EU: todos quieren bailar con Lula
4 de julio de 2007El encuentro de Lisboa sella, por así decirlo, la entrada de Brasil al club de las potencias emergentes, que en este mundo globalizado juegan un papel cada vez más determinante. En la primera cumbre bilateral entre la Unión Europea y el gigante sudamericano, el viejo continente manifiesta su reconocimiento a la importancia brasileña en el escenario internacional, ofreciéndole una "asociación estratégica" como la que se ha sellado hasta ahora sólo con países de grueso calibre, como Estados Unidos, Rusia, Canadá, China o India. No es entonces pura retórica la expresión de "paso histórico" que utilizó el jefe de gobierno portugués, José Sócrates, para describir la ocasión.
¿Representación regional?
El presidente brasileño, Luiz Inácio "Lula" da Silva disfruta de su rol protagónico y está consciente de que implica no sólo defender en los foros internacionales los intereses de su país, sino de toda la región. Sin embargo, tiene sus limitaciones. "Brasil no es reconocido por sus vecinos como potencia regional, en consecuencia no puede hablar por ellos en forma representativa", dijo a DW-WORLD Sergio Costa, experto del Observatorio de las Relaciones Unión Europea- América Latina (Obreal).
No obstante, de facto los europeos ven en el mandatario brasileño un interlocutor válido y depositan en él considerables esperanzas, como quedó de manifiesto en la reunión de empresarios europeos y brasileños que precedió a la cumbre, a la que asistieron tanto Lula como Sócrates y el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso. Muchos son los temas en que la UE y Brasil pueden intensificar el diálogo, desde el de los derechos humanos hasta el de la inmigración. Pero hay dos materias especialmente interesantes para el viejo continente: la cooperación energética y las negociaciones para liberalizar el comercio internacional, en el marco de la Ronda de Doha de la Organización Mundial de Comercio (OMC).
Liderazgo bioenergético
En ambos ámbitos, Brasil se perfila como un potencial aliado clave. Durao Barroso habló por ejemplo de la necesidad de trabajar codo a codo en el combate contra el cambio climático, destacando el "liderazgo" brasileño en la producción de biocombustibles, que calificó de "una de las grandes fuentes de energía del futuro". El entusiasmo no es casual. Según previsiones oficiales brasileñas, el país producirá en 2015 más de 36 mil millones de litros de etanol, y los mercados europeos están ávidos de energías alternativas, no sólo por amor a la ecología, sino también para reducir su dependencia del combustible ruso.
Buenos augurios ofreció, desde ya, el acuerdo sellado entre la compañía portuguesa Galp Energía y Petrobras para crear una empresa de riesgo compartido para producir y distribuir 600 millones de toneladas de biocombustible.
De igual a igual
En cambio, bastante más difíciles de satisfacer podrían resultar las expectativas generadas en cuanto a las negociaciones comerciales. Aunque en Lisboa se habló de un "relanzamiento" de la Ronda de Doha y de la disposición a continuar las conversaciones para buscar un acuerdo, Lula recordó las "diferencias" existentes en la materia entre Europa, Estados Unidos y los países en vías de desarrollo. A su juicio, es necesario volver a la mesa "en forma muy madura".
Después del fracaso de las conversaciones al respecto en Potsdam, quedó claro que Brasil no está dispuesto a transigir si no se toman debidamente en cuenta sus demandas. El propio presidente lo dejó en claro poco antes de emprender viaje a Europa, al señalar que "el tiempo de la sumisión ha terminado" y Brasil quiere ser tratado "como un igual" en el escenario mundial.