"Estaban siempre dispuestos a cortarme la cabeza"
9 de abril de 2019Las desgracias les ocurren siempre a los demás, nunca a uno mismo. Algo así debe haber pensado la joven periodista alemana Janina Findeisen cuando decidió viajar a una zona de conflicto, justo en medio de la guerra civil siria. Su objetivo: obtener material exclusivo de primera mano de un grupo de terroristas y yihadistas que ganaban terreno en el caos de esa guerra civil.
Laura, una antigua amiga del colegio en Bonn, debía garantizarle el contacto con este grupo. Laura había viajado diez años antes a Wasiristán, en territorio tribal paquistaní, se había comprometido con lo que los islamistas llaman la "yihad” y no había regresado nunca más a Alemania.
"Esta película debía ser mi ópera prima, que cuenta la historia de la amistad con Laura", explica la periodista en conversación con Deutsche Welle.
Todo esto ocurre en el otoño de 2015. Findeisen vuela con la madre de Laura a la ciudad turca de Antioquía. Allí las esperan traficantes de personas, que deben reunirla con Laura. La situación en la frontera arde. Los guardias fronterizos golpean a los refugiados. Las bombas caen cerca. La madre de Laura decide devolverse.
Janina Findeisen, con siete meses de embarazo y pese a todas las advertencias, continúa sola. "Había una garantía de seguridad que realmente me transmitió seguridad. Tenía peso para mí. Fue ingenuo de mi parte, visto a posteriori, pero lo valoré de otra manera en aquel momento", dice Findeisen hoy.
Palabra de amiga como garantía de seguridad
"Hay garantías de seguridad para periodistas en determinadas situaciones. En mi caso, la garantía de seguridad me la envió mi amiga en un correo electrónico. Estaba basada en la confianza. Su palabra fue suficiente para mí en ese momento", asegura Findeisen.
La garantía de seguridad es de hecho suficiente, en principio. Los traficantes de personas la llevan al norte de Siria. Allí se reencuentra con su amiga yihadista. Pasa ocho días con ella. Findeisen logra reconectar con Laura, con aquellos años que pasaron juntas en un colegio de Bonn.
"Ella seguía siendo mi amiga, nos conocíamos desde hacía mucho tiempo. Por supuesto que habían sucedido demasiadas cosas como para decir que todo era como antes; pero tenemos una relación de confianza. Esa fue la premisa sobre la que nos basamos, por la que se originó este viaje en primer lugar", dice.
Las amigas hablan mucho. Janina entrevista a Laura y a una comandante del frente Al-Nusra (cercano a Al-Qaeda), al que también pertenece su amiga. Este es también el grupo terrorista que la secuestrará más tarde.
Viajan por la zona. Janina no está preocupada. "Manejamos por el norte de Siria, Idlib, y filmé desde la ventana de nuestro auto", cuenta: "La situación allí en las calles, en los diversos puestos de control; los medios de transporte, los suburbios bombardeados".
Cuando Janina ha reunido suficiente material para su película, se despide de su amiga y viaja en un taxi hasta la frontera con Turquía. Un combatiente del grupo de Laura la acompaña. Poco antes de la frontera, el auto se detiene.
"Tuve una sensación extraña ya un poco antes. El taxi empezó a moverse demasiado lento a veces, demasiado rápido otras veces, y entonces fue detenido por varios hombres enmascarados y con Kalashnikovs", describe a DW.
"Sacaron al conductor y al acompañante del auto y se subieron. Luego, se me sentó un combatiente a cada lado. En ese momento, estaba terriblemente asustada, pero al mismo tiempo estaba totalmente tranquila, pues me di cuenta: No puedo hacer nada".
DW como conexión con el mundo exterior
Los secuestradores vendan los ojos de esta mujer con su avanzado embarazo y continúan conduciendo. Es el primero de 351 días de secuestro. Cada par de meses la cambian de casa; nueve veces en total y, siempre, sin saber dónde está.
Ella se ajusta y hace lo que le dicen: callarse, no gritar, no tratar de escapar. Le traen comida y ropa. No le permiten salir de la habitación. Cuando se mudan, le dan una venda para los ojos, que solo puede quitarse cuando llegan a la nueva casa. En algún momento le colocan un pequeño televisor en la habitación. Cuando hay electricidad, mira Deutsche Welle. Esta es su única conexión con el mundo exterior.
A medida que se acerca la fecha de parto, Janina se impacienta. Más de una vez simula contracciones, con la esperanza de ser hospitalizada. En vano. "Los secuestradores me trajeron a una ginecóloga del norte de Siria", narra. "Habían secuestrado a su esposo para que no dijera nada y se ocupara del parto con dedicación. Le dijeron que si algo me pasaba a mí o al niño, su marido moriría. Me lo confesó llorando, en una de sus visitas."
Janina tiene miedo, pero confía en que todo saldrá bien. No tiene otra opción. La ginecóloga tampoco. "Los secuestradores siempre estaban dispuestos a cortarme la cabeza delante de la cámara. Eso estaba perfectamente claro".
¿Cómo se soporta semejante presión? "Viendo Deutsche Welle", bromea. Además, "traté de aferrarme a mis mejores recuerdos, a mi infancia, mi juventud, a la vida que había llevado hasta ese momento, en perfecta seguridad y prosperidad. Evoqué esos recuerdos todos los días. Primero, conté las horas. Luego, los días. Y en algún momento ya había sobrevivido 100 días".
El camino a casa
Tras 11 meses de secuestro, sucede lo inesperado: hombres enmascarados asaltan la casa donde está detenida Janina. Llaman en voz alta su nombre y la sacan de allí con su hijo. La joven madre se confunde, no entiende lo que está pasando. "Pensé que era otro grupo yihadista que quería hacerse cargo", confiesa. "No pensé que fuera una liberación, pensé que era un nuevo secuestro".
Los libertadores parecen ser combatientes de otro grupo de Al-Nusra. Quieren honrar la garantía de seguridad y cumplir su palabra. ¡Tras casi un año! Al menos, es lo que le dicen más tarde a Findeisen. Le sacan la venda de los ojos y la suben a un auto con su hijo. La conducen directamente a la frontera turca. Allí la están esperando ya oficiales de seguridad alemanes. Madre e hijo están finalmente a salvo.
A Siria con un embarazo avanzado. Hoy lo sabe: fue un error. Tras su regreso, ha escrito un libro: "Escribir me ayudó a procesar lo vivido".
Sonila Sand (rml/ers)
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