Europa naufraga en un mar de vino
22 de junio de 2006Antes eran los famosos cerros de mantequilla los que servían para ejemplificar el absurdo de la política de subvenciones agrícolas de la Unión Europea, que generaba enormes excedentes de producción que el mercado no podía absorber ni regular de acuerdo a la oferta y la demanda. Hoy en día son los mares de vino los que amenazan con ahogar a la Unión Europea. "Nos encaminamos hacia una crisis", advirtió la comisaria de agricultura de la UE, Mariann Fischer, al presentar este jueves en Bruselas sus planes de reestructurar el sector vinícola europeo.
In cifras veritas
La Unión Europea es el mayor productor mundial de vinos: entre 166 y 196 millones de hectolitros salen cada año de sus viñedos, lo suficiente para colmar cerca de 200 mil millones de copas. Desde el punto del valor monetario de los mostos, aproximadamente un tercio lo genera Francia. Le siguen Italia y España. En cuarto lugar figura Alemania, con un monto de 1.100 millones de euros.
El problema radica en que casi un 10% de la producción no se bebe. Y de aquí al año 2010, el excedente se elevará incluso a un 15%, según los cálculos de la Unión Europea. Las causas son varias. Pero la principal consiste en que el volumen de importaciones de vinos de ultramar viene aumentando a un ritmo del 10% anual desde 1996.
Urgencia de reformas
En la actualidad, la Unión Europea dedica unos 1.300 millones de euros cada año a la subvención de sus vitivinicultores. De esa suma, cerca de 500 millones se destinan a destilar vinos sobrantes, para convertirlos por ejemplo en alcohol industrial o aditivos para combustibles. Y eso es algo que, de acuerdo con la comisiaria Fischer y con el sentido común, resulta impresentable ante los contribuyentes. De ahí la necesidad de llevar a cabo reformas, pese a la resistencia que se despierta ya en el sector, aunque las propuestas concretas recién estarían sobre la mesa el año entrante.
La encargada de Agricultura de la Unión Europea no propone recortar las subvenciones, sino reorientarlas. En concreto, planea destinar una parte a financiar a los vitivinicultores que accedan a cambiar de rubro para, de este modo, reducir la superficie de viñedos en 400.000 hectáreas en el lapso de 5 años. Otra de sus propuestas consiste en flexibilizar ciertas normas de producción y etiquetado, para facilitar la competencia en el mercado. Mariann Fischer aboga, por ejemplo, por permitir que los vinos baratos, sin denominación de origen, lleven el nombre de la cepa utilizada, como suelen hacerlo los vinos de Chile, California, Australia o Sudáfrica. Ellos son los que plantean desde hace tiempo el mayor desafío para la Europa vinícola, que al parecer se ha dormido en sus laureles.