, no existen vacantes abiertas a las que optar y, en general, los procesos de selección no son ecuánimes”, explica Solano.
“Los detalles marcan la diferencia”, asegura Antonio Villanueva, otro ingeniero, esta vez de Zaragoza, que como Vega ha pasado por la experiencia de trabajar para la misma compañía en España y en Alemania, “aunque mis jefes están en España, yo tengo un contrato alemán y trabajo para la filial de Colonia, y eso se nota. Se nota en las condiciones económicas, sí; pero también en la forma de trabajar, en la motivación, en los medios que ponen a tu disposición y, en definitiva, en la manera en que te tratan”.
“En España, un ingeniero cobra mil y pocos euros al mes, trabaja una media de 10 a 11 horas diarias y muchas veces ni siquiera en las labores que le corresponden”, continúa Villanueva, “las horas extra- no remuneradas, por supuesto- son la norma. A mí un día se me ocurrió irme puntual, y no digo antes de tiempo, a casa. Al verme salir, mi jefe me preguntó ‘¿tú a dónde vas?’. Eso en Alemania sería impensable, porque aquí se cumplen los horarios, la carga de trabajo para cada empleado está evaluada, existe una planificación. Y además, hay programas de formación y reciclaje de la plantilla, mientras que en España lo único que funciona es el sistema BlV: ‘Búscate la Vida’”.
El alemán, imprescindible
“En España te venden calidad de vida- el buen tiempo, la gente, la comida- a cambio de peores condiciones laborales”, opina Pedro Alonso, un informático alicantino que trabajó para Nokia en Berlín entre 2007 y 2008. Ahora vive ahora en Londres y es freelance. “El principal problema que tuve en Alemania es que no hablaba el idioma”, dice.
Gonzalo García también es informático, autónomo y español, pero ha prolongado su estancia en la capital germana con la intención de, al menos por el momento, quedarse. Él sí domina el alemán. “Es fundamental”, reconoce García, “el idioma y la burocracia- que es la otra cara de la planificación alemana- son las dos cosas con las que más cuesta lidiar”.
“Cualquiera que venga aquí ha de estar por lo menos dispuesto a aprender alemán”, considera Vega, “y tener la mente abierta”. “Hay que ser realista”, advierte Villanueva, “al principio, Alemania te deslumbra. Luego te enfrentas a la realidad. Y bueno, no deja de ser otro país, con otras costumbres, otro modo de ver la vida, otro humor… Es como en las relaciones de pareja: te tiene que gustar con sus virtudes, pero también con sus defectos”.
Los defectos también existen
Y los defectos existen. La planificación y la regulación que los españoles tanto elogian en lo laboral se convierte en carga cuando se aplica al terreno personal. “En Alemania hay horarios para todo, ¡hasta para lavar el coche! El cristal se recicla por colores y si no tienes seguro de responsabilidad civil te consideran un kamikaze”, enumera Villanueva. La mayoría se acaba relacionando- muchas veces en contra de su voluntad inicial- principalmente con otros españoles y casi todos quieren volver algún día. “El problema es que, al final, aquí nunca vas a dejar de ser un extranjero”, dice Vega.
Otra cuestión fundamental que deberían tener en cuenta quienes estén pensando en acudir al llamado de la economía germana es que no se buscan empleados para todas las profesiones. La formación en ciencias sociales no cotiza en absoluto alto entre las empresas alemanas. Y también los técnicos deberían informarse antes de hacer las maletas.
Nicole Tischendorf nació en Ulm, Alemania, en 1979, pero creció en Tenerife. Estudió medicina en España. Cuando terminó la carrera, decidió volver a su país de origen para cursar el doctorado. “Y me equivoqué de lleno”, recuerda, “ya lo tenía todo listo: la plaza, el trabajo, todo. Y a última hora lo rechacé. Opté por quedarme en España y trabajar aquí porque las condiciones eran mejores. Los médicos en Alemania ganan un dineral, pero no tienen horarios y no aparecen por casa durante días. Tanto estrés no valía la pena”.
Autora: Luna Bolívar Manaut
Editora: Emilia Rojas Sasse