Falta una estrategia para Afganistán
4 de agosto de 2017James Mattis sólo necesitó una frase corta y sencilla para resumir la guerra más larga de los Estados Unidos. "Nosotros no estamos ganando en Afganistán en este momento", dijo el jefe del Pentágono el 13 de junio 2017 en su comparecencia ante el Comité de Servicios Militares del Senado. "Vamos a corregirlo lo antes posible", anunció Mattis. Todavía se sigue esperando esa corrección.
Creciente Frustración
"Estamos allí desde casi 17 años y quiero averiguar por qué estamos allí, lo que está pasando y lo que se debe hacer", dijo el presidente Donald Trump un mes más tarde cuando se encontró con veteranos de la guerra en Afganistán. Trump es, después de George W. Bush y Barack Obama el tercer presidente de Estados Unidos que envía soldados a ese país.
El 19 de julio 2017, sólo un día después del encuentro con los veteranos, Trump se reunió con sus principales asesores de seguridad en la Casa Blanca. Según informó la cadena de noticias NBC News, Trump expresó su creciente frustración con la situación en Afganistán. Aparentemente, Trump propuso despedir al comandante de las fuerzas de la OTAN y estadounidense, John Nicholson. Según los informes, el presidente se quejo de que se siente militarmente mal asesorado.
NBC News también informó que en ese encuentro no se habló sobre política. Y aquí radica el problema fundamental, según Almut Wieland Karimi, del Centro de Misiones Internacionales de la Paz (ZIF) de Berlín: "Lo malo en el caso de Afganistán fue que nunca se habló sobre una estrategia política para el país. El debate siempre fue dominado por el punto de vista puramente militar".
No hay estrategia de salida
Actualmente hay unos 13.000 soldados extranjeros estacionados en Afganistán. Estos se dividen en dos misiones distintas: La antigua misión ISAF se convirtió en la misión "Resolute Support", destinada a entrenar y asesorar las fuerzas de seguridad afganas. La antigua operación antiterrorista "Enduring Freedom" se llama hoy "Freedom's Sentinel". Aquí operan principalmente fuerzas especiales de Estados Unidos apoyadas por drones y aviones de combate.
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Las fuerzas de seguridad afganas sufren fuertes pérdidas y controlan sólo el 60 por ciento del país. EE.UU. y sus socios, la más poderosa alianza militar en el mundo, to tiene ninguna estrategia de salida. "Esta guerra no se puede ganar con bombas", dice la Comisionada de Derechos Humanos, Sima Samar, en Kabul. "Sólo se puede ganar con el apoyo de la población en la que se promueve el estado de derecho y la justicia. La corrupción es una cuña cada vez más grande entre las instituciones estatales y la población. A ello se suma la amistad de la comunidad internacional con los corruptos jefes militares.
Hay señales en cuanto a que Estados Unidos y Europa quieren enviar más tropas a Afganistán. Actualmente se habla sobre aproximadamente 4.000 soldados. Sin embargo, éstos no pueden compensar los fallos pasados de los políticos, subraya la experta alemana para Afganistán, Almut Wieland-Karimi: "La paz sólo se logra si las partes involucradas a nivel internacional y nacional se ponen de acuerdo sobre una estrategia coordinada. Esto requiere la voluntad política de todos los involucrados y una institución política que pueda coordinar el proceso", añade Wieland Karimi. "Ese papel le corresponde a las Naciones Unidas. Se trata de una negociación larga y compleja. Pero sin ella no habrá una solución pacifica".
Progreso frágil
En los últimos 16 años, cientos de miles millones de dólares fueron invertidos en Afganistán, especialmente desde EE.UU. Hubo un gran progreso en términos de infraestructura, educación y salud. El país dejó atrás su aislamiento y desarrolló una amplia variedad de medios de comunicación. Internet y teléfonos móviles son ahora muy comunes. Hay una élite joven dedicada y comprometida con la reconstrucción de su país.
Sin embargo, este proceso no es irreversible. Afganistán, tal como surgió después de la caída de los talibanes, no puede sobrevivir sin tropas extranjeras y sin dinero extranjero. Jóvenes afganos constituyen actualmente el segundo grupo más grande de refugiados en Europa. Este dilema no lo podrá solucionar un nuevo general Nicholson.
Autora: Sandra Petersmann (GG/EL)